Workaholic

Si bien no hay una definición médica para el trabajólico (del inglés workaholic), desde la década de los 90 se ha difundido el término principalmente a través de las teorías de autoayuda. Así, quienes hacen del trabajo el centro de su vida permiten que su empleo le reste importancia a todo lo demás, incluida su familia, distracciones o vida social; entonces su apego al trabajo los lleva a ir perdiendo estabilidad emocional convirtiéndose en adictos al control y al poder que se relacionan con esa actividad.

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Generalmente relacionamos el trabajo con una remuneración; sin embargo, no siempre el mayor tiempo dedicado al mismo, o el estrés que lo acompaña, tienen un reconocimiento económico. Pero el workaholic logra beneficios en esa conducta que podría ser incluso autodestructiva, de allí su relación con desordenes de personalidad obsesivos-compulsivos que van más allá de una fuerte motivación hacia su carrera u oficio.

Con disfraz de responsabilidad

Es usual que el workaholic sufra del estrés que le ocasiona trabajar diariamente más horas de las que podrían considerarse saludables. Incluso en horarios fuera de la empresa, sigue con la preocupación sobre los problemas y discusiones del día, sus conversaciones con su familia y amigos giran en torno a su trabajo y no logra equilibrio con sus otras áreas de vida, como los afectos, deportes, distracciones o sociabilizar con otras personas no relacionadas a su empleo.

En ocasiones, siente no ser comprendido, pues solo él sabe lo que se esfuerza diariamente aunque los demás no se lo reconozcan. En especial, se considera a sí mismo como una persona sumamente detallista y perfeccionista, lo que le da la sensación de ser más responsable e incluso inteligente que los demás. Esta perspectiva lo lleva a realizar más tareas que las que le corresponden, incluso asumiendo el control y corrección de responsabilidades ajenas, sumando ajetreo a su día y restándole tranquilidad.

A veces durante su rutina laboral, considera que interrumpir su actividad para cumplir con sus funciones fisiológicas sería una pérdida de tiempo, llevando a pensar que aquellos compañeros que tienen tiempo para ir al baño, comer o tomar agua son haraganes, pierden el tiempo e incluso son irresponsables, lo que le suma disgusto y malestar.

Pero en el fondo, el trabajólico recibe la satisfacción del deber cumplido y cuanto mayor es el cansancio, esfuerzo, sacrificio y ajetreo de su apretada agenda aumenta su adrenalina, haciendo que su sensación de bienestar aumente, pues se siente más importante para la organización, es como ganarse el espacio y respeto de los demás convirtiéndose en imprescindible.

Pero en las organizaciones nadie es imprescindible, cuando este trabajólico se enferma, se retira o fallece, la actividad quizás podrá sufrir de algún retraso, pero pronto se encontrará nuevamente la manera de hacer (incluso mejor) el trabajo que esa persona realizaba. Siendo crueles podríamos decir que, luego de secar las lágrimas, el mundo seguirá girando y la anécdota pasará a la bitácora de recuerdos, nadie para el reloj para dar las gracias por el sacrificio realizado en pos de mayores logros laborales.

Lejos estoy de plantear que hay que bajar el ritmo de trabajo ni mucho menos apunto a que esté bien visto aquel que hace solo el mínimo esfuerzo requerido. Pero, como todos los extremos son malos, también lo exagerado del workaholic le pasa la factura a su salud y a sus relaciones afectivas.

El disfraz de hombre responsable que se desloma trabajando, solo se lo cree el mismo y así se queda: solo. Esto sucede porque al no respetar el trabajo de los demás, le resulta difícil trabajar en equipo, promocionar a sus colaboradores, apreciar a sus pares o admirar a sus superiores.

Síntomas claros

Especialmente, al no recibir un premio por su entrega y esmero, ya sea en su remuneración o a través de reconocimientos públicos, se siente poco valorado y eso golpea su autoestima, la cual intenta reconstruir mostrando a los demás su valía, nuevamente con más esfuerzo y sacrificio, hasta que llega al cansancio extremo que puede llevarlo a ansiedad e irritabilidad o incluso a una depresión.

Esa necesidad creciente de trabajar más, de dedicarle más tiempo al trabajo y vivir preocupado por su rendimiento laboral lo hace preso de un continuo agobio pero, al decepcionarse con el resultado final, le produce un vacío emocional e infravalora a los demás, incluso de no dar espacio en su vida a su propia familia y amigos.

Un síntoma común en el trabajólico es la necesidad compulsiva de hacer listas de los pendientes, pero a medida que tacha los realizados aumenta rápidamente las nuevas tareas. Al no terminar nunca con ellas, vive con el estrés de lo no realizado aún y por más tiempo que se quede en el trabajo, siempre al día siguiente tendrá nuevas obligaciones esperándolo. Esta incapacidad de estar sