El Cabildo de Asunción II

Desde “tiempo inmemorial” el Cabildo de Asunción se ubicó junto a la Plaza Mayor en el lugar donde subsiste con el nombre de “Cabildo. Centro Cultural de la República”.

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Aquel paisaje de Asunción (1758), publicado semanas atrás en esta misma sección, no hace más que corroborar lo indicado en los planos de Ramón de César (1785-1786) y Félix de Azara (1786-1793). En este último, la torre del Cabildo se halla unida a la pared oeste del edificio; en tanto que en los anteriores, ella hace cruz con el cuerpo de la obra.

La torre colonial amenazaba ruina a comienzos de 1802, motivo por el cual se ordenó al procurador de la ciudad su rápida refacción; en cambio, el derrumbe del edificio del Cabildo era inminente y se lo demolió en 1816. Recordemos que la piedra fundamental se colocó en el centro del cimiento de la pared oeste de la torre, lo cual indica que el nuevo edificio arrancó a partir de ese punto. La torre quedó adosada a la nueva Sala Capitular que, según fuentes documentales, debió ser de “alto” y medir 14 varas, unos 12 metros de extensión. Imaginemos al Cabildo de Francia con la torre al Este como si se tratara de un negativo revelado a la inversa, esto con relación al sitio ocupado por la construcción anterior.

Extinción del Cabildo

“Se suprime la reunión que ha corrido con la denominación de Cabildo”, fue la sentencia contenida en un pliego cerrado que el Dictador Francia envió a los cabildantes reunidos a instancia suya, el 30 de diciembre de 1824. En adelante, sólo habría empleos precisos para la administración de Justicia; estos serían: dos Alcaldes Ordinarios, un Juez de Marcado y Abasto, un Defensor de Pobres y Menores, un Procurador de la Ciudad que atendería el Ramo de Guerra y la Defensoría de Naturales.

Antes de disolverse el Cabildo, los miembros electos procedieron al tradicional juramento de ejercer fiel y legalmente sus obligaciones. Como era costumbre, el primer día del año de 1825 se llevó a cabo la toma de posesión de cargos. El alcalde de primer voto podría decidir sobre costos o compostura de prisiones (grillos, cadenas, cepos, etc.) y otros egresos de carcelería, además de atender determinadas urgencias que pudieran darse en materia de obras públicas.

El edificio siguió abierto a la administración de Justicia, aunque en la práctica, el doctor Francia concentró en su persona todos los cargos y poderes. A la muerte del Dictador, en setiembre de 1840, el “Cabildo” se hallaba convertido en depósito fiscal. Los cónsules de la República: López y Alonso, lo rehabilitaron para sede del nuevo Cuerpo Municipal, en junio de 1841: “La Casa de Cabildo que estaba ocupada de almacén por cuenta del Estado queda expedita… para los casos prevenidos en el acta de erección del Cuerpo Municipal… El presidente de turno de dicho cuerpo correrá con el Archivo del Cabildo suprimido”.

Una semana después de restablecida aquella corporación, sus miembros se reunieron en la antigua Sala Capitular, el 16 de junio de 1841, ocasión en que dieron apertura al primer libro de actas. Al indicar el lugar de encuentro señalaron: “En esta Casa y Sala destinada por el Excelentísimo Supremo Gobierno de la República para el efecto”.

El Congreso Extraordinario de noviembre de 1842 aprobó el Estatuto Provisorio de Administración de Justicia, con lo cual quedó extinguido el citado Cuerpo Municipal. El Congreso autorizó al Tesoro Nacional a proveer los sueldos al Juez Superior de Apelación, a los Jueces en lo Civil y Criminal, Agente Fiscal, Defensor General y demás empleados y oficinas anexas a la nueva administración de Justicia. En esa ocasión, la sede del Cabildo se vio beneficiada con algunas mejoras, como cambio de puertas, ventanas y pintura.

Palacio de Gobierno

Los Cónsules de la República vieron la necesidad de contar con un local adecuado para las sesiones del Congreso Nacional; hasta el momento los mismos se reunían en cuarteles o templos de la ciudad, ya que la antigua Sala Capitular resultaba estrecha para el efecto.

Un lugar propicio para la construcción del Congreso resultó ser la Plaza Chica (actual Teatro Municipal), aunque para ello, se tuvo que pagar a Pedro Vicente Cavdevilla el valor de un terreno y casa ruinosa que poseía en dicho sitio.

A partir de la inauguración del Congreso Nacional, en marzo de 1844, obra del constructor español Pascual Urdapilleta, el novel presidente de la República, Don Carlos Antonio López resolvió dar un destino diferente al edificio del Cabildo: lo ampliaría y renovaría para sede del Palacio de Gobierno.

