El estado de la estrella solitaria

El de Texas es conocido como el estado de la estrella solitaria por su bandera –muy parecida a la de Chile–, heredada de la década en la que fue república independiente, antes de solicitar su ingreso como estado de la Unión, proceso completado en 1845, cuando se produce su anexión por parte de Estados Unidos como «estado número 28», lo que desató en 1846 el enfrentamiento armado con México.

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Texas fue inicialmente colonia del imperio español, parte del Virreinato de Nueva España. Testimonio de esa vigorosa impronta cultural son, como siempre, los hitos toponímicos en ciudades como El Paso, San Antonio, Amarillo y otras.

Una de las debilidades del imperio español fue su renuencia a poblar sus posesiones si necesario fuere con migrantes de otras nacionalidades. Por eso, las posesiones hispanas en Suramérica fueron perdiendo preeminencia frente a la presencia poblacional de los portugueses.

Cuando una ola de ciudadanos norteamericanos se estableció en él, este vasto territorio parecía destinado a formar parte tarde o temprano de la nueva potencia bioceánica del norte. Texas era tan extenso que una de las condiciones para su aceptación como parte del territorio estadounidense (pendiente su aprobación como Estado) fue que, si se dividiera, lo hiciese en menos de cinco estados diferentes.

La otra condición fue la de no extender la esclavitud al nuevo estado, pues se sabía que el país marchaba hacia una confrontación civil por dicho problema.

Al convertirse Texas en el estado número 28 y desatarse la guerra con México, luego de dos años de enfrentamientos desiguales, el tratado de Guadalupe-Hidalgo, firmado en el templo del mismo nombre, reconoció la derrota mexicana y la pérdida territorial. Fue un curioso tratado, pues no lleva el nombre de ninguno de los firmantes.

A pesar de ser Texas parte de los Estados Confederados, durante la guerra de secesión estadounidense de 1861 a 1865 no hubo grandes batallas en territorio texano, pero al final de ella entró a formar parte cultural del sur derrotado, con una representación parlamentaria siempre opuesta a los derechos civiles de las minorías afroamericanas.

Sin embargo, Texas fue desde el principio y hasta hoy un interesante laboratorio de integración por la importancia del elemento hispano. El político e historiador mexicano Lorenzo de Zavala (1788-1836), que fue gobernador del Estado de México y ministro de Hacienda, al ser enviado por su gobierno para mediar en el conflicto con Texas, terminó abrazando la causa de la independencia texana, y sus habilidades lingüísticas y diplomáticas hicieron muy valioso su apoyo al primer presidente, Stephen Austin. Zavala ayudó a redactar la constitución original de la república y fue vicepresidente interino entre marzo y octubre de 1836, poco antes de morir neumonía. Es admirado en Texas, donde un condado y varias escuelas y calles llevan su nombre. Su familia adoptó la ciudadanía texana y norteamericana después.

A principios de 1900, el descubrimiento de pozos de petróleo inició en Texas un gran auge económico, que pronto sirvió de base para el establecimiento de instituciones educativas de alto nivel. Texas tiene excelentes universidades mayores de investigación, estatales y privadas, como la de Rice o la de Texas en Austin, la capital, entre otras. Estas universidades descollaron primero en investigación agroganadera, y más adelante en medicina y ciencias en general. Texas es la meca de estudios geológicos y tecnología petrolera en el mundo.

Las ciencias sociales no fueron descuidadas; en Austin se encuentra el Centro de Estudios Latinoamericanos con la Biblioteca Nattie Lee Benson, parte de la cual es la imponente colección Gondra, adquirida por intermedio del profesor Pablo Max Insfrán, que compartió allí cátedras con Jorge Luis Borges.

La universidad también contiene la Biblioteca del presidente Lyndon B. Johnson, tejano que asumió el poder luego del trágico asesinato del presidente John Kenneddy, padre y gestor de la exploración espacial que en 1961 prometió llegar a la Luna antes de finalizar la década. Promesa cumplida cuando, en julio de 1969, Neil Amstrong dijo: «Es un pequeño paso para un hombre, pero un grandioso salto para la humanidad».

