¡Alerta! Incompetente a la vista

En la Universidad de Cornell en 1999 fueron publicados los resultados de una investigación realizada por Justin Kruger y David Dunning, y por dicho trabajo ambos científicos fueron galardonados con el premio Nobel en el año 2000. Ellos realizaron estudios basados en una hipótesis planteada por Charles Darwin que afirmaba que “la ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento”.

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Así, ellos investigaron en la línea de que la comprensión es una habilidad típica que los humanos poseen en mayor o menor grado. El sesgo cognitivo al que se lo denominó efecto Dunning-Kruger, señala que los individuos con escasa habilidad o conocimiento sufren de un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas mejor preparadas, midiendo incorrectamente su habilidad por encima de lo real, por lo tanto, no está en condiciones de reconocer su propia ineptitud.

Y así llegan a jefes

Por otro lado, los individuos altamente cualificados tienden a subestimar su propia capacidad de competencia, asumiendo que si las tareas son fáciles para ellos, entonces también son sencillas para otros, es decir, le restan valor al esfuerzo para el logro suponiendo que ellos están en un promedio.

Por ello, los investigadores concluyeron que la sobrevaloración del incompetente nace de la mala interpretación de la capacidad que cada uno tiene sobre sí mismo; mientras que la infravaloración del competente nace de la mala interpretación de la capacidad de los demás.

Pero entonces, en las empresas, podría darse el caso de que la convicción de cada uno permita llevar a un incompetente a un cargo de toma de decisiones relevantes; siendo que, como el incompetente se cree superior, actúa con mucha confianza y convicción, pudiendo por lo tanto venderse muy bien a sí mismo.

Sin embargo, el capacitado cuanto más conoce más duda de su propia cualificación, quizás porque se percata de lo poco que sabe relativamente con respecto a todo lo que aún no sabe, lo que lo convierte en más modesto a la hora de exponer sus ideas y criterios. Esto también lo había señalado Sócrates, advirtiendo que el que más sabe suele ponderar su experiencia como insuficiente.

Otro peligro importante que se advierte en las conclusiones es que a los incompetentes les cuesta darse cuenta de la ausencia de su habilidad, tanto en ellos mismos así como en otros individuos. Por ello, pueden decidir rodearse de personas también incompetentes a las que ellos reconocen como muy cualificadas desde su perspectiva.

Las investigaciones probaron que diversas habilidades como la comprensión lectora, conducción de vehículos de motor y juegos como el ajedrez o el tenis son percibidas por las personas de manera tan distinta que no pueden graduarse adecuadamente con relación a los demás. Así:

- Los incompetentes tienden a sobreestimar su propia habilidad,

- Los incompetentes son incapaces de reconocer esa habilidad en otros,

- Los incompetentes son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia,

- Si pueden ser entrenados para mejorar sustancialmente su propio nivel de habilidad, entonces pueden reconocer y aceptar su falta de habilidad previa.

Quizás sea importante detenernos un momento en este último punto para señalar que las investigaciones concluyeron que los más incompetentes mejoran su nivel de habilidad para estimar su realidad solo tras recibir mucha capacitación en las habilidades que no tenían y, quizás, en ese caso puedan lograr evaluar y visualizar una comparación entre su posición actual con respecto a la inicial.

Detectando incompetentes

En una empresa podemos usualmente encontrar desde gente realmente talentosa y brillante hasta... gente que no lo es. Estos últimos incumplen las tareas que les son asignadas, probablemente tratan de quedar siempre bien con el jefe a través de la empatía, aunque no sepan mucho y no produzcan nada, pero generando un ambiente tóxico que contamina a su entorno y que, desde luego, afecta la productividad y eficiencia del equipo, por eso es clave que puedan ser detectados a tiempo.

Es común, incluso, que existan injusticias internas, donde se premia con un ascenso al incompetente, sobre el mérito de quienes realmente logran resultados, como si no existiera lógica alguna que pueda explicar semejante decisión. Pero desde luego, cuando este tipo de cosas suceden surgen pronto dudas sobre qué tan bueno es realmente el líder.

Se espera que un buen líder (gerente o director) sepa detectar a tiempo a un incompetente, quizás convenga una conversación señalando lo que se espera con relación a los resultados y la brecha entre lo esperado y lo logrado, pero si la incompetencia persiste no le quedará otra opción que tomar la decisión de separarlo de la empresa para evitar que el perjuicio se extienda.

Como todo en la vida, del dicho al hecho hay un largo trecho y es que no siempre es fácil que el incompetente brille y se deje identificar. Sin embargo, hay señales que podemos detectar para encender la alarma de incompetente a la vista, veamos algunas:

- Tiene siempre una explicación o excusa perfecta ante cada tarea inconclusa, por lo tanto oculta su incompetencia con una habilidad fantástica de encontrar el pretexto perfecto.

- Pareciera ser capaz de construir una nave espacial, pero las cosas básicas las hacen mal. Independientemente a cuantas veces se le explique la tarea, la vuelve a hacer de manera incorrecta, generalmente por su pobre nivel de concentración e insuficiente preparación técnica. Pero, como no lo puede percibir, busca afuera el motivo y así siempre será la máquina, el compañero o el cliente el culpable de su nueva falta.

- Su proactividad es casi nula, pues al estar tan embrollado con sus tareas todo se convierte en urgente, al no terminar nada de lo que empieza, los trabajos sin concluir se acumulan, al no tener disciplina tampoco maneja bien las prioridades y los tiempos, entonces solo puede recibir instrucciones, y es incapaz de aportar algo nuevo, de hecho es proclive a permanecer en una zona de confort y se molesta cuando se introducen cambios pues atentan contra su propia comodidad.

- La disciplina para iniciar tareas a hora y concluir lo que empieza definitivamente no es su fuerte. A menudo se distrae con facilidad al no poder distinguir las prioridades, por lo que la gestión del tiempo le resulta tremendamente compleja, percibiéndolo como indisciplinado o constantemente atareado pero con muy baja producción real.

- Cuando recibe instrucciones asiente como si hubiera entendido perfectamente todo, pero cuando presenta el resultado, indefectiblemente está incompleto, mal hecho o simplemente no era lo que se precisaba.

- Si recibe muchas llamadas de atención y no se da seguimiento positivo a sus explicaciones o justificaciones, entonces puede sentirse asfixiado pues considera injusta la actitud casi agresiva de los demás, se siente hostigado y amenazado, por lo tanto le da miedo que lo despidan y como cualquier persona que siente miedo, esto le angustia y por ende produce aún menos y con mayores problemas.

Es cierto que al reconocer a un incompetente el sentido común nos indica que hay que sacarlo, pero no siempre es tan fácil hacerlo. En ese caso, puede ayudar llevar un registro lo más detallado posible y contar con indicadores objetivos y medibles de tareas solicitadas y resultados obtenidos. Quizás la objetividad no exista, pues todos tenemos sentimientos de empatía que pueden traicionarnos, pero los indicadores operacionales siempre son una excelente herramienta para evaluar una gestión. Sigamos hablando de dinero, así aprendemos a manejarlo mejor.

gloria@ayalaperson.com.py

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