Asunción: una aproximación a la ciudad desde la experiencia estética

Muchas de las fotos que se viralizan en las redes, tomadas desde azoteas, drones o puntos elevados, participan de cierta mirada con la que actualmente se observa la ciudad: muestran edificios, sombras, pisadas, pero nunca los rostros de los habitantes, que, así, vuelven invisibles.

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El 10 de agosto del 2016, el intendente de Asunción, Mario Ferreiro, presentó el Festival de Arte Urbano «Latidoamericano» en el Salón de Intendentes de la ciudad. En la mesa, a su derecha, estaba la directora municipal del Centro Histórico, Carla Linares, y a su izquierda, el concejal Hugo Ramírez y el artista plástico y coordinador general del evento Oz Montanía. Ferreiro destacó que esta importante iniciativa generaría «una conversación sobre la participación y espacios públicos de Asunción a partir de la irrupción del arte contemporáneo en las calles» (1).

Desde el principio, el evento tuvo una gran cobertura mediática, tanto empresarial como alternativa, sobre todo a través de internet. Apenas marcados los primeros trazos, las imágenes de los megamurales se hicieron virales. Expresiones como «¡Chao, qué loco!» o «¡Qué purete!» se multiplicaban en las redes sociales, donde las imágenes del desarrollo de las obras eran transmitidas en vivo a través de videos o fotografías.

Comenzaban a circular fotografías, tomadas desde puntos elevados, de figuras expuestas en paredes altas y deterioradas que rodeaban estacionamientos. Las imágenes de las obras se viralizaban en las redes, causando una saturación visual a los usuarios.

Las contestaciones, en códigos propios del medio, no se hicieron esperar. Muchas fueron las fotografías intervenidas y transformadas en memes que expresaban las percepciones que el evento estaba produciendo en la ciudadanía. Entre todas ellas, hay una que a mi parecer podría servir de síntesis visual para explicar lo que quizás esté pasando en el microcentro histórico de Asunción en la actualidad.

En la parte inferior derecha de esta imagen vemos el rostro de un hombre adulto de piel blanca, con grandes anteojos de armazón cuadrado y rojo; bultos de cabello rojizo perfilado a ambos lados remarcan sus orejas; en el mentón y el cuello, una barba arrubiada resalta su casi imperceptible sonrisa. Es el rostro del fiscal Rogelio Ortúzar, años atrás criticado por armarse hasta los dientes, emulando a héroes de acción del cine, en sus intervenciones. Coincidiendo con Latidoamericano y su posible nombramiento como ministro del Interior, luego de la destitución de Francisco de Vargas, el fiscal afirma que «dos compuertas abren las posibilidades de vencer la inseguridad: una es tratar las medidas que se otorgan en los juzgados penales de la adolescencia y la otra se refiere a la parte de ejecución, donde se deben establecer criterios estrictos». Un mes antes, en el barrio Sajonia de la capital, el Tribunal de Sentencia había declarado culpables a once personas en el caso Curuguaty, cuatro de ellas por homicidio doloso agravado, invasión de inmueble ajeno y asociación criminal. Rubén Villalba, dirigente campesino y militante del Partido Comunista, sufrió la pena más alta: treinta años de cárcel más cinco de medidas de seguridad. Según Maqueda, el retrato contemporáneo «tiende a desfigurar el rostro, a transformarlo», pero no solo el retrato se distorsiona: también el rostro, con cirugías plásticas o bótox, «se modifica, se remodela, rejuvenece» (2). En este caso, la apariencia amigable y transgresora, tipo hipster, del representante del Ministerio Público no era coherente con su discurso y su práctica criminalizadores, pero coincidía con el cambio de aspecto forzado que se venía realizando de manera brusca sobre los edificios de la ciudad, con ilustraciones que no terminaban de mimetizarse con la realidad social del momento.

