Nuestras frágiles democracias

El siglo XXI trae buenas noticias para América Latina y, en especial, para el Paraguay.

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La abundancia de recursos naturales, la fertilidad de su suelo y una población que —enfrentada a crisis económicas— aprendió a migrar en masa, dejando atrás sus miserias pero también liberando al país de origen de todo tipo de revuelta o reclamos legítimos, que conllevan a crisis de inestabilidad y desgobernabilidad.

La anterior aceptación pasiva de lo fatídico y de la inevitabilidad de la pobreza dio paso a una reacción del pueblo que exige y demanda y, en caso de no obtener reivindicaciones, impone cambios. Por primera vez en mucho tiempo se habla de la América Latina no como víctima, sino como protagonista de intentos no siempre exitosos de lograr finalmente la igualdad e inclusión negadas desde el mismo proceso colonizador luso-hispánico.

La contingencia política internacional, sumada a los diferentes procesos socioculturales y económicos que se están viviendo en distintas partes del mundo y, por cierto, están afectando las relaciones entre los estados, las naciones y los pueblos, es el marco adecuado para proseguir con esta reflexión que tuvo su primera parte en una entrega anterior.

Es oportuno citar la era de la comunicación instantánea, que significó que —a principio de los años 90, silenciosamente— el Gobierno norteamericano decida compartir con el resto del mundo el sistema de comunicación intracomputadores, que había diseñado en previsión a un posible holocausto nuclear en la década del 60. Y junto con el teléfono celular e internet dan inicio a la era de las comunicaciones instantáneas y universales de la aldea global.

Esto significó que la información dejó de ser provincia de unos pocos privilegiados y hoy cualquiera con una PC puede acceder a datos que antes llevaba mucho tiempo hacerlo. Y el celular, que alguna vez fue solamente utilizado para llamadas telefónicas, hoy, con el acceso instantáneo a internet y las redes sociales como Twitter, Facebook y WhatsApp, permite estar conectado en tiempo real todo el tiempo, ofreciendo enormes ventajas de información, aunque a veces puede sobrepasarnos.

Los trágicos sucesos de las Torres Gemelas del 11 de setiembre del 2001 —un ataque a símbolos del capitalismo norteamericano— se pudieron observar como una película de terror, simultáneamente a los hechos. Tuvieron repercusiones en la concepción de un nuevo orden mundial. El choque de civilizaciones en la tesis de Samuel Huntington y cuya inmediata consecuencia fue la guerra de Irak, y la justificación y celebración de la muerte.

La fugaz década neoliberal en América Latina

Algunos países fueron verdaderos precursores y exploradores de las políticas neoliberales, interesantemente aplicadas bajo el régimen de una férrea dictadura militar.

El ejemplo de Chile: las privatizaciones y la llegada al poder de una coalición opositora a todo el régimen militar del general Augusto Pinochet, y la publicitada experiencia argentina del gobierno de Carlos Saúl Menem: la década de 1990 se presentó como de prosperidad y crecimiento continuo, con estabilidad y paridad en Argentina del dólar con la moneda local, conocida como la convertibilidad.

Todo eso funcionó en apariencia hasta la gran devaluación brasileña de 1999, que ocasionó desequilibrio en la economía del Río de la Plata y dio por acabada la paridad de la moneda fuerte, demostrando que los publicitados procesos de privatización habían logrado lo que precisamente decían: combatir un alto nivel de corrupción.

Todo ello acabó en grandes protestas sociales y caídas de gobiernos, principalmente en Argentina.

En Venezuela, exasperados por la corrupción y el aumento de la pobreza, es elegido presidente un militar en su momento llevado a prisión por golpista, que se presentaba como alternativa a los caducos partidos tradicionales. Pronto ese ejemplo fue seguido en Ecuador y Bolivia.

Brasil también decide realizar un cambio dramático al elegir como presidente a un antiguo líder sindical, que no había terminado la secundaria, pero de cuya destreza política como constituyente y diputado federal se tenía constancia.

Paraguay elige a su primer presidente civil de la transición que es capaz de completar su mandato en 70 años, el Ing. Juan Carlos Wasmosy, pero antes de concluir la década revierte a su comportamiento anárquico con el asesinato del vicepresidente de la República Dr. Argaña y la renuncia del presidente Raúl Cubas en 1999. Todo lo cual afortunadamente se resuelve dentro de los canales constitucionales, a pesar de las irreparables muertes de inocentes.

En la República Oriental del Uruguay, luego de la peor crisis de crecimiento económico negativo de su historia, se entrega el poder en elecciones limpias al representante del Frente Amplio, que incluía a combatientes anteriormente encarcelados por haber participado de la lucha armada con la guerrilla urbana del movimiento nacional Tupamaros.

La ola de la izquierda parecía imbatible. En el Perú vuelve al poder mucho más morigerado el anterior presidente Alan García, quien manteniendo su retórica de izquierda lleva adelante una política de libre mercado. Colombia, bajo el férreo timón de Álvaro Uribe, enfrenta militarmente a la guerrilla asociada al narcotráfico e impone el poder del Estado por primera vez en muchas regiones.

En México, pierde el poder en elecciones el Partido Revolucionario Institucional (PRI), reputado como el excepcional sistema de partido único en América. Cayo el PRI ante un partido de centroderecha, pero las cosas siguieron casi sin novedades, aunque el insaciable mercado norteamericano por la droga convirtió a México en el campo de batalla entre los carteles, y la represión gubernamental con terribles costos en materia de vida y seguridad de la población. El PRI volvió a ganar las elecciones recientemente, aunque con mucho recelo por parte de la opinión pública en cuanto a la transparencia de las elecciones.

En Centroamérica, Panamá siempre elige gobiernos regularmente y, luego de tomar posesión de su canal, comenzó un proceso de crecimiento sostenido que le augura prosperidad. El resto de Centroamérica vivió sus propios procesos de pacificación de la guerrilla, cuando gobiernos de derecha en Nicaragua y Salvador finalmente entregaron el poder en elecciones a sectores que habían estado en la insurgencia. La pacificación de Guatemala siempre tuvo altibajos, pero el único país donde hubo una interrupción del proceso democrático fue Honduras, lo que le costó su expulsión momentánea de la OEA.

En la República Dominicana y Haití siguieron los desarrollos tradicionales; República Dominicana, una meca del turismo, y Haití sufriendo su realidad de gobiernos escandalosos sumados a una terrible tragedia natural que hasta el momento lo erige en un Estado fallido.

La gran crisis financiera a partir del año 2008 vino a cambiar mucho de los presupuestos convencionales sobre América Latina, dada nuestra condición de productora masiva de alimentos. El impacto de la crisis fue necesariamente atenuado en nuestra región y, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, los precios de los commodities aumentaron de manera significativa, variando la ecuación anterior de que la compra de un vehículo de país industrializado siempre iba a costar más toneladas de trigo, más cachos de banana, marlos de maíz o kilos de tomates y últimamente soja.

Finalmente hizo su irrupción en el continente el reclutamiento de adherentes para manifestaciones multitudinarias, sistema de redes sociales cibernéticas, que ya habían ocasionado una impensable primavera árabe en países rígidamente musulmanes que derribaron gobiernos y se hallan en procesos de democratización.

Paraguay

En el Paraguay, el Partido Colorado, hegemónico luego de 60 años en el gobierno, sea por vía de golpe militar, elecciones amañadas o mayorías legítimas, pierde el control del gobierno y asume un exobispo de la Iglesia católica, institución de continuo prestigio y credibilidad entre la población paraguaya, aunque Paraguay se erigiera en Estado laico a partir de la Constitución de 1992.

La coalición victoriosa en el 2008 incluyó un partido tradicional, el Partido Liberal; todo el espectro de la izquierda paraguaya por mucho tiempo proscripta y perseguida, aglutinada en el Frente Guasu, y otros movimientos sociales.

Con avances y retrocesos se inicia un proceso de cambios, aunque con bastante resistencia por parte de sectores conservadores. Quedaron pendiente promesas firmes y sustanciales de la plataforma de gobierno que permite a la alianza acceder al poder.

Para junio de 2012, se promueve un juicio político contra el presidente Fernando Lugo, que aunque contemplado en la Constitución de 1992, sorprendió por la rapidez de los hechos, y en un principio dio lugar a interpretaciones diversas y exigió la intervención de la misma OEA.

¿Fue la masacre de Curuguaty de junio de 2012 la que indujo al Parlamento paraguayo a abrir un juicio político contra el presidente Lugo? ¿Y no en todo caso al ministro del Interior? Como lo señalaron varios analistas políticos.

Lo que no se midió en los apremios de los hechos, y la confusión de la misma opinión pública y de los mismos políticos involucrados fue que nuestra región, más organizada y consolidada como bloque, consideró esto como golpe parlamentario, que constituía una ruptura del orden institucional. Paraguay fue suspendido del Mercosur y de la Unasur, y se incorporó en ese ínterin Venezuela como miembro pleno sin la anuencia de la República del Paraguay, que en reiteradas ocasiones a través de su Parlamento había rechazado el ingreso de Venezuela como miembro del Mercosur.

La racionalidad de la interpretación de los hechos dividió la opinión pública paraguaya y polarizó la sociedad; incluso se dio este hecho en el seno de las familias.

Asumió el Partido Liberal con la figura del vicepresidente para dar continuidad al gobierno y a las políticas públicas en un panorama de sociedad fragmentada, casi enfrentada.

