Hay que abandonar los territorios

Las estructuras del proyecto misionero se sacudieron y la rebelión de los pueblos guaraníes se desató cuando España y Portugal firmaron un tratado de delimitación de fronteras que obligaba a abandonar vastos territorios a los indígenas que los habían habitado durante más de ciento treinta años: es la «Guerra Guaranítica» (1753-1756), sobre cuya dramática historia el Archivo de España de la Compañía de Jesús (Alcalá de Henares) guarda documentos fundamentales.

https://arc-anglerfish-arc2-prod-abccolor.s3.amazonaws.com/public/MQRCSDWI5RGK7OJ63NILWAZILY.jpg

Cargando...

La aplicación del tratado de límites firmado en 1750 por el cual España cedía a Portugal quinientos mil kilómetros cuadrados de territorio que incluían siete prósperos pueblos de las Reducciones Jesuíticas, si bien iba a solucionar un problema entre las Cortes de Lisboa y Madrid, por un lado, por el otro iba a dar origen a conflictos serios no solo en Europa, sino sobre todo en América. Portugal envió parte de su armada para apoyar a quienes iban a trazar la nueva frontera, y España hizo lo mismo, encargándole la tarea a Gaspar de Munive León Garabito Tello y Espinoza, marqués de Valdelirios. Desembarcó en el puerto de Buenos Aires en febrero de 1752 para encontrarse con que lo dispuesto por el tratado no había caído bien en el continente y la gente afectada mostraba mucha resistencia.

Por su parte, los portugueses tenían prisa por trazar los nuevos límites y tomar posesión de los nuevos territorios. Presentían, quizá, que esa generosidad del rey de España era transitoria y que dicha cesión podía durar muy poco, como en realidad lo fue, ya que, en 1761, el rey Carlos III anuló el tratado y las tierras regresaron a sus antiguos dueños.

En esa prisa por ocupar los territorios, los portugueses dispusieron que las siete ciudades de las Reducciones fueran evacuadas. No permitirían que sus habitantes y sus antepasados, que las habían ocupado por más de ciento treinta años, siguieran allí. El desalojo tenía que ser inmediato, lo que generó mayor descontento. Hubo dos reacciones. Una, proveniente del padre provincial de los jesuitas de la provincia del Paraguay, quien, el 19 de junio de 1953, elevó un memorial al marqués de Valdelirios, en el cual le «suplica suspenda las disposiciones de guerra contra los indios de las Misiones» (1). La otra proviene de los propios indígenas, que no dan crédito a esas disposiciones del rey de España; se sienten engañados y deciden enviar cartas al gobernador de Buenos Aires y a Madrid. Se podría añadir una tercera reacción, y es que, si bien algunos aceptan el mandato, son muchos más los que se niegan a abandonar lo que creen, con justicia, que son sus tierras.

«Señor Comisario Real Marqués de Valdelirios: José Barreda de la Compañía de Jesús, Prepósito Provincial de esta Provincia del Paraguay, parece ante V.S. para que en fuerza de su Real Comisión con que está entendiendo en los tratados de la línea divisoria de las dos Coronas de España y Portugal, se sirva oír en justicia a los clamores con que esta Provincia desea manifestar la fidelísima lealtad con que hasta la hora presente ha obedecido a ciegas y con pronto entendimiento las Cédulas Reales, y todas las órdenes conducentes a la evacuación de los siete pueblos de las Misiones que están entre el río Ibiqui [tal es la grafía utilizada y se refiere al río Ybicui, estado brasileño de Río Grande do Sul] para que según el consabido tratado se entreguen a los dominios de Portugal, y saliendo los indios que hoy los habitan a otros territorios pertenecientes a la Corona de España, trasladen a ellas sus bienes muebles y semovientes, y fabricando nuevos pueblos e iglesias labren tierras para mantenerse de sus frutos» (2).

Le señala el padre provincial en esta misma carta que se hicieron todas las diligencias necesarias para cumplir con el pedido de abandono de dichas tierras antes de que el marqués de Valdelirios llegara a Buenos Aires, pero que no había sido posible hacerlo. Explica también el trabajo arduo y meticuloso de convencer a los indígenas de que abandonen el sitio. «Habiendo convenido en dejar sus pueblos ?sigue diciendo? empezaron a salir de ellos algunos exploradores en busca de sitios y tierras competentes para su trasmigración, lo que constó a V.S. y Padre Comisario Luis Altamirano» (3), y le agradece el envío de mapas con posibles lugares donde ubicar los nuevos asentamientos, aunque ninguno de ellos les satisfacen.

«Pero entre las grandes dificultades que se ofrecían en tan arduo empeño, siempre hice presente a V.S. que la mayor, y aun insuperable, estaba en el limitado tiempo que se concedía para tan basta trasmigración, la que a juicio de los P.P. más experimentados de aquellos países era físicamente imposible en el estrecho espacio de seis meses» (4).

Se relata también la presencia del padre Altamirano, quien recorrió los diferentes pueblos tratando de convencer a los indígenas de que era necesario cumplir sus órdenes, y que en esta labor colaboraron todos «los Misionistas para obedecer sus mandatos, que en fuerza de ellos aún los P.P. más ancianos y enfermos se esforzaron para alentar a los indios, unas veces con ruegos, y otras con amenazas, haciéndoles presente la obligación que tenían de obedecer a su soberano, y cuán bien les estaría exponerse a las fatigas y aun perder sus bienes para acreditar su antigua lealtad; mas como el natural lento y espacioso de los indios cualquier movimiento acelerado es evidencia, y en su tarda y escasa inteligencia era novedad extraña e inteligible las que se les prevenía por concebirlas muy contraria a la pacífica posesión de sus casas, sementar y bienes en que tienen muy pegado su corazón» (5).

Notas 

(1) Leg. 1157, 43. Archivo de España de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares.

(2) Ibdm.

(3) Ibdm.

(4) Ibdm.

(5) Ibdm.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

Enlance copiado
Content ...
Cargando ...