Un tranvía llamado recuerdo

Hoy se cumple un siglo de que echó a andar por las calles de Asunción un transporte muy caro a los capitalinos: el primer tranvía eléctrico. Luego de transitar durante 83 años, desapareció de las calles asunceñas hace 17 años; aun así, sigue siendo recordado con añoranza y cariño.

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A las cinco de la mañana del día 7 de julio de 1913, salió de su parada sobre la calle Colón, en las cercanías del puerto capitalino –donde actualmente se encuentra el edificio Marcopolo–, el primer tranvía eléctrico que circuló por las calles de Asunción. Atrás quedaron cuarenta y un años de servicio tranviario a tracción animal.

Hoy se cumple exactamente un siglo de aquel hecho ocurrido durante el gobierno del presidente Eduardo Schaerer. El sencillo acto inaugural consistió en un viaje de los directivos del servicio tranviario, encabezados por don Giovanni Carosio, acompañados del presidente de la República, su esposa y sus hijos, por todo el recorrido del tranvía.

El pionero

El tranvía era una de las expresiones de ese deseo imperioso de resurgir de las cenizas de la gran guerra que consumió el país durante cinco dolorosos años.

Siempre con aires de viejos, pero eternamente presentes, los tranvías eran una suerte de carrusel adulto de innegable atractivo para el ciudadano sin apuros. Era lo más parecido a un elefante domesticado que, pese a su aspecto fiero, era querendón y se dejaba acariciar mansamente por sus admiradores.

Asunción tuvo su primer tranvía solo cuatro años después de Buenos Aires, por lo tanto fue entonces una innovación tecnológica bastante moderna. La historia del tranvía en el Paraguay comenzó un 3 de mayo de 1872, cuando se otorgó a la firma Horrocks & Cía. la concesión para explotarlo en Asunción.

El empresario que instaló el servicio tranviario en Asunción fue James Nelson Horrocks, nacido en Boston, Inglaterra, el 2 de diciembre de 1840. Había venido al Paraguay en la pos Guerra de la Triple Alianza y fue administrador del Ferrocarril paraguayo, además de realizar importantes tareas comisionadas por el Gobierno nacional.

En 1872 fue fundador de la primera empresa de tranvías a tracción de sangre, que explotó entre ese año y 1884. En 1880 presentó al Estado un proyecto de creación de un banco. Integró la comisión organizadora de la participación paraguaya a la exposición continental de Buenos Aires de 1882. Falleció en Asunción, el 11 de junio de 1885. La lápida de su tumba puede verse en el Cementerio Internacional.

Los tranvías a mulitas

Los primeros tranvías que circularon en Asunción lo hicieron siguiendo las vías que se habían instalado para que las locomotoras del ferrocarril pudieran llegar a la Estación Central desde el puerto capitalino. Aquellos primeros tranvías estuvieron arrastrados por caballos y mulas.

Los tramways, como lo llamaban, eran unos coches con capacidad para no más de una veintena de pasajeros, abiertos y ventilados, de largos bancos que ocupaban todo el ancho del vehículo.

Los tranvías de aquellos lejanos años circulaban a una exasperante velocidad (o falta de velocidad) de 10 km/h y eran conducidos por unos personajes con nombre propio: el cochero (que después cambió de nombre por el de motorman, cuando llegaron los tranvías eléctricos); el mayoral, que hacía de guarda y cobraba los boletos; el cornetero, que anunciaba el paso del carruaje; y el cuarteador, que ayudaba en los pasos difíciles o cuesta arriba –o cuesta abajo, para evitar que el tranvía tomara mucha velocidad–. A falta de estos, eran los mismos pasajeros que, como galeotes, tenían que ayudar al vehículo a sortear la cuesta.

Los tranvías a mulitas o a caballos eran mucho más chicos de los que los hoy mayorcitos llegamos a conocer. (Los últimos fueron los aerodinámicos “belgas”). No eran nada imponentes. Los había abiertos y cerrados.

Los tranvías abiertos solo tenían techo y piso, unidos por barras de hierro, de las que se servían los pasajeros para ayudarse a subir o bajar del coche. Algunos tenían los asientos paralelos a las vías, lo que permitía al usuario sentarse de frente a las aceras, lo que permitía un placentero viaje, saludando a conocidos o mirando los escaparates de los comercios.

En aquellos tiempos, cada viaje estaba aromado con un aire de familia, de camaradería esencial, incluso de igualdad: en el mismo carruaje podían coincidir obreros con ministros, catedráticos con mucamas y sirvientas.

A Horrocks siguieron otros empresarios, como los señores Morra, Andreuzzi, Pacífico de Vargas, Sinforiano Alcorta, Rafael Agusti, Bazzano, Terlizzi, Barzi Ogilvy –con el tranvía a vapor– y la Paraguayan Central Railway Company.

El tranvía y una fuerza invisible

Durante cuarenta años, los tranvías formaron parte del paisaje ciudadano, hasta que un 7 de julio de 1913, a las 05:00, el primer tranvía eléctrico comenzó su viaje a lo largo de la historia del siglo XX paraguayo.

