Reflexiones sobre el desarrollo del territorio chaqueño

El reciente movimiento asunceno denominado “Salvemos al Chaco”, orientado a salvaguardar el patrimonio natural, debe ser aprovechado como una oportunidad para conocer y comprender mejor a esta región del país, de la cual la opinión pública recibe información parcial, incompleta y casi siempre sesgada.

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El Chaco es un territorio en transformación y en integración socioeconómica importante, por lo tanto es imposible explicar sus desafíos y problemáticas solamente desde una perspectiva, en este caso la ambiental. El alto grado de desconocimiento sobre las recientes dinámicas sociales, económicas y políticas del Chaco, creada por una porción muy grande de la sociedad asuncena es una visión simplista, desfasada, y anacrónica, que puede ser peligrosa al momento de tomar decisiones.

Conviene comenzar la reflexión sobre el Chaco, recordando que los Estados-Nación o países disponen de sus respectivos territorios como espacio de vida y de aprovechamiento de los recursos que allí se encuentren. Los países con superior extensión territorial como Brasil y Argentina, por ejemplo, cuentan con una mayor capacidad de crecimiento y desarrollo porque disponen de una cantidad superior de espacio o territorio. Paraguay debería, por lo tanto, utilizar de la mejor manera posible el limitado espacio que dispone para lograr resolver sus problemas y posibilitar incrementar su nivel de desarrollo económico y social. Los sistemas productivos, que consumen la mayor cantidad de espacio, especialmente la agricultura y la ganadería, deben mostrar altos índices de eficiencia, para optimizar el uso del espacio, que es un recurso escaso, sobre todo ante la imposibilidad de conseguir más territorio (por guerra o compra a algún país).

El Chaco paraguayo se ha mantenido durante al menos tres siglos y medio en un estado de latencia o de reserva, es decir, no fue la región privilegiada por inversiones en infraestructura, o en servicios, por lo que las políticas públicas, a lo largo de las últimas décadas han sido limitadas, escasas y de baja calidad. Ante esta situación, los agentes económicos se han visto obligados a asumir un conjunto de costos logísticos y de infraestructura para suplir la ausencia del Estado, a pesar de todas las limitaciones y dificultades. No debe olvidarse que el Chaco apareció casi siempre como un espacio no atractivo para el resto de los paraguayos, tanto que se ha recurrido a un grupo de inmigrantes provenientes de Canadá para iniciar el poblamiento moderno, en 1927, además de las comunidades indígenas autóctonas.

A partir de mediados de la década del 2000, las diferentes regiones del Chaco han experimentado una serie de cambios muy significativos: transición de una ganadería de leche a una de carne, incremento de actividades industriales, crecimiento poblacional y urbano, diversificación de actividades y, sobre todo, la incorporación de zonas marginales al sistema socioeconómico. En este sentido, el aprovechamiento del espacio disponible para el desarrollo de la ganadería ha sido uno de los fenómenos más significativos y positivos en términos económicos como estratégicos.

La ganadería, en varias zonas del Chaco, permite aprovechar y activar una serie de recursos disponibles que no habían sido utilizados antes, especialmente la cantidad de fósforo del suelo, lo que favorece el buen desarrollo de las pasturas y esto a su vez permite que el ganado vacuno crezca en condiciones favorables. Recién en la primera década del siglo XXI, las fuerzas productivas han logrado integrar y valorizar las zonas más aisladas, generando un cambio de uso de suelo. De esta forma numerosas zonas del Chaco se han integrado al esquema nacional, generado impactos positivos en las economías regionales.

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