«Son los portugueses como gorriones de suelo»

Como expone en una carta de noviembre de 1755 el padre Escandón, entre los efectos del Tratado de 1750 estaba el desalojo de siete pueblos de las reducciones, con un éxodo de más de treinta mil personas

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En la carta que le envía desde Córdoba de Tucumán el 8 de noviembre de 1755, el padre Juan de Escandón le ofrece al provincial de los jesuitas una descripción muy puntillosa de cómo se sucedieron los acontecimientos desde que tomaron conocimiento del tratado firmado entre España y Portugal en 1750 por el cual aquella le cedía a este quinientos mil kilómetros cuadrados de territorio. El trazado de la nueva línea divisoria no solo iba a significar una importante cesión de tierras en favor de la corona de Lisboa (la extensión territorial de Paraguay es de 406 752 kilómetros cuadrados, y la de España, de 505 370), sino, además, el desalojo de siete pueblos de las reducciones, con un éxodo de más de treinta mil seres humanos.

«La primera noticia pues que aquí tuvimos del real tratado –dice la carta– y nueva línea divisoria fue la que nos dieron los portugueses el año de 1750 quienes desde su Brasil la participaban con especial complacencia suya a sus paisanos de la Colonia del Sacramento como un singular trofeo que su corona había ya conseguido de la de Castilla. Los de la Colonia no cabiéndoles el gozo en el pecho pasaron desde luego esta tan alegre noticia para ellos, como poco agradable a los españoles a las ciudades de Buenos Aires y de Santa Fe y de estas se difundió muy pronto por las demás ciudades de esta provincia por medio de los portugueses que en gran número años ha (no se sabe con qué política) se les permite estar de asiento, comerciar, casarse y avecindarse en ellas; pero sí se sabe, y es cierto, que su misma multitud se hace ya años ha sospechosa, aun mucho antes de la conclusión de su negocio o real tratado, y después de él mucho más a estos dominios, que aún le quedan por aquí a nuestra corona de España» (1).

No deja de ser llamativa la alegría con que los portugueses que ocupaban la Colonia del Sacramento recibieron la noticia del tratado, ya que una de las condiciones impuestas por este era que debían abandonar ese puerto sobre el Río de la Plata, del que fueron varias veces desalojados por ejércitos de indígenas guaraníes, pero al cual regresaban tiempo después.

La ocupación de dicha colonia era importante, pues, según la carta del padre Escandón, «los que hay de dichos portugueses capaces de tomar armas en sólo Buenos Aires nadie los baja de cuatro mil, y a otros he oído varias veces que los suben hasta seis mil, y a esta proporción es mucho el número de los que hay por todas las otras ciudades de esta provincia. De esta ciudad de Córdoba (perteneciente a la provincia del Tucumán, que confina con la de Buenos Aires y se extiende hasta la de los Charcas y Potosí) los han desterrado uno de estos años pasados a todos, sin quedar ninguno en ellas a excepción de uno solo de profesión médico, que a falta de otro mejor se le permitió quedarse. Y habiéndose vuelto otra vez, o venidos otros tantos en lugar d ellos que se fueron, este mismo año en que esto escribo, por orden real de la Real Audiencia de Chuquisaca los acaban de desterrar por segunda vez, sin que en ella haya quedado sólo uno a quien por empeño del señor obispo de aquí, y por haber él ofrecido dar plena probanza de que no es portugués sino español, se le permite permanecer hasta que lo pruebe...» (2).

El padre Escandón no se muestra muy optimista en su visión de la realidad. Tanto es así que escribe: «Bien es verdad que este segundo destierro creo que servirá de tan poco como el primero. Porque ellos son aquí como por allá los gitanos, o como los gorriones de suelo, que en echándolos de una parte, se van a otra, o dentro de poco se vuelven a la primera, como de ordinario sucede (o sucedía por lo menos pocos años ha) en Buenos Aires, en donde cada año se echaba bando de que saliesen de la ciudad; salían de día por un lado de la ciudad; daban una vuelta por el campo, y a la noche se volvían a la misma ciudad, y proseguían como antes: y todo esto sucede por condescendencia de nuestra España, o de nuestros españoles. Lo que parece del todo indubitable es que no permitiría nuestra corte (a lo menos en tanto número) esto a los de otra nación alguna, siendo así que de ninguna otra nación, ni de todas las otras juntas debe recelarse más, ni tanto en estas Indias, como de sola la portuguesa, Y Dios quiera. Pero después de esta digresión (que he hecho acá por si caso ahí pudiera servirle a V.R. de algo) vuelvo a mi relación poco gustosa» (3).

Como sucede con frecuencia en nuestros países, la noticia del tratado parecía ir contra toda lógica, tanto, que la gente optó por darle poca importancia. «Por más que los portugueses –dice el padre Escandón en otro momento de su carta– aseguraban en nuestras ciudades y daban por cierta e indubitable su noticia, nadie de los españoles le daba el menor asenso; ni a ninguno de estos se le hacía creíble que nuestra corte entrase jamás con la de Portugal, por más que esta lo pretendiese, en un tal convenio por una parte tan desigual, y por otra tan peligroso a estos dominios de España. Y digo a estos no a todos los de Perú porque ha de saber V.R. que hasta en darnos la noticia del tratado ya concluido continuaron bajo el artificio con que lo consiguieron. Pues guardaron siempre hasta que vinieron los comisarios a la ejecución de él un alto silencio de todo lo demás que se les concedía por las otras dos partes de norte y occidente y sólo nos dijeron lo que se les daba por la parte de oriente» (4).

El tratado, en realidad, no solo contemplaba la sesión de territorios en esta parte meridional del continente, sino que además hacía cesión de territorios en las fronteras con Perú. Así, el padre Escandón atribuye el silencio de los portugueses sobre ciertos detalles del tratado al deseo de no poner en evidencia las ventajas que la corte de España les estaba dando a ellos. Así, en cada región hablaban nada más que de las ventajas obtenidas allí, cuidándose muy bien de no hablar de las que obtenían en las otras.

Notas 

1. Legajo 120, 54, Archivo Histórico Nacional de España, Madrid.

2. Ibdm.

3. Ibdm.

4. Ibdm.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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