“Esclavitud en el Paraguay”, de Alfredo Boccia Romañach

“Esclavitud en el Paraguay”, de Alfredo Boccia Romañach, lleva el sello editorial de Servilibro, y se encuentra en venta en las librerías.

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Alfredo Boccia Romañach, investigador de la historia americana, ha dedicado muchos años de su vida estudiando documentos que ayudan a comprender la realidad del pasado paraguayo. Es autor de varios libros de historia como “Amado Bompland. Caraí Arandú”, “Paraguay y Brasil. Crónica de sus conflictos”, “Rememorias y semiolvidos”, “Breve historia de la cartografía del Paraguay” y “La masonería y la Independencia Americana”.

¿Qué sabemos de los esclavos en el Paraguay, realmente? ¿Qué nos cuentan los libros sobre la terrible situación de total dependencia y servilismo impuesta al hombre?

La esclavitud, la condición más triste e inhumana por la que pasa un ser humano, desgraciadamente se ha dado también en Paraguay.

Aporta el material el siguiente dato: “Kamba Kokue es el último nombre que queda de lo que fue la presencia negra en esta ciudad, aparte de los rasgos físicos que se ven todavía en algunos pobladores, descendientes de los constructores de la estancia jesuítica de Paraguarí. El mismo hecho de que el barrio llamado ‘Kamba Kokue’ se encuentre detrás del cementerio local parece indicar el lugar que tiene en la memoria de la ciudad una de sus raíces históricas más importantes. Los jesuitas del Paraguay habían recibido esas tierras del gobernador don Gregorio de Hinestrota, para mantener en funcionamiento el Colegio que tenían en Asunción”.


Esclavitud y enfermedades

Otro dato, en función a las expresiones de don Félix de Azara, hace relación a los negros aquejados de alguna dolencia o enfermedad: “Las mujeres de sus amos los cuidan en sus enfermedades. Es posible que tal conducta no se haya cumplido en la generalidad de los casos, si bien es demostrativo que lo describa el referido autor.

Los amos tenían la obligación legal de proporcionar asistencia a los esclavos enfermos pagando los servicios de curanderos y las medicinas. Pero si el dueño veía que el tratamiento y la cura se prolongaban y amenazaban costarle más dinero que el precio de un nuevo esclavo, optaba por desentenderse y hasta podía manumitirlo para salvarse de la pesada carga. Esto ocurría casi siempre con las viejas decrépitas, pero no era excepción que tal suerte tocara a un adulto con antecedentes de buena salud”.


Tráfico de prisioneros

El mismo autor acerca estas interesantes líneas: “Después de la batalla de Yatay y de la capitulación de Uruguayana, los jefes y oficiales aliados se distribuían prisioneros paraguayos como si fueran bienes personales para destinarlos a sus fazendas o estancias, especialmente los de piel morena, lo mismo realizaron en nuestro territorio con los niños, fueran éstos huérfanos o no. Los pequeños sorprendidos en las calles eran tomados en muchos casos para enviarlos como presentes a familiares y amigos, en calidad de sirvientes o esclavos, o imponiendo elevados precios por el rescate de las infelices criaturas”.

En fin, no quedan dudas de que esclavizar al ser humano es la acción más perversa ante los ojos de Dios y de los hombres.

La libertad, derecho básico de las personas, es uno de los bienes más preciados dentro de cualquier sociedad.
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