Aquel tranvía fue el primero sin caballos, el primero que “andaba solo”, como comentaban asombrados los vecinos, y que, agobiado por sus achaques, abandonó las calles de Asunción hace poco más de tres lustros.

La concesión para la instalación de construcción y explotación de una red de tranvías eléctricos en Asunción y ciudades circunvecinas se otorgó a Carosio el 28 de noviembre de 1910.

Los trabajos para la instalación del servicio de tranvías eléctricos comenzaron el 26 de octubre de 1911. El 2 de enero de 1913, se colocó frente al Palacio de Gobierno el primer riel del servicio de tranvías eléctricos y, como dijimos, el 7 de julio de 1913 empezaron a funcionar los primeros tranvías eléctricos de Asunción, a cargo de la Compañía Americana de Luz y Tracción.

De mano en mano

Poco después de aquel histórico acontecimiento dentro de la historia del transporte público en el Paraguay, el 22 de noviembre de 1913, la Compañía Americana de Luz y Tracción (CALT) transfirió su concesión de servicio tranviario a la Asunción Tranway Light and Power Co.

Menos de cinco años después, el 15 de julio de 1918, la CALT retomó el servicio de electricidad y tranvías en Asunción.

A lo largo de los años de servicio del sistema de tranvías eléctricos, numerosos tipos de carroza fueron utilizados por la empresa. Muchos eran de fabricación norteamericana o inglesa. Posteriormente fueron importadas carrozas fabricadas en Córdoba, Argentina, o coches dados de baja por el sistema tranviario argentino y adquiridos ya por la CALT, ya por la ATE, sucesora de aquella, una vez nacionalizada, y, una vez restaurados en los talleres asunceños, puestos en servicio en las calles de la capital paraguaya.

El 22 de noviembre de 1977 llegaron cuatro de diez tranvías adquiridos de la Sociedad de Transportes Intercomunales de Bruselas, Bélgica. Eran los entonces “aerodinámicos” coches conocidos como “tranvías belgas”, que fueron los últimos tranvías que circularon su pesada estampa por las calles asunceñas y que dejaron de hacerlo –con más penas que glorias– el 31 de diciembre de 1996.

El empresario tranviario

El empresario responsable de la instalación del tranvía eléctrico en Asunción fue don Giovanni Carosio, un empresario nacido en Arona, Novara, Italia, el 6 de enero de 1876.

Fue empleado técnico de la fábrica de motores Tosi, de Legnano, Italia. En 1899 emigró a la Argentina, donde se dedicó a la venta de materiales y motores eléctricos.

En 1906, Carosio se había asociado con Pietro Vaccari, gerente general de la Compañía General de Fósforos, para crear la primera empresa con capitales italianos en el sector eléctrico: la Compañía Industrial de Electricidad del Río de la Plata, que se dedicaba al diseño, la construcción y la instalación de pequeñas centrales eléctricas. Poco después, Carosio promovió, a partir de 1910, la formación de una nueva compañía de electricidad en Buenos Aires, con el aporte de italianos provenientes de capitales peninsulares y de empresarios instalados en la Argentina, así como de capitalistas suizos.

De esa manera, se constituyó la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad para competir contra una compañía de capital alemana que funcionaba desde 1900, a la que llegó a desbancar al obtener una concesión por 50 años del suministro eléctrico a la ciudad de Buenos Aires.

Fue presidente de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad, una de las más fuertes del sector en la Argentina. Fue también el iniciador del servicio eléctrico de luz y transportes eléctricos en el Paraguay, a través de la CALT, empresa que, una vez nacionalizada en 1948, dio origen a la Administración Nacional de Electricidad (ANDE).

Fue el introductor en la Argentina del servicio telegráfico de transmisión inalámbrico Marconi y creador, en 1920, de la empresa de comunicaciones Compañía Italiana de Cables Telegráficos Submarinos, la que concretó la comunicación con cables submarinos entre la Argentina e Italia.

En 1922, se trasladó al Perú, donde tuvo a su cargo la modernización del sistema eléctrico limeño. Posteriormente retornó a su país, y falleció en Baveno, Novara, Italia, el 24 de junio de 1959. Sus restos fueron repatriados a la Argentina. El Gobierno italiano le otorgó importantes condecoraciones.

Sucesor de Carosio fue don Agostino Zamboni, ingeniero industrial y empresario nacido en San Michele al Taguamanto, Venecia, Italia, en 1883. Estudió en el Instituto Politécnico de Milán y emigró al Río de la Plata. Fue director general de las Usinas Eléctricas del Estado de Uruguay y dirigió la construcción de centrales eléctricas.

En 1914 pasó a la Argentina y durante 50 años fue director general de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad. A la muerte del presidente de la compañía, Giovanni Carosio, en 1959, asumió ese elevado cargo en la empresa. También integró cargos directivos de diversas empresas relacionadas a esa compañía, entre ellas la CALT del Paraguay. Fue presidente de Parfina SA Financiera de Asunción. Falleció en Buenos Aires, en 1969.

surucua@abc.com.py 

Fotos ABC Color/Archivo Surucua.

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