Por su posición geográfica central en el continente, la ciudad de Houston, en el golfo de México, fue elegida como sede para la supervisión de los vuelos espaciales de Estados Unidos, quedando Cabo Cañaveral, en Florida, como sitio de lanzamiento de las naves espaciales por su cercanía al Atlántico.

En el imaginario colectivo, en parte incentivado por las leyendas cinematográficas y literarias en torno al «Far West», Texas aparece como lugar de vaqueros y agricultores tradicionales. Sin embargo, la realidad es más variada y a veces sorprende también con otros elementos.

En Houston se encuentra la sorprendente Menil Collection, legado del matrimonio formado por John (1904-1973) y Dominique (1908-1997) de Menil, que emigraron de Francia durante la Segunda Guerra Mundial para establecerse en Houston, donde se encontraban las oficinas americanas de la empresa familiar de Dominique, la compañía petrolera Schlumberger Ltd, fundada por su padre, Conrad Schlumberger.

Con el tiempo, se erigieron en animadores culturales y patrocinadores del arte moderno, y en defensores de los derechos civiles y humanos. Comisionaron al arquitecto Philip Johnson (1906-2005) para la construcción de la residencia familiar, que llenaron de obras de arte y convirtieron en centro vital con presencia constante de personalidades de la ciencia, la cultura, el arte, los derechos civiles y el mundo intelectual.

La docencia siempre tuvo un papel preponderante en las actividades de los Menil, que fueron fundadores del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Saint Thomas y del Instituto de Arte en la Universidad de Rice, en cuyo campus se encuentra el edificio que alberga su colección. En las décadas de 1950 y 1960 apoyaron al Museo de Arte Contemporáneo y al Museo de Bellas Artes de Houston, contribuyendo con piezas importantes.

En los años sesenta, los Menil decidieron construir un museo que albergara su gran colección privada de arte, dejando un enorme legado a la ciudad de Houston y al mundo. Su acervo incluye obras de arte moderno: Cézanne, Braque, Georgio de Chirico, Man Ray, Fernand Léger, Matisse, Max Ernst, Magritte, Picasso, surrealismo, cubismo; y las nuevas corrientes del arte americano surgidas en la segunda mitad del siglo XX, como el expresionismo abstracto, el minimalismo y el pop art: Warhol, Jasper Johns, Pollock, Vija Celmins... Su colección también incluye antigüedades, arte bizantino y arte de África, Oceanía y culturas del Pacífico.

El campus, de catorce hectáreas, incluye la Cy Twombly Gallery, la Rothko Chapel y la Dan Flavin Installation, en Richmond Hall.

Los Menil comisionaron al eminente artista Mark Rothko (1903-1970) para erigir la Rothko Chapel, capilla ecuménica, abierta a todas las creencias y religiones, inaugurada en 1971, que inspira profundo recogimiento. En ella se encuentran la Biblia, el Corán, la Torah, El libro de los Muertos, textos budistas, hinduistas, sintoístas y otros corpus.

El programa de la temporada 2016-2017 de la Rothko Chapel incluye conciertos, conferencias, lecturas de poesía, conversatorios con personalidades internacionales y locales, curiosos planteamientos como «Perspectiva Feminista en el Islam», Yoga en la Plaza y otras atractivas convocatorias, y un permanente apoyo a diversos activistas y líderes religiosos.

La Rothko Chapel ha recibido al arzobispo Desmond Tutu, a Nelson Mandela, al Dalai Lama y a la ganadora del Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú. Cada dos años se realiza una ceremonia de homenaje al sacerdote Óscar Romero, gran defensor de los derechos humanos asesinado en San Salvador en 1980. Delante de la Rothko Chapel, la escultura Broken Obelisk, de Barnet Newmans, en honor de Martin Luther King Jr., simboliza la lucha continua por los derechos civiles y el papel estelar del predicador sureño que logró la proeza de que la batalla por la igualdad fuese pacífica, civilizada y con alto espíritu religioso.

La colección Menil sigue creciendo y es parte vital de la vida cultural de la ciudad. Un ambiente ideal para las reflexiones personales y la contemplación del arte.

beagbosio@gmail.com

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