Antes de emprender dicha obra, don Carlos ordenó algunas obras en la gran plaza y su entorno, entre ellas, la terminación de los detalles de la Catedral (1846), el levantamiento de una muralla en la boca del zanjón del mojinete del Cuartel de Lanceros, ubicado al norte del antiguo Colegio Jesuítico, además de proteger el mojinete del Cuartel de Caballería, muy próximo al Cabildo.

Cabe resaltar que el nuevo Palacio de Gobierno, así como las demás obras públicas emprendidas en tiempos de Don Carlos fueron posibles gracias a la política socioeconómica implementada por su gobierno. El Estado era dueño de extensas tierras, bosques de yerba mate y madera, ganado y esclavos provenientes en su mayoría de los bienes confiscados a los religiosos en 1824 y a los adversarios políticos de la dictadura de Francia. A este caudal de riqueza se sumaron extensas áreas de cultivo y bosques sustraídos por una ley de 1842 a los indígenas considerados “incapaces, sin muchos servicios y sin buen comportamiento”. Con esta medida, dichos nativos se vieron obligados a dejar sus tierras para conchabarse en las obras del Estado.

Las construcciones públicas se abarataron mediante la mano de obra esclava, indígena y la de presos de la carcelería pública que, según las leyes penales de entonces, eran obligados a trabajar en las obras del Estado cargados de grillos y grilletes en los pies y acollarados de cadenas y zoquetes (trozos cortos y gruesos de madera colgados al cuello).

Las obras de gobierno se emprendían bajo la dirección de maestros nacionales y extranjeros contratados éstos en Europa, y algo fundamental, el Estado contaba con suficientes fondos provenientes del Tesoro Nacional.

En los obrajes y carpinterías fiscales se trabajaban vigas cumbreras, piernas de llave, tijeras, alfajías, marcos de puertas y ventanas. Maestros carpinteros, sobrestantes y pintores, tanto nativos como extranjeros, dirigían las obras públicas, y semanalmente rendían cuenta de sus trabajos al Ministerio de Guerra.

Fue así que logramos interiorizarnos de la construcción del nuevo Palacio de Gobierno a partir de los informes presentados por el maestro Rafael Ríos durante los años 1846 – 1849 y por Manuel Riquelme, desde 1856 hasta su terminación al año siguiente.

Encontramos detalles de dicha obra a partir de mayo de 1846, cuando se daba cuenta de las vigas que se estaban colocando “en el corredor de la nueva sala” y otro reporte de Hermenegildo Quiñónez que habla del maestro armero fabricante de barretas usadas en la “obra que se llamó Cabildo”.

A comienzos de 1847 se trabajaba en el mojinete de la sala con los “arranques que se han unido con las paredes viejas” vale decir, la unión de la Sala Capitular de la era francisca con la nueva levantada a continuación de aquella. En el costado oeste se habían colocado dos marcos de ventanas con sus “rejas de hierro voladas”.

En la pared del corredor, de frente al Sur, quedaron concluidos los arcos de “tres varas de ancho y una y media de alto en la perpendicular de la parte cóncava con sus impostas circulares de catorce pulgadas de alto”.

En mayo de ese mismo año, los carpinteros habían fabricado 148 clavos de madera para el entijerado, además, 34 pedacitos de cedro de 7 x 4 pulgadas para las claraboyas y cuatro marcos de ventanas de 2, 7/8 varas de alto y una y tercia de ancho. Los albañiles habían colocado doce tablones a nivel para asiento de las vigas de las piernas de llave; en el frente sur quedaba formada la cornisa para recibir el alero del tejado que medía 34 varas de largo y 28 pulgadas de alto y en el contra frente del norte, igual altura, con igual largo de obra lisa.

Cinco carpinteros se ocupaban en “arreglar 200 palmas para tijeras cortadas a “transador” y empalmadas unas a otras con sus barrenos correspondientes, incluso 67 con dos barrenos, como también quedó clavado con clavos de fierro el cañizo de trecho en trecho para su firmeza y seguridad”.

En junio se concluyeron en el frente sur “ciento cuarenta y nueve varas superficiales de tejado vano y se revocaron tres varas de largo la cornisa que recibe el alero que consta de una vara de alto”. Los carpinteros prepararon 29 tirantes “para los dos limatones que ya se han alzado y colocado en uno de ellos 16 tirantes: habiéndose alzado también 11 para la otra sala. “Se compusieron 182 varas de tablas para entable de los aposentos”. En ese mismo mes se concluyó el entable de las dos salas “como también el del limatón hasta la mitad del corredor”.

