Nueva política… ¿nueva economía?: qué esperar de las políticas de Trump

El 2016 será recordado como un año de profundas modificaciones en la política mundial, especialmente en Europa y en Estados Unidos. En junio pasado Gran Bretaña decidía abandonar la Unión Europea basado en una crítica al modelo de integración y sobre todo sus costos monetarios, revelando la existencia de una porción importante de población británica que no se veía representada ni beneficiada por las políticas ni las instituciones europeas.

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La elección días atrás de Donald Trump como presidente de la primera economía del mundo generó el segundo sismo político del año en curso. Su propaganda fue frontal y controversial, abordando los problemas cotidianos de la ciudadanía, pero planteados de forma simple y mecánica. Sus propósitos para disminuir la cantidad de inmigrantes ilegales, restringir el gasto de salud instalado por el presidente Obama, sedujeron de forma efectiva a la población perteneciente principalmente a la clase media y media baja y de raza blanca de origen anglosajón. Hasta sus propósitos en contra de los inmigrantes ilegales, que rozaban la xenofobia, parecen haber generado más apoyo que rechazo.

Las propuestas económicas de Trump pueden resumirse en una reducción de impuestos para los grupos de mayores ingresos, el incremento del salario mínimo federal a US$ 10 por hora.

En cuanto a las relaciones económicas externas, la propuesta del hoy presidente electo indicaba un deseo de renegociar los tratados de libre comercio con el NAFTA, México y Canadá.

Otras propuestas incluían incautar las remesas generadas por los inmigrantes ilegales. Vinculado a esto, el presidente electo planteó deportar a más de 10 millones de trabajadores inmigrantes ilegales y construir un muro en la frontera con México para evitar la entrada de personas de ese país. Otra proposición tendiente a limitar a que las empresas americanas dejen el país consistía en la creación de un impuesto del 35%.

Estas propuestas económicas y migratorias generaron una crítica generalizada en el ámbito académico y empresarial, pero respondían directamente a las demandas de los sectores más numerosos de la población.

Definitivamente los electores no solo eligieron a un outsider, sino sobre todo enviaron un mensaje claro a la clase política tradicional: prefieren a alguien que les interpele de forma práctica y directa antes que discursos complejos o con retóricas académicas. De esta forma, el electorado norteamericano encontró el candidato ideal para manifestar su disconformidad con el modelo económico y social. La política tradicional cede lugar a una nueva, hecha por no políticos, al igual que en nuestra región, donde Paraguay y Argentina tienen líderes políticos surgidos del mundo empresarial.

La incertidumbre sin embargo se instala en torno a la economía, donde los agentes se cuestionan si el presidente electo Trump dará lugar a una nueva economía o, por el contrario, las promesas electorales correspondientes al campo económico, que son de difícil y compleja aplicación, serán reformuladas y volverán a ser menos ortodoxas.

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