Los amantes, las personas formales y la muerte

En una de sus canciones, De purísima y oro, el cantautor Joaquín Sabina habla de Manuel Rodríguez Sánchez, “Manolete”, torero nacido en Córdoba en 1917 y muerto en la plaza de Linares en 1947. Hay cuatro figuras centrales en la terrible historia de Manolete retomada por Sabina: una es la posguerra; otra, su novia, Lupe; otra, el toro, Islero; y la cuarta, la letal, las “personas formales”. Se los demostraré explicándoles la letra de la conocida canción cuarteto por cuarteto. ¡Vamos!

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LA POSGUERRA

“Academia de corte y confección,
sabañones, aceite de ricino,
gasógeno, zapatos topolino,
el género dentro por la calor”.

Los sabañones son producto del frío y en la posguerra abundaban porque era caro tener buena ropa de abrigo, y más aún calefacción. El ricino era un remedio multiuso del pobre. Con gasógeno se cocinaba y se tenía luz por pocas pesetas (aún no existían los euros). El género dentro por la calor era lo que ponían los cartelitos en las vitrinas de las tiendas cuando estaban vacías por el racionamiento.

“Para primores, Galerías Piquer;
para la inclusa, niños con anginas;
para la tisis, caldo de gallina;
para las extranjeras, Luis Miguel”.

Para primores Galerías Piquer era un eslogan de la casa comercial Galerías Piquer. Sabina glosa macabramente ese eslogan en los tres versos siguientes. En el segundo habla así de la inclusa porque en ella se dejaban niños enfermos, no deseados, etcétera. El tercero alude a que algo tan grave como la tisis se combatía con caldo de gallina. En el cuarto, Luis Miguel es Dominguín, el torero.

“Para el socio del limpia, un carajillo;
para el estraperlista, dos barreras;
para el Corpus, retales amarillos
que aclaren el morao de las banderas”.

El limpia es el limpiabotas, un carajillo es como un irish coffee que lleva brandy en vez de whisky; estraperlista es el que trabaja en el mercado negro, o estraperlo; dos barreras son dos entradas de barrera para los toros.

“Tercer año triunfal, con brillantina;
los señoritos cierran Alazán
y en un barquito Miguel de Molina
se embarca caminito de ultramar”.

Los señoritos son la conchetada, Alazán era un boliche de la época, y De Molina habrá sido otro más que se marchó a Buenos Aires harto de la dictadura.

“Habían pasado ya los nacionales,
habían rapado a la señá Cibeles,
cautivo y desarmado
el vaho de los cristales”.

Habían pasado ya…: sonrisa melancólica y autoirónica, por la consigna republicana: “No pasarán”. Los nacionales son los franquistas. Como escarnio público, se rapaba a algunas mujeres, y la señá Cibeles es la estatua de la diosa que está en la plaza Cibeles de Madrid. Y eso de cautivo y desarmado el vaho de los cristales es por el último parte de guerra de Franco, que comenzaba: “Cautivo y desarmado el ejército rojo…”.

LUPE

“A la hora de la zambra, en Los Grabieles,
por Ventas madrugaba el pelotón;
al día siguiente hablaban los papeles
de Celia, de Pemán y del bayón”.

La zambra es una fiesta flamenca; Los Grabieles era y es un tablao de Madrid; el pelotón, que iniciaba su siniestra ronda en la plaza de las Ventas al amanecer, es el pelotón de fusilamiento; los papeles son los diarios, Pemán (José María, de nombre) era un escritor andaluz ultraconservador de inicios del siglo XX, y el bayón es un tipo de baile.

“Enseñando las garras de astracán,
reclinada en la barra de Chicote,
la bien pagá derrite, con su escote,
a la crema de la intelectualidad”.

El astracán es la piel del cordero neonato; como la piel de las patas era el corte más barato, el abrigo enseña las garras. El Chicote es el archifamoso bar de la Gran Vía.

“Permanén con rodete Eva Perón,
Parfait amour, rebeca azul marino.

Maestro, le presento a Lupe Sino;
lo dejo en buenas manos, matador”.

La permanén es la permanente, ese rizado artificial del cabello que se hacía o se hace en peluquerías. Eva Perón representaba el lujo (España era un país pobre; Argentina, uno rico) y se imitaba su peinado. El Parfait Amour es un licor dulce de color raro, entre púrpura y violeta; lo había en mi casa paterna. La Rebeca es un saquito llamado así en la década de 1950 porque en Rebecca, de Hitchcock, la actriz principal lo usa todo el tiempo.

Los versos Maestro, le presento a Lupe Sino; / lo dejo en buenas manos, matador, los dejaré para el final.