Los albañiles dieron por terminadas “las peañas de las dos ventanas de la sala del oeste, lo mismo la colocación del marco de puerta en la pared que divide el cuarto sobre corredor al aposento”.

En el mes de julio se estaba trabajando el enladrillado “del pan de la azotea” (corredor sur del segundo piso) también se revocaba el cornisón que corona la obra. “Se han torneado cuatro jarras, como también los plintos con sus collarinos de las tres jarras del frontón, quedando once de éstas, blanqueadas”. Los carpinteros prepararon 16 “listones redondos para almas de las jarras” y batientes para las dos hojas de la puerta del zaguán. En el mismo mes “habían blanqueado y pintado con el rosado todo el antepecho en distancia de cincuenta y ocho varas de largo, como también el cornisón que consta de ocho varas de largo en el frente al Norte; en el testero del oeste 19 varas de largo dando la vuelta al frente sur.

Antes de acabar el mes de julio, se estaban revocando los pilares, arcos y columnas de la galería, como también la pared del corredor del frente sur.

“En el tímpano del frontón queda dibujado el escudo nacional en el círculo pequeño y en el mayor, las hojas que forman el círculo con el letrero correspondiente y un tablero recortado paralelo con los dos círculos”; los trabajos de pintura “de los blasones” estuvo a cargo del maestro pintor indígena José Ysogoba.

Gracias a la ilustración de Thomas Page (1854) en la que aparece el Cabildo unido a la torre, hoy se puede entender el reporte del maestro Báez cuando señala que se cortaron 28 palmas y unas varas de alfajías para el tejado: “Queda cubierto de teja vana la media agua en el testero del Este, que consta diez y nueve varas de largo y siete de ancho”. Sin lugar a dudas, se refiere a las paredes de la torre del Cabildo colonial.

En agosto se había revocado el frontón que adorna la puerta del zaguán que constaba de cuatro y media varas de largo. También se blanqueó y pintó la cornisa que divide los dos cuerpos en el testero del oeste. “Se han dado dos manos de pintura con aceite a cinco caños de la azotea y una mano a once más”.

“Queda blanqueada la fachada del primer cuerpo frente al Sud hasta dos tercios de las columnas con sus pilares de alto abajo, quedando igualmente todo pintado”. En setiembre del mismo año, se iniciaron los cimientos para la pared del terraplén del edificio, que eran de dos varas de profundidad y cuatro de ancho.

El maestro Manuel Antonio Báez rindió cuenta de lo trabajado por 14 carpinteros a su servicio; éstos habían entablado en la primera semana de dicho mes seis hojas de puertas y una de ventana, el armado de siete pares de bastidores para cuatro ventanas del primer piso, treinta y dos batientes y 48 barrotes para los postigos de las ventanas. Compusieron además, 40 tableros para las cinco hojas que están “en estado de entablarse para el segundo piso: un marco de puerta y colocado en él tres machos de fierro para el sobre corredor del Norte: y se han trabajado 9 palillos calibradores”.

Una prueba más de la permanencia de la torre en el extremo este la hallamos en el informe de noviembre de 1848 que manifiesta la colocación de “nueve barandas en los pilares de las intercolumnas de la galería Sud”; también da cuenta de la colocación de la puerta del pozo “afirmada con dos hiladas de ladrillos”.

En el Congreso de marzo de 1849, Don Carlos informó acerca de la nueva obra: “Al Norte de la Plaza 14 de Mayo se ha edificado una casa de dos pisos, de capacidad y toda conveniencia para morada del Gobierno”.

Los trabajos siguieron unos meses más; en mayo se había dado una mano de blanqueo a los “deterioros de los revoques de las paredes viejas; dos manos a los mojinetes nuevamente revocados y la nueva pared”. También se cerraron “las entrealfajías con cal y ladrillos encima de 74 tirantillos, incluso los cuatro del zaguán, cuyos 70 tirantillos son los que cargan el pan de la azotea de la galería del Sud”. Se pintaron 16 puertas y 19 ventanas, y se hicieron algunos retoques.

El último informe de Rafael Ríos sobre los trabajos emprendidos en el nuevo Palacio de Gobierno data 20 de mayo de 1849; en adelante, dicho maestro se ocupó del remozamiento y ampliación de la ex Cárcel Pública (Comandancia Nacional de Policía), el Cuartel del Colegio y los cimientos de la futura residencia de Don Carlos (El Paraguayo Independiente e Independencia Nacional) que, por cierto, se construyó con fondos del Tesoro Nacional y mano de obra del Estado.

