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La casa de un arquitecto es más flexible y dinámica, fue pensada a partir de otra preexistente en el mismo terreno, la que sirvió de cantera de materiales de la nueva, ubicada hacia el fondo de la propiedad.
Se aprovecharon al máximo los materiales de demolición que permitieron diseñar la vivienda, de acuerdo a sus texturas y colores que recuerdan de dónde vinieron, en un nuevo lugar, para así generar una memoria.
La morada tiene 100 m2 cubiertos, dos habitaciones y áreas en planta baja integradas para favorecer el sentido de amplitud de espacios, aumentada gracias a la doble altura en el área del estar y comedor. La funcionalidad define los espacios, según cambios en el uso, en el presente es vivienda y trabajo.
El jardín es una prolongación de la vivienda hacia el lindero, apropiándose de sus frondosos árboles y apertura visual. Este espacio es aprovechado dado nuestro clima caluroso, vinculado al interior mediante cristal templado.
Fotos: Celso Ríos.