Robin Williams Cinco películas para recordar

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Popeye (1980)

Con guión del humorista gráfico y premio Pulitzer 1986 (conocido sobre todo por su historieta Feiffer) Jules Feiffer, el director Robert Altman (1925-2006) recrea las aventuras del clásico personaje de cómic y animación creado por el historietista estadounidense Elzie Crisler Segar (1894-1938) en 1928 en una versión, si se me permite una impresión muy personal, bastante rara y yo diría que vagamente sórdida, con un loco pero a la vez algo misterioso Robin Williams como el famoso marinero de los ojos saltones y la fuerza instantánea a base de conservas de espinaca enlatada. Un filme en verdad extraño, y, lo más curioso de todo, y quizá sea un efecto acumulativo de ciertas tomas o encuadres penumbrosos, desamparados, un filme, en el fondo, y al menos en parte, inexplicablemente triste.

Seize the Day (1986)

El lado más oscuro y reservado de un personaje que se presenta en principio como básicamente cómico es una parte sustancial de la interpretación que hace Robin Williams de Tommy Wilhelm, el vendedor que, al cabo de los años, ha fracasado en todos sus proyectos y que ya no parece poder caer más bajo. Dirigida por Fielder Cook y basada en la clásica novela homónima de 1956 del ganador del Pulitzer y el Nobel Saúl Bellow (1915-2005), esta dislocada mirada sonriente sobre un alma que, para vivir, necesita tener más esperanza de la que la sociedad puede permitirle, reclama volver a ser vista.

Buenos días, Vietnam (Good Morning, Vietnam, 1987)

Un desbocado Robin Williams fue nominado a un Oscar por primera vez por su papel como el irreverente locutor de radio y “disc jockey de guerra”, por decirlo así, Adrián Cronauer, que desde su cabina de la estación radial de la base de Da Nang ameniza las trincheras vietnamitas con su programa Dawn Buster. Dirigida por Barry Levinson, a Williams le valió un Globo de Oro al mejor actor de comedia, y es un infierno que hoy sigue dando risa.

La Sociedad de los Poetas Muertos (Dead Poets Society, 1989)

Con guión de Tom Schulman y dirigida por Peter Weir, narra la historia de un grupo de alumnos de la Welton Academy de Vermont que en 1959 se tropiezan con un nuevo profesor de literatura, el profesor John Keating, que, interpretado por Robin Williams, cambiará el destino de todos ellos. Más allá de los defectos, los tópicos, las debilidades que se le puedan señalar, puedo decir, personalmente, que es uno de los filmes más poderosos que he visto. Un filme que, sin negar en absoluto sus posibles defectos, insisto, definitivamente no envejece; y si te parece que lo hace, lo más probable es que hayas envejecido tú.

Mrs. Doubtfire (1993)

“Si encuentro al misógino que inventó los tacones, lo mato”, dice Daniel caminando penosa y matronalmente como la intachable niñera Euphegenia Doubtfire. Dirigida por Chris Columbus, estoy absolutamente segura de que esta película es capaz de salvar vidas.

Nos detenemos aquí, antes de exceder el espacio y el tiempo disponibles. Quedan, claro está, muchas más películas con Robin Williams por ver o volver a ver.

Como The World According to Garp, El mundo según Garp, dirigida por George Roy Hill y basada en la novela del mismo nombre de 1978 del autor estadounidense de best-sellers John Irving, sobre la vida a un tiempo banal y trágica –quizá como todas las vidas– de un tal T. S. Garp (1982). Y Hook, cómo no, dirigida por Steven Spielberg (1991). Y The Fisher King, El Rey Pescador, dirigida por Terry Gilliam (1991), y el divertidísimo remake de La cage aux folles (1978) que se tituló en inglés The Birdcage, La jaula de las locas, dirigido por Mike Nichols y con Robin Williams en el papel –bordado– del hilarante y entrañable Armand, (1996), y Good Will Hunting, Mente indomable, dirigida por Gus Van Sant (1997), y What Dreams May Come, Más allá de los sueños, dirigida por Vincent Ward (1998), y la celebrada Patch Adams, dirigida por Tom Shadyac (1998), y la maligna, perturbadora mirada del desaparecido actor en Death to Smoochy, dirigida por Danny De Vito (2002), y el Williams funesto, distinto de lo habitual, de Insomnia, dirigida por Christopher Nolan (2002), y la melancólica y escalofriante One Hour Photo, Retrato de una obsesión, dirigida por Mark Romanek (2002), etcétera.

Etcétera. Son más las películas que no caben que las que caben en tan breve lista. Y eso que nos limitamos al cine, excluyendo apariciones en televisión, stand-ups, etcétera. No caber fácilmente en listas es un buen signo. Todos llegamos al mundo sin traer nada ni poseer nada, pero unos pocos dejan a pesar de eso mucho al irse. Por decirlo con Óscar Wilde, “en la vida, como en el arte, nada mejor que el exceso”.

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