Los países vecinos cometen un grave delito internacional: atentaron contra la independencia y soberanía de un Estado vecino. Desconociendo nuestra centenaria tradición de respeto al principio de “no intervención” y el inviolable derecho a la libre determinación de los pueblos.

Se había roto el proyecto de la alternancia y sus propuestas quedaron pendientes.

Luego de los comicios del 21 de abril de 2013, en elecciones disputadas palmo a palmo pero en una atmósfera de gran civismo, vuelve al poder el Partido Colorado, con alto índice de participación ciudadana.

El panorama político paraguayo se va consolidando a veces a los tumbos pero con la intención de una fortaleza institucional sin soluciones de atajo ni desviaciones de la imperfecta Carta Magna de 1992, a la que tampoco se desea enmendar por temor a desbordes, lo que significa que nuestra democracia es frágil y su proceso es lento.

Esta Constitución de 1992 comenzó a emerger del autoritarismo. La nueva Carta, por comprensibles razones históricas, instituyó un régimen que en algún aspecto puede calificarse de semiparlamentario al otorgar al Legislativo clara preeminencia sobre el Ejecutivo, tradicionalmente autoritario.

Haciendo uso de tal preeminencia (artículo 225), el Legislativo destituye al presidente “por mal desempeño de sus funciones“, con más de dos tercios de ambas cámaras, lo que en ese contexto constituyó un acto soberano.

Le reputan sus vecinos un quebrantamiento constitucional, aunque no pudieron demostrarlo más allá de los cuestionamientos de procedimiento.

Podrá objetarse que nuestra Constitución del 92 permite censurar fácilmente al presidente de la República o que no le da el tiempo adecuado para defenderse. Se omite considerar que la pérdida de confianza política en el Ejecutivo es facultad típica de un régimen parlamentarista al que el consenso politológico mundial evalúa por encima del presidencialismo. Y que ni siquiera exige expresión de causa para su puesta en práctica. Estas democracias delegativas hay que reformularlas para determinar democracias deliberativas.

Es importante traer a colación que algunos gobiernos latinoamericanos están enmarcados en el signo del socialismo del siglo XXI, un concepto que aparece en la escena mundial en 1996 a través de Heinz Dieterich Steffan, asesor del presidente venezolano Hugo Chávez. El término adquirió difusión mundial desde que fue mencionado en un discurso del mismo Hugo Chávez, el 30 de enero de 2005, desde el espacio multitudinario y altamente contrahegemónico, el V Foro Social Mundial. “Otro mundo es posible”. El socialismo del siglo XXI supone que es necesario un reforzamiento radical del poder estatal democráticamente controlado por la sociedad para avanzar el desarrollo.

El modelo de Estado del socialismo del siglo XXI es un socialismo revolucionario que bebe directamente de la filosofía y la economía marxista, y que se sustenta en cuatro ejes: el desarrollismo democrático regional, la economía de equivalencias, la democracia participativa y protagónica, y las organizaciones de base.

Dieterich no establece un modelo único y absoluto para lograr una sociedad democrática, participativa, socialista y sin clases sociales. Más bien establece una metodología para elaborar lo que denomina El Nuevo Proyecto Histórico, cuyos pilares estratégicos son el Bloque Regional de Poder (BRP), que sería la integración económica y política de los estados progresistas de la región, y el Bloque Regional de Poder Popular (BRPP), que correspondería a la coordinación continental de los movimientos sociales que apoyen a la implementación del socialismo del siglo XXI.

Dieterich, en el socialismo del siglo XXI, propone un modelo económico que no esté basado en el precio de mercado, fundamento de la economía de mercado y del capitalismo, a los que considera fuentes de las asimetrías sociales y de la sobre explotación de recursos naturales. (Fuente: internet).

Sabemos que la petrolera venezolana PDVSA y las Fuerzas Armadas son las instituciones que han servido de columnas para la revolución bolivariana desde que Chávez llegó al poder en 1998. Luego de su muerte, asume con gran liderazgo el excanciller Nicolás Maduro, que acaba de jurar como presidente de la República Bolivariana de Venezuela en un marco de otra sociedad fragmentada. La oposición exige un recuento de votos en el marco de esa ‘democracia participativa’. El gran vacío político dejado por Chávez tuvo que ser contenido por su creación, la Unasur, que rápidamente persuadió a Maduro a ofrecer el recuento de votos para apaciguar a su adversario. Aun así, el futuro del socialismo del siglo XXI, con la desaparición física de Chávez, deberá probar que puede sobrevivir a su fundador de la manera en que aparentemente en el Paraguay el Partido Unace no pudo quedar en pie luego de la muerte de su caudillo, el general Lino César Oviedo. El personalismo de la política latinoamericana debe todavía demostrar que puede volver institucionalismo. Pero, de cualquier manera, el futuro se presenta auspicioso para el continente por primera vez en mucho tiempo.

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