Los miembros honoríficos

Hoy, domingo 31 de diciembre, es justo rescatar algo memorable de este año que enterraremos a medianoche entre brindis y explosiones de fuegos artificiales, a modo de cordial saludo de despedida al 2017

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Aunque se suele decir que lo bueno del año que ya termina es que ya termina, es justo rescatar algo agradable que nos haya dejado, como amistosa despedida. No es posible tomar un solo caso sin caer en omisiones arbitrarias, así que nos disculpamos de antemano por ellas. Dicho esto, al pensar en el 2017 vuelve volando a nuestra mente, sonrisa incluida –resto, pasada la sorpresa de hace meses, de lo que entonces fue franca risa–, una manifestación realizada en octubre.

Como es sabido, este año (que ya termina) una resolución del ministerio de Educación prohibió el uso de materiales sobre «ideología de género» en las escuelas públicas paraguayas y encomendó a la Dirección General de Currículum, Evaluación y Orientación el Santo Oficio de revisar los textos vigentes e incluir en el Índex Librorum Prohibitorum los que deban arder, con todas sus sodomías y gomorradas, en la plaza pública (1). Por otra parte, una figura que los veteranos de la noche recordamos por el edicto que impuso hace una década y pico a pubs, bares y demás antros de orgía y desenfreno, ahora back, reloaded y al frente de dicho ministerio, dijo a la prensa que la Constitución nacional reconocía la familia formada por «papá, mamá, hijitos» (2) y que todo texto sobre el género como construcción cultural sería eliminado del sistema educativo. El señor ministro no estaba solo en su lucha: grupos «pro vida» y «pro familia» se manifestaban contra la difusión de esos anatemas y contra la legalización del aborto, la Conferencia Episcopal informaba que los obispos expondrían al papa su preocupación por este fenómeno que «compromete gravemente la comprensión del varón y la mujer en su identidad y en el vínculo que se expresa en el matrimonio» (3) y el señor Cartes, presidente de este país –sosteniendo con unción entre las manos esa joya del humorismo involuntario titulada el Libro negro de la nueva izquierda–, declaraba que «la embajada paraguaya en el Vaticano recibía felicitaciones por la posición de Paraguay a favor de la vida y la familia» (id est, «papá, mamá, hijitos») (4).

Desde la década de 1970 se han analizado numerosos estudios científicos, sobre todo de biología, sesgados por estereotipos asociados a variables como «raza» o sexo. El problema epistemológico que tales sesgos suponen para la investigación es una de las razones por las cuales se recomienda el conocimiento de los estudios de género. En lo tocante a la variable sexo, por ejemplo, en un artículo ya clásico (5) la antropóloga Emily Martin revisa la descripción de los órganos reproductores masculinos y femeninos, en particular el óvulo y el espermatozoide, en textos científicos y manuales de medicina y biología, y encuentra un lenguaje poco objetivo cuyas metáforas reproducen estereotipos culturales arbitrarios desde el punto de vista biológico (el espermatozoide activo, conquistador, etcétera, y el óvulo pasivo, nutricio, etcétera). En el análisis de Martin, las imágenes del espermatozoide activo y el óvulo pasivo oscurecen la comprensión de la dinámica del proceso por el cual ambos gametos interactúan para que la fecundación se realice. Estos casos, para muchos teóricos, muestran que los sesgos –en este caso, culturales– pueden afectar la observación al punto de llevar a confundir valores y creencias con hechos y fenómenos. Todo esto se puede debatir, por supuesto. Precisamente, de eso se trata –de que se pueda debatir, de preferencia sin quemar nada en la plaza pública–. Cuando el conocimiento de conceptos y polémicas actuales es repudiado por sectores importantes de la sociedad e impedido por las autoridades a cargo del sistema educativo vigente en un país, nos puede parecer, en un día de mal humor, que más que en un país vivimos en un gueto –culturalmente hablando, por lo menos–, en el cual las barreras al pensamiento son abiertas y desembozadas y comienzan a levantarse en las primeras etapas de la educación formal.

Sinceramente, no pensaba escribir sobre este asunto porque (A) ya lo han hecho, y sobradamente bien, muchos otros, más dados que yo a estos temas, (B) me daba demasiada risa y (C) creí –a veces me parece que no aprendo de la experiencia– que algo tan delirante no podría sostenerse mucho tiempo, pero cómo no hacerlo después del gesto de los satíricos anónimos que a fines de octubre de este año (que ya termina) marcharon desde la plaza Uruguaya hasta la sede del Ministerio de Educación para manifestar su gratitud y apoyo –que cabría extender, dijo alguno, a todas las autoridades del país– a nuestro viejo conocido del antialcohólico edicto y actual paladín del Sacro Principio Papá-Mamá-Hijitos, vestidos con las albas túnicas y las puntiagudas capuchas de un grupo célebre por su ferviente defensa de la pureza racial en el negro fondo del sur de los Estados Unidos. «Felicitamos al ministro de Educación por haber retirado de nuestro sistema educativo los materiales sobre la ideología de género, salvando así a las familias paraguayas; él es un miembro honorífico de nuestra asociación», declaró el portavoz del Ku Klux Klan.

Notas 

(1) «Ministro dijo que podría quemar libros sobre ideología de género», Última Hora, 5 de octubre de 2017.

(2) «La regla para el MEC: “papá, mamá, hijitos”», Abc Color, 18 de septiembre de 2017.

(3) «La clara respuesta de los obispos de Paraguay a la ideología de género», ACI Prensa, 26 de octubre de 2017.

(4) «ACI Prensa destaca a Cartes por sentar postura en contra de ideología de género», Paraguay en Noticias, 28 de octubre de 2017.

(5) Emily Martin: «The Egg and the Sperm: how Science has Constructed a Romance based on Stereotypical Male-Female Roles», en: Signs, vol. 16, nº 3, primavera de 1991, pp. 485-501.

Juliansorel20@gmail.com

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