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En contraposición a los tonos claros de las paredes, aquí cobran distinción los muebles, objetos decorativos y terminaciones arquitectónicas. Al ingresar se observan las vetas del paraíso en las dos puertas del acceso principal, a las cuales se agregan buñas horizontales con perfiles metálicos, en que los manijones inoxidables dan el toque de elegancia. La entrada se divide del pasillo externo a través de un espejo vertical con bordes biselados, que ayuda a unificar ambos lugares visualmente; un toque contemporáneo dentro de la conjunción de estilos logrado en la ambientación.
Se destaca la pulcritud del porcelanato beige y las paredes delicadamente pintadas, por ejemplo, en el comedor compuesto de una mesa cuadrada con tapa de vidrio biselado, y base de madera maciza. El tapizado de las sillas cuenta con dos telas, que evitan la uniformidad extrema, con motivos lisos y estampados geométricos, siguiendo la misma gama de color. Como detalle resalta el capitoné, y se añaden tachas envejecidas, que son parte de los asientos en sectores distendidos, pero marcando siempre la elegancia. Algunas alfombras y adornos potencian al mobiliario y acompañan a magníficos cuadros.
En la obra, perteneciente a la arquitecta Graciela Fornera, se adicionan piezas constructivas que logran áreas agradables y no rígidas, con muebles bien distribuidos. La profesional menciona que, más allá de la línea actual, lo importante es que la familia se reúna diariamente en sectores en los que estén a gusto.
La piscina es un espacio común y familiar que une a dos dúplex de este condominio, que consta de hidromasaje y un muro revestido donde hay una cortina de agua. Vasijas gigantes y muebles de hierro se hallan en decks laterales. Una jardinería mínima recorre el perímetro y brinda el equilibrio necesario para agregarle energía a un lugar despejado, dedicado al disfrute.
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