Cazador de drogas

Se suele pensar que los caninos que descubren drogas son “adictos enviciados” por sus entrenadores, y que por eso la buscan de manera tan eficiente. Veamos qué nos dicen algunos expertos que los cuidan y entrenan en la Policía Nacional y la Secretaria Nacional Antidrogas (Senad).

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Aurelio Jurado Sanabria, suboficial mayor, instructor de canes detectores de drogas del Departamento antinarcóticos de la Policía Nacional, trabaja allí desde hace 22 años. Hoy se encuentra en San Pedro con Belgo, un pastor belga malinois entrenado en Estados Unidos y donado por la Embajada de este país para ayudar a combatir el tráfico de drogas.

Jurado Sanabria realizó el curso con perros detectores de drogas de la policía en el canil central de la Policía Federal de Brasil.

El uniformado explica que “no se droga a un perro para buscar drogas; el can adicto nunca va a buscar drogas”.

Según comenta, los perros de dos meses son seleccionados por sus aptitudes de buscadores. “Elegimos razas como labrador retriever, golden retriever, pastor alemán y pastor belga malinois (que es más fino y alto). No todos los perros serán detectores de drogas; nos fijamos en la actitud, si quiere jugar, y para esto utilizamos las pelotitas de tenis”.

Explica que “el perro es un cazador, y cuando ve la pelota botando, su instinto de caza parece decirle que se trata de un conejo al que sigue. Los animales que no hacen caso a este ejercicio no serán entrenados como buscadores”.

El trabajo empieza en la mañana: “Le escondes su pelota, y ahí va a querer jugar más, media hora jugás; muerde, le sacas, y tiras de nuevo. Empieza a aprender y a querer esa pelota”.

Más adelante, continúa, “a los cinco meses o al año, el perro saludable joven quiere jugar. Se hace la asociación de olores en pelotas que se introducen en varias cajas de madera. Una pelota tiene olor a marihuana la primera semana; a la siguiente, solo cocaína; luego, otra pelota posee olor a éxtasis. El entrenamiento dura tres meses intensivos”.

La alimentación es con balanceado a la tardecita, de acuerdo a su peso, y las proteínas que necesita; nunca le falta el agua.

El entrenador afirma que “el juego continúa, y el perro encuentra la pelota en la caja donde también esta la droga. Los animales son condicionados y aprenden por repetición. Cuando le hacés toda una semana el mismo ejercicio, encuentra la caja aunque esta se mueva de lugar”.

La siguiente semana, el perro “busca la pelota, pero se le pone solo la droga, el te va a dar la señal cuando la encuentra: permanece sentado, ladra, muerde cuando halla la droga. El cree que encontró su pelota, pero encontró droga. El perro no tiene contacto con la sustancia, no la muerde, no la consume, porque está envuelta en plástico y toallas. Cuando encuentra la droga, yo le doy su pelota, y él cree que la encontró. Cuando asocia bien, se le esconde en asientos del auto, bajo tierra, bajo agua. Porque los traficantes son cada día más ingeniosos y el perro tiene que tener su sensibilidad olfativa. Debe hallarla en el fuselaje del camión, en la chapería; si supera todo y pasa esos exámenes, va a ser un detector de drogas, y el guía se recibe”. El can trabaja para la policía durante aproximadamente ocho años, y luego se le entrega a su guía, quien lo lleva en su casa, refiere el entrenador.

Obsesión por el juguete

Julio Acosta, oficial primero de Policía, del Departamento Antinarcóticos, trabaja con Apolo (foto), un pastor alemán formado con la asociación de olores. “Trabaja con un juguete, una toallita impregnada con el olor, hasta que el perro se obsesiona por ese juguete. Al principio el olor de la toallita tiene que ser neutro, no se mezcla con sustancias”.

Agrega que en un segundo nivel se trabaja en lugares abiertos, con vegetación. “Le tiramos su juguete; el perro no lo ve y usa su olfato: asocia el olor de su saliva con el juguete. Ahí el perro tiene seis meses. Una vez que lo encuentra, le premiamos, y es un trabajo de presa y caza”.

La tercera etapa, describe el experto “es con impresión de olor: la pelotita se introduce en tarros con la sustancia, como cocaína, crack, marihuana y precursores químicos de la cocaína. La tercera etapa, la final, ya es con la droga. Ahí el can tiene 10 a 11 meses, practica todas las semanas como cualquier atleta. No se le da la droga. Los canes no consumen drogas; buscan su juguete con el olor de la sustancia”.

El perro sale a un procedimiento cuando tiene un año.

La policía tiene ocho canes inteligentes que aprenden rápido.

Estímulo y respuesta

El suboficial de Infantería de Marina Víctor Acuña Thomen, entrenador de canes detectores de drogas de la Senad, también realiza prácticas basadas en el juego y la asociación del olor de la droga. “Aquí trabajan 14 canes detectores de drogas al 100%, y cada guía tiene un perro; la mayoría son de EE.UU., donados por la Embajada. Trabajan en el aeropuerto y oficinas regionales del interior”.

Son entrenados a base de técnicas del reflejo condicionado, estímulo respuesta. “En ningún momento son drogados; nunca tienen contacto con las sustancias impregnadas en la pelotita. Los juguetes tienen cuatro olores: marihuana, cocaína, metanfetaminas y heroína. Las sustancias son seudodrogas elaboradas en laboratorios, mucho más seguras para el entrenamiento”.

Según el suboficial, “los sistemas de búsqueda son ordenadas y detalladas de izquierda a derecha, para ahorrar las energías del perro. Se hacen en lugares pequeños, cerrados, oscuros, en el campo, escaleras y otros lugares elevados”.

El entrenamiento del can comienza “entre los ocho meses y el año; cuando tiene una conducta adecuada, encuentra la droga, es premiado verbalmente o con recompensa (la pelotita)”.

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