El bono demográfico y los productos hidroenergéticos

El bono demográfico es un fenómeno que se da dentro de un proceso de transición demográfica en el cual el porcentaje de la población en edad de trabajar (población económicamente activa, PEA) es mayor que la dependiente (niños, ancianos, enfermos y personas con cualidades especiales). Lo acostumbran comparar con un tren, en el cual la PEA se ubica como la fuerza motriz de la locomotora, mientras que los vagones inmediatos contienen a los adolescentes que entrarán a producir en breve. Los últimos vagones transportan la carga social de un país, es decir, a los jubilados, ancianos, niños y los no aptos para el trabajo.

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Este fenómeno se produce solo en un tiempo determinado, que para el Paraguay es de 30 años a contar desde el 2010; es decir, hasta el 2040, aproximadamente. Durante estos 30 años, el potencial productivo de la economía será uno de los mayores de nuestra historia, castigada por tantas revoluciones, corrupción y dos guerras internacionales. Este fenómeno sucede pocas veces en un país y es de corta duración. Paraguay lo está desaprovechando.

Para que este bono se convierta en desarrollo, en beneficio para la sociedad, se requiere que las evoluciones demográficas de la población sean acompañadas por políticas públicas adecuadas en protección social. La salud y educación son primordiales para el cuidado de ese bono; el empleo es el motor fundamental.

¿Cómo logramos el desarrollo en un país de gran producción primaria? A partir del análisis del bono demográfico y del otro gran bono, el energético, podemos modelar algunas propuestas: 1. Estimular a inversionistas nacionales y extranjeros en la industria nacional. 2. Plantear una verdadera sustitución de importaciones, aprovechando nuestros excedentes energéticos en ambas binacionales, Itaipú y Yacyretá. 3. Invertir y apostar fuertemente en la educación y en las ciencias y tecnología; solo con estos elementos lograremos transformar el chip de la población.

De los 6.811.583 paraguayos, según datos oficiales, el 67% conforma la población económicamente activa (PEA) y el resto, 33% depende de esta. La pobreza total y extrema, sin embargo, llega a la fatídica cantidad de 2.000.000 de personas; es decir, 29% de la población total.

Esta desigualdad es una gran ironía social; no condice con nuestras riquezas naturales; suelo, clima, bosques, recursos hidro-energéticos y otras bonanzas como la ausencia de terremotos, volcanes, huracanes y tsunamis. En Paraguay no existe un solo metro cuadrado que no se pueda producir.

En el sector energético es donde más se nota el desperdicio y la negligencia del manejo de nuestros recursos naturales. Los excedentes no podemos convertirlos en desarrollo por la miopía de los técnicos 3NI (Ni trabajan, Ni piensan y, NI tienen la más pálida idea de lo que es política pública). Por supuesto que existen honrosas excepciones que hacen que el tren de la producción todavía no pare. La autarquía en la ANDE se torna imprescindible y muy necesaria para llegar a los objetivos nacionales.

Las características de estos “asesores” del atraso son similares a las de los cangrejos (este noble animal no avanza hacia adelante) pues solo se preocupan en proyectar pequeños negocios o claudicar en los buenos que tenemos; por ejemplo, la construcción de pequeñas centrales hidroeléctricas (PCHs) y la “cesión” de nuestra energía segura y limpia de las binacionales.

En un pasado reciente habíamos alertado sobre la inconveniencia de construir pequeñas centrales hidroeléctricas (PCHs) a un alto costo. La unidad eléctrica producida (US$/KW), de muy baja eficiencia pasa a ser inviable en el corto plazo. La construcción de estas solo será viable en el mediano o largo plazo, cuando ya no tengamos excedentes en ambas binacionales o en la tercera, a construir con los argentinos, Corpus.

Si comparamos costos de las binacionales con las PCHs, estas últimas pasan a ser grotescas. Regalamos energía al Brasil y la Argentina a precios de banana y construiremos innecesariamente pequeñas centrales de pérdidas. En lugar de en estas, deberíamos invertir en el Sistema Interconectado Nacional (SIN) y posibilitar la industrialización del país. El SIN del Paraguay es similar a su infraestructura escolar; va cayendo a pedazos.

Falta repotenciar las restantes líneas de 220 KV, además de la construcción inmediata de más líneas en 220 y 500 KV. La red de distribución en media y baja tensión requiere un remozado inmediato; además, la instalación de subestaciones en puntos estratégicos, en la región Oriental y Occidental. Los países que progresaron lo han hecho con energía barata y segura, como el Brasil y la Argentina, ¡hace décadas! Por último, con incentivos en las tarifas de la ANDE, acompañadas de otras medidas moralizadoras, estimularemos el uso racional y productivo. La mejor inversión energética es la utilización racional y la eficiencia. Con energía segura, una red estable y administradores honestos, el capital creativo y esperanzador podrá multiplicar empleos y aprovechar al máximo nuestro bono demográfico.

Potencial

Durante 30 años, a contar desde 2010 y hasta 2040, el potencial productivo de la economía será uno de los mayores de nuestra historia.

PEA

De los 6.811.583 paraguayos, según datos oficiales, el 67% conforma la población económicamente activa (PEA) y el resto, 33% dependen de aquella.

Pobreza

Pobreza total y extrema, llega a fatídica cantidad de 2.000.000 de personas; es decir, 29% de la población total. Esta desigualdad es una gran ironía social. (*) Funcionario técnico de Itaipú Binacional.

Juliocesar_be@hotmail.com

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