Cinco años después, el Congreso reunido el 14 de marzo de 1854 dejó inaugurado el salón del segundo piso al albergar en él a los diputados del mismo. El presidente López rindió cuenta a dicho Congreso de la culminación de la obra: “Se ha reformado y concluido para Palacio de Gobierno, con la comodidad de dos pisos, la casa que había empezado el cabildo de los patricios y estaba abandonada desde que fue suprimida aquella corporación”.

Con motivo de los festejos del cumpleaños de Don Carlos, el 4 de noviembre de dicho año, “los patriotas” le ofrecieron un sarao en el salón de arriba, constituyendo aquel, el primer baile oficial celebrado en el nuevo Palacio de Gobierno.

Congreso de 1856

En setiembre de 1856, se anunció la celebración de un Congreso extraordinario a reunirse en noviembre, en el citado salón. El objetivo era reformar la Constitución de 1844 que exigía, para ser presidente de la República, contar con 45 años de edad y pertenecer al fuero común. Con dicha reforma se pretendía establecer la edad “de 29 a 30 años”, pudiendo ser de “cualquier fuero”; justo a la medida del general Francisco Solano López.

Recordemos que el edificio de la Sala de Sesiones se había convertido en Teatro Nacional, en 1855; no obstante, los congresos siguientes volvieron a celebrarse en dicho recinto, incluso la elección de Francisco Solano López (1862) y la declaración de guerra a la Argentina, así como el otorgamiento a López del grado de “Mariscal, Presidente de la República del Paraguay y General en Jefe de sus Ejércitos” (1865).

Tal como lo dijimos en su momento, las obras del “Cabildo” habían quedado suspendidas en 1849; la proximidad del Congreso de 1854 pudo haber sido la razón de su continuidad y total terminación.

El maestro constructor de esa segunda etapa fue Manuel Riquelme; gracias a sus reportes semanales al Ramo de Guerra y la conservación de los mismos en el Archivo Nacional de Asunción, hoy podemos conocer las técnicas empleadas en su terminación, los materiales utilizados, las dimensiones del edificio y, lo más curioso, la incorporación de la torre del viejo Cabildo al salón del este; la prueba de esa anexión está a la vista del que quiera verificarla: se trata de la pared vieja, “desencuadrada”, que sobresale del resto del muro frontal, además de las diferencias notorias entre el arco construido a fines de 1856 y las nueve bóvedas o cimbras levantadas durante la primera etapa de construcción (1847).

Por razones de espacio ofreceremos sólo algunos detalles de aquellas intervenciones que justifican lo arriba expuesto: A comienzos del mes de noviembre de 1856, se estaba revocando “el cornisón, friso y arquitrabe y dos capiteles de pilastras circulares con sus collarines, como también la cornisa circular del arco con sus dos impostas y demás revoques lisos”. “Se continuó el enladrillado del corredor del segundo piso”.

En enero de 1857 se trabajaba “el friso y cornisón de todo lo que ocupa el cuarto de la escalera de uno y otro costado”. Semanas después quedó concluido “el revoque del antepecho de la parte exterior, como también los adornos y el cornisón de un costado”.

Se puede decir que la inauguración oficial de la nueva sede gubernativa se dio con la apertura de aquel Congreso extraordinario de 1856, que habilitó a Francisco Solano López para suceder a su padre, en cualquier momento.

El último informe de aquellas obras pertenece al maestro pintor Manuel Benítez, que, en marzo de 1857, había pintado “de colorado cinco puertas grandes, ocho chicas, ocho ventanas grandes, cinco chicas y dos costados de barandas”. Con estos detalles, el “Cabildo”, ampliado y remozado por Don Carlos, llegó a su término.

El capitán Richard Burton (1869) describe al “Cabildo” como un “imponente edificio de dos pisos del orden paralelopipedónico… En el segundo piso, pesadas pilastras formando diez arcos hacen un corredor profundo, igualmente eficaz contra el sol y la lluvia, provisto de fuertes balcones de madera. Las garitas exteriores y el grueso mástil de la bandera están pintados con tricolor”.

Dicho salón, hoy, está casi irreconocible por las despiadadas mutaciones sufridas, tantas que hasta le arrancaron los marcos, ventanas y rejas de hierro del frente norte.

El “Cabildo” fue sede del gobierno hasta 1894 cuando el Ejecutivo se trasladó al Palacio de López. A partir de entonces, fue asiento del Poder Legislativo hasta la inauguración del nuevo Parlamento Nacional.

Margarita Durán Estragó
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