Mandu’arâ haipyre

Cargando...

Varios gobiernos latinoamericanos, junto con las organizaciones sociales, están abriendo nuevos capítulos pertenecientes a la política de la memoria dentro del marco de la política de los derechos humanos. Momento político más que saludable porque recordar es un derecho, pero es un deber también. El pasado no se clausura –menos el pasado entramado con desgarramientos abismales que inciden en los cuerpos, en la historia, en las palabras; ese que no tiene otra dimensión que la desmesura– y hay que entroncarlo categóricamente con nuestro presente con vistas a una proyección hacia el futuro. Bajo este lema funcionaría uno de los considerandos de la resolución que establece la Semana de la Memoria en el Paraguay –emitida por la Secretaría de Información y Comunicación para el Desarrollo, presidida por el ministro Augusto Dos Santos– cuando subraya la necesidad de que las nuevas generaciones conozcan el origen y las consecuencias de la dictadura stronista (1954-1989). Pero antes de la resolución de la Sicom, el Paraguay ya tenía su propia memoria reconquistada en democracia, encarnada en la institución literatura: concretamente, en los textos de Catalo Bogado Bordón (aunque no exclusivamente). A algunos de ellos me quiero referir porque funcionan sobre un entramado histórico-político por medio de la memoria. Memoria al modo de quien va solicitando con serena desesperación distintas capas de olvido. Se trata de textos que sacan a la luz dramas del baúl de la historia (junto con sus deidades inescrutables). Los relatos bogadianos se desentienden tanto de la precisión del hecho histórico como de su interpretación y también toman distancia de la interpretación que la teoría política hace de los acontecimientos políticos. Más que como indicación de lo que fue o pudo haber sido, pueden leerse como alegoría nacional o fábula histórico-política. Por medio de la memoria (re)construyen y formulan una lectura del pasado reprimido del Paraguay. Literaturizan la historia silenciada y la contraponen a aquella en la que el presente confirma su identidad; versión dominante de los hechos que prefiere marginar víctimas, perseguidos, asesinados. Su necesidad de mirar al pasado no se vincula tanto con la ampliación del conocimiento sobre lo que fue –conocimiento cómplice de una visión que parte de la existencia de hechos sociales consumados–, sino con la necesidad, a partir de lo sido, de reconfigurar la conciencia de lo que es. Y que pretende desbordarse sobre la memoria colectiva del tiempo presente. Por ende sobre la memoria política, con vistas a la desidentificación del presente con el relato dominante sobre el pasado. Todo esto para que la palabra triunfe sobre el olvido en un país con una tendencia manifiesta a perder la memoria. Para que la literatura guarde esa memoria de lo que se esfumó en la conciencia colectiva.   

En este sentido, la narrativa bogadiana apunta a una versión "disarmónica" de los hechos, en el sentido de que no celebra la pretendida armonía de la memoria colectiva y la historia entendida como instituciones. Versión "disarmónica" que es funcional a una suerte de contracomunidad: la de la falta, la de la ausencia. De esto desciende que a raíz de las violencias dictatoriales, en América Latina el concepto de memoria –y su rol propiamente político, ya que la memoria de los muertos constituye un problema político– se ha vuelto nuclear para distintas instituciones/agrupaciones para las cuales el presente se percibe a través del filtro de la memoria de los desaparecidos –los cadáveres insepultos– del espacio público. Como tal, la literatura bogadiana hace de contrapunto, quiero decir que no está "del lado de", sino que se opone a la versión dominante de esos mismos hechos –la que instaura silencios, olvidos; la que resguarda y protege los traumas de la memoria– y se propone como discurso contrahegemónico y denuncialista, que enfoca víctimas, perseguidos, asesinados. Lo sabemos: la historia reciente de América Latina puede leerse como la historia de cadáveres que no fueron sepultados; cuerpos que llevan inscriptas la política: la violencia política. Preservar la memoria colectivo-popular en su variante "disarmónica" es una actividad subversiva en la que la literatura de Bogado se inscribe poderosamente. Esta se constituye entonces en una ficción con valor de no olvido. Con gran eficacia y desde el lugar de la memoria, esta ficción nos dice algo sobre la historia, que una historia concebida únicamente desde los sectores dominantes olvida o que por conveniencia prefiere solapar. Esta ficción confiere a los hechos una dignidad que les permite entrar en una historia orientada desde las clases populares. Es así que la literatura sirve para combatir el olvido con vistas a intervenir sobre él. Cuando digo esto, pienso especialmente en el cuento El amor de la memoria, que da cuenta de la dictadura stronista a través de un microlugar: una pequeña aldea guaireña ubicada bajo el cerro Ybytyrusu, Chararâ (hoy Eugenio A. Garay). Lugar que en el marco del libro se construye como sinónimo de barbaridad. Por medio del personaje de una guerrillera, en ese cuento se rinde honor y dignidad política a la guerrilla antistronista, pero sobre todo a todos aquellos que tomaron partido por el mundo. La literatura en este caso le otorga a guerrillera y guerrilla un "espacio público" que les permite aparecer y ser. Seguir siendo. Homenaje, honor, inmortalidad otorgados a la persona, la guerrillera, que como tal es toda la guerrilla, que se ha presentado en el espacio público. Así Bogado hace aparecer a los muertos y los desaparecidos en el espacio público, que vuelven a invadirlo como espectros: cuando no se sepulta a los propios muertos estos reaparecen como espectros que agitan el recuerdo sombrío. Es más: se hace aparecer el pasado en el presente y la palabra literaria se vuelve política. Palabra política que expresa la gratitud del mundo hacia la persona que manifestándo(se) ha expresado su interés por el mundo y que, arriesgando su vida, adquirió la dignidad de ser "nombrada", escrita literariamente, y transformada en un ser memorable. Inmortal, en definitiva, y justamente por eso profundamente ligada al mundo humano. Todo esto nace de la aptitud de la memoria y con esa capacidad de recordar que tenemos los hombres la literatura aspira a la durabilidad de los hechos que ficcionaliza, que relata o de los que pretende dar cuenta. Una literatura que fija en la memoria ya no nombres concretos, sino figuras imperecederas. Que hace aflorar desde el presente, y en el presente, en una espiral cuyo movimiento es un continuo retroalimentarse del pasado que se proyecta sobre el futuro, un "principio de esperanza".   

Es posible postular esta literatura como una suerte de inconsciente político de la historia oficial. La necesidad de reconfigurar la conciencia de lo que es a partir de lo sido impacta en la desidentificación del presente con el relato dominante sobre su pasado. En este sentido, algunos fragmentos pertenecientes a la memoria paraguaya, a través de una configuración literaria, pretenden dejar una marca en la memoria colectiva del tiempo presente. Y, por ende, en la memoria política del Paraguay contemporáneo.   

* Profesor de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Investigador del CONICET (Argentina).
Enlance copiado
Content ...
Cargando ...