En el meme, el rostro del fiscal está pintado sobre uno de los muchos edificios deteriorados del microcentro histórico, que no sufre esta degradación solo en su territorio, ya que su producción cultural también convive con este mal. Un ejemplo es el antiguo edificio del Instituto Municipal de Arte, incendiado en el 2011; en él se realizaban las principales tareas administrativas de la capital, ya que funcionaba como Municipalidad, sobre todo en épocas de «Paz y Progreso»; en la transición democrática, «con el recambio político y admirativo, llegaron nuevas políticas de descentralización institucional, como parte de la contrición expresada en el propósito de una “Nueva Asunción”, con otras características y valores, como la participación ciudadana, el civismo para el fortalecimiento de la democracia y la necesaria modernización administrativa estatal. Con esas consignas fueron construidos nuevos locales administrativos, y diversos espacios que un día habían representado autoritarismo y condescendencia fueron cedidos para la formación y la producción artísticas» (3). Sin embargo, dos décadas después, la cultura democrática no ha logrado instalarse en su totalidad, y ha cedido su lugar a la del consumo. Las principales actividades multitudinarias, incluyendo las fiestas por la independencia, son organizadas y convocadas por la Asociación de la Movida del Centro Histórico de Asunción (AMCHA). Hoy, el antiguo edificio del Instituto Municipal de Arte «representa la degradación, por omisión, del territorio urbano y de sus instituciones, lo que no es sino una suerte de antesala para una previsible transferencia posterior de las responsabilidades estatales sobre el microcentro histórico de la ciudad de Asunción, con su correspondiente producción artística y cultural, al protagonismo sin trabas del mercado» (4).

Lo último se relaciona con algo que, pese a su obviedad, podría pasar desapercibido: la mirada omnipresente y despersonalizadora con la que se observa el microcentro histórico actualmente. Según Maqueda, el retrato contemporáneo «tiende los rostros desaparecen cuando son multitud» (5). La fotografía intervenida y muchas otras fueron tomadas desde azoteas, drones o puntos elevados de la ciudad. Muestran edificios desgastados, sombras, pisadas, pero nunca los rostros de los habitantes, que vuelven invisibles para todos. Una mirada que parece no querer ver lo que verdaderamente está ocurriendo en la ciudad.

Según la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos, el 41% de los habitantes de Asunción está en situación de pobreza, y gran parte vive en los bañados, asentamientos o barrios periféricos; por lo general, no cuentan con vivienda de material, ni instalaciones sanitarias mínimas (ducha o inodoro), y la posibilidad de inundación es constante. Según Benegas, en el barrio Ricardo Brugada (Chacarita), en el centro histórico, los pobladores primeros en llegar se asentaban en los lugares más altos, y los últimos en las riberas. «Unos se escapaban de la inundación y otros se sumergían en ella con la esperanza de conseguir, en cualquier momento, un lugar más arriba» (6). Según Galeano, en una investigación en asentamientos informales de Asunción y Gran Asunción realizada durante el 2016, «17,6% de los jefes de los hogares de los asentamientos del departamento central se sintieron alguna vez discriminados por alguno de estos motivos: racial, étnico, identidad sexual, género, aspecto físico, o por vivir donde vive» (7), a pesar de que solo en el 2,17% de los hogares hay algún miembro con antecedentes penales. Mientras tanto, la prensa empresarial pega gritos desaforados en artículos que denuncian que en la zona de la costanera «las puertas y ventanas de las construcciones» son «violentadas por marginales que las emplean como aguantaderos y que son los que atacan a la gente indistintamente a la siesta o al caer la noche al tiempo que despide un nauseabundo olor por la basura que acumula en sus dependencias y sirve de guarida a drogadictos» (8). 

Notas 

(1) «Lanzan festival “Latido Americano Paraguay” de arte urbano», 10 de agosto, 2016, en: <http://www.asuncion.gov.py/intendencia/lanzan-festival-latido-americano-paraguay-de-arte-urbano.

(2) Ana Maqueda: «El retrato en la multitud», en: Miguel Corella, Wenceslao García (eds.): Metáforas de la multitud. III Congreso Internacional Estética y Política, Valencia, Editorial Universitat Politécnica de Valencia, 2015.

(3) Julián Sorel: «¡Alarma, Asunción! Estado de sitio» (conversación con Nelson Zarza), en: Suplemento Cultural del diario Abc Color, Asunción, domingo 10 de julio del 2016.

(4) J. Sorel, op. cit.

(5) A. Maqueda, op. cit.

(6) Julio Benegas Vidallet: «El mundo Chacarita», en: periódico E’a, 4 de octubre, 2016.

(7) José Galeano Monti: Territorios de exclusión social, Asunción, Arandurá, 2017.

(8) «Casas abandonadas del centro son un peligro para visitantes de la Costanera», en: diario Última Hora, 18 de marzo, 2014.

Referencias 

Aldo Pusineri: La ciudad de los pobres: https://medium.com/@aldopusineri/la-ciudad-de-los-pobres-dabafb59bf85

Nelson Zarza: Mercado y ocupaciones urbanas, Asunción, Ceaduc, 2016.

Thomas Rifé: «El meme como voluntad multiplicada», en: Revista Ñ, Suplemento Cultural del diario Clarín, Buenos Aires, jueves 2 de marzo del 2017.

nelsonh.zarza@gmail.com

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