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Los distintos espacios interiores son acogedores y presentan mucho colorido, logrado a través de los manteles, alfombras, almohadones, camineros y mantas que cobran protagonismo en esta decoración.
Los materiales de demolición como las vigas y los pilares de quebracho suman su historia y belleza. La idea es reutilizar los elementos y lograr un aire rústico para esta casa de verano. Surgen del techo los spots reciclados, así como ventiladores antiguos, pintados y forrados en rafia.
En cada rincón de la casa brindan su colorido las flores naturales recogidas del jardín, como se observa en la mesa del comedor, dispuestas en recipientes de vidrio, sobre un caminero con toques de tono bordó. El efecto vintage del conjunto agrega una sinfonía de colores y nostalgias, de la que forman parte las puertas persianas así como otros ventanales reciclados, que conforman los nexos entre el entorno poblado de árboles, con base de césped.
El piso de la morada es alisado de cemento con fajas de madera, donde se destaca una escalera con los escalones de pisos con diseños únicos. Los muros poseen cuadros de distintos tamaños.
En la parte externa de la vivienda se observan varios asientos, sombrillas y hamacas distribuidos en todo el jardín, para mayor comodidad de las numerosas personas que visitan este lugar. Las piedras del cerro así como las flores del jardín no pasan desapercibidas en el amplio patio, a la sombra de un frondoso chivato, que plantó la abuela. De esta bella obra se encargaron la arquitecta María de la Paz Rivarola y el ingeniero Mario Coscia; el jardín es un trabajo de Graciela Bo.
Mención aparte merece la piscina con un diseño vanguardista, sin límites, cuyas franjas blancas con un efecto “flotante” emergen entre la suavidad del agua, azul como el cielo reflejado, semejante a un idílico poema de enamorados.
darzamendia@abc.com.py