“Y luego el reservao en Gitanillos;
y después la paella de Riscal,
y la tarde del manso de Saltillo,
un anillo y unas medias de cristal”.

La tarde es la tarde del 28 de agosto de 1947. El manso de Saltillo era Islero, el bello y temible toro de la ganadería de la viuda de Saltillo. Un anillo y unas medias de cristal, canta Sabina en este conocido tema porque ese día, antes de ir a torear, Manolete le había regalado a su querida novia, Lupe Sino, un anillo y un par de medias de seda.

“Niño, sube a la suite dos anisetes,
que hoy vamos a perder los alamares”.

El anisete es un licor de anís, fuerte y muy aromático; los alamares son los adornos de la chaqueta del traje de luces. Los vamos a perder, dice Manolete en la canción de Sabina, hablando de sí mismo en primera persona del plural, porque conoce , y reconoce así, su pasión por Lupe, con la que sube a la suite antes de ir a torear a Islero.

ISLERO

“De purísima y oro, Manolete
cuadra al toro en la plaza de Linares”

De purísima y oro: en lenguaje taurino, esto quiere decir que Manolete lleva un traje de luces celeste y dorado.

Ahora, ya estamos ahí, en la plaza de Linares, ese 28 de agosto. Ya hemos llegado. Mírenlos: el inocente y orgulloso toro en su sagrada furia; el pálido Manolete, que nunca se reía, triste genio del arte de matar. Mírenlos: la noble cólera de la naturaleza, Islero, presto a jugar sin temor ese juego que él no ha pedido; y el taciturno torero con él en su extraña danza de la muerte, en su antiquísimo papel oscuramente necesario, allí, tan absolutamente solo. Y miren al público. El miedo de todos los hombres es conjurado al encarnarse ritualmente en el valiente que torea al huracán, a la violenta fuerza del universo, a Islero. Ahora la trompeta anuncia la hora de matar; miren a Manolete girar grave, tristemente, en saludo ceremonial al público. No es un show; es algo mucho más antiguo, mucho más importante. “Esto, pues, es lo que queréis; esto es, pues, lo que yo sé hacer. Sea”.

La orquesta enmudece. Nadie respira. Nada se mueve. El sol se detiene. No sopla el viento. La tierra suspende su rotación. Es lo sagrado. El brevísimo instante de la suerte de matar, en la que se invierten los papeles: el toro espera, y el matador embiste.

El toro puede estar malherido y extenuado y haber sido hostigado y torturado, pero está más vivo que nunca; si su cuerpo está débil, su hermosa alma de toro rebosa de valor. Quiere luchar. Quiere matar. Así que espera, inmóvil y firme, la embestida del torero.

Islero era un bellísimo toro negro de Miura. Manolete le hundió el estoque hasta la empuñadura en el morrillo; Islero le hundió a Manolete hasta la cepa el pitón en el muslo, y así Islero y Manolete alcanzaron en un mismo segundo, ambos, la gloria y la muerte.

Y LAS PERSONAS FORMALES

Había dejado esto para el final, como recordarán:
“Maestro, le presento a Lupe Sino.

Lo dejo en buenas manos, matador”.

La que le dice esto a Manolete en la canción de Sabina es la cantante Pastora Imperio, la noche de 1943 en que le presenta a Lupe Sino, nombre artístico de Antonia Bronchalo... Lopesino. Que fue la novia de Manolete después.

Cuando Islero derribó a Manolete en Linares, el mismo día del anillo y las medias de cristal, por la tarde, Lupe voló al lado de su hombre, que agonizaba en el hospital al que lo habían llevado de urgencia y quería casarse con ella antes de morir.

Doña Angustias Sánchez, la madre de Manolete, y otros a los que también perjudicaría que cumpliera su deseo, se lo impidieron.

Ni siquiera los dejaron verse por última vez. Manolete no supo nunca que Lupe sí había acudido a su llamado, solo que la habían detenido a la fuerza, sin dejarle entrar, en la puerta de su habitación.

Murió esperándola en vano.

La prensa idealizó este acto como legítima defensa de los intereses de una pobre madre sacrificada y desvalida. Y el público le creyó a la prensa. Y la madre de Manolete y las demás personas formales, como dice Sabina, tan buenas y santas, se quedaron con el dinero de Manolete.

Pero a Lupe Sino no le importó que no fuera ni formal ni decente amarlo a la vista de todos sin estar casada con él. Y esta es la otra historia que Sabina nos cuenta. Y con la que también él cambia el lugar de los monstruos.

juliansorel20@gmail.com

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