Señores de la frontera (III)

Cuando tocamos temas tan delicados y peligrosos como la narcopolítica, debemos responder preguntas básicas como: ¿quiénes ocuparon los vacíos de poder, riqueza y corrupción dejados por los patrones de la droga Escobar Gaviria, el general Noriega y el general Andrés Rodríguez en Latinoamérica? En México, un tal Chapo Guzmán era el káiser de la droga, una mezcla de Robin Hood y lucifer. En Colombia, muerto Escobar, el narcotráfico ocupó el cártel de Cali de los hermanos Ochoa. ¿Quién heredó al zar de la cocaína en el Paraguay?

Cargando...

Estos señores de la frontera, junto con algunos “karai” intocables del Congreso, fueron los principales culpables de la instauración de la narcopolítica en el Paraguay, indirectamente también fueron culpables de la mala distribución de las tierras y de la riqueza emergente de ellas, de la migración interna hacia las urbes donde se multiplican los trabajadores informales, la delincuencia urbana, los niños de la calle, los limpiavidrios y cuidacoches. La ausencia de una atención digna a veteranos y jubilados es su colofón. En fin, la postración de este país que está muriendo de inmoralidad.

Pero ellos nunca trabajaron solos. La estructura mafiosa incrustada en los tres poderes del Estado, desde la presidencia hasta el último juzgado de paz, les brindó el apoyo legal que necesitaban para delinquir tranquilamente. Muchos avivados entraron en la arena política local, otros más poderosos en la arena nacional. Era comidilla de la opinión pública que una banca de concejal, dependiendo del distrito, costaba cien mil dólares; la de diputado, trescientos mil; mientras que la de senador de la República podía llegar al millón. Con esta credencial de impunidad lograda con tan poca inversión, se aseguraban sus negocios por cinco años, con alta probabilidad de hacer el rekutu.

El negocio es simple: si no estoy en una rosca mafiosa o de poder fáctico, procuro que un mafioso me financie la campaña a cambio de protección política. El mejor ejemplo de esto es lo ocurrido en Ypejhú; una madrina política, hoy diputada, un gobernador a disposición, fiscales y jueces corruptos, relativamente baratos, y un miembro de la Corte que me blanquee como a Moisés descendiendo del monte Sinaí. Ser intendente, gobernador, diputado o senador ya es fácil. El Corleone de la película “El Padrino”, que compraba a congresistas, jueces, fiscales, gobernadores y se daba el lujo de donar parte de su fortuna hasta al Vaticano, queda a la altura de una zapatilla franciscana.

Hace unos años, el periodista Aníbal M. Velázquez, del diario ABC, nos mostraba hasta una estructura religiosa que, por décadas, se mostró complaciente y hasta cómplice con el poder de turno. Muchos dirán: las iglesias no pueden cerrar sus puertas a los mafiosos y traficantes. ¡Es cierto! Así como es cierto que su deber es evangelizarlos, buscar su verdadero arrepentimiento, o denunciarlos y declararlos publicanos, si permanecen en sus hediondos pecados.

Después de la muerte del periodista Pablo Medina, del diario ABC Color, ya nada será igual en el país. Se avecina el juicio político a varios miembros de la Corte Suprema de Justicia y del TSJE, ¡y lo tienen bien merecido! Solo así la nación volverá a creer en un futuro, solo así se sabrá que la impunidad no forma parte del “teko” paraguayo, sino de algunos políticos sin carácter. Solo así las villas miseria del país no serán pasto de narcos y aguantaderos de rateros y malvivientes.

Así como están las cosas, es más fácil para las logias, cárteles y gavillas confesarse católicos, pues no te piden referencias, testimonio de vida ni antecedentes de tu fortuna. No te disciplinan y ¡jamás! te declaran publicano. Para más ventaja, te aceptan hasta en los comités de lucha contra la inmoralidad. Recuerdo que fue anecdótico en el Alto Paraná el hecho de que un político, conocido por sus pistas clandestinas, llegase a liderar una comisión de lucha contra el contrabando… donde estaba sentado un monseñor.

Las mafias solamente tienen el idioma de los metales: la de la plata o la del plomo. Dicen que cuando un jefe policial o “autoridad” del Estado llega a la zona, es costumbre que le envíen a un emisario portando una bala o un fajo de billetes. La elección es obvia: el dinero. El estado de violencia, de miedo, de impotencia, de miseria moral y económica en que vivimos es la evidencia.

En Paraguay la lucha contra el crimen organizado todavía no se ha iniciado, y cuando lo haga, será larga y dolorosa. En Colombia, México e Italia ha costado la vida de cientos de jueces y periodistas valientes. Muchos soldados de Cristo han muerto por las calles tratando de convertir a los jóvenes poseídos por la lujuria del poder y el dinero fácil.

Sin embargo, la historia bíblica describe a grandes hombres que lucharon contra estructuras poderosas y vencieron. Es posible combatir y derrotar a la narcopolítica y sus falsos dioses. Tenemos como ejemplo a Moisés, Josué, David y Ezequías. El pueblo norteamericano basó su grandeza en las verdades bíblicas. Su primera Constitución fue una pequeña variación de los diez mandamientos.

Grandes hombres, como Jefferson, Washington, Abraham Lincoln y otros, se encargaron de aplicarla, robusteciendo la nación con la libertad y la justicia. Hoy es la más poderosa de la Tierra, pero para llegar al rango de estos estadistas se requieren un poco de valentía, alguna sabiduría y mucho de temor a Dios. El resto viene por añadidura. Es mi sentimiento en estas postrimerías del año.

Culpa

Los señores de la frontera y algunos intocables del Congreso son los principales culpables de la instauración de la narcopolítica...

Apoyo

La mafia incrustada en los tres poderes del Estado, desde la presidencia hasta el último juzgado de paz, les brindó el apoyo legal.

Transa

Era comidilla de la opinión pública que una banca de concejal, dependiendo del distrito, costaba cien mil dólares.

(*) Vicepresidente de la Sociedad de Ingenieros Liberales del Paraguay (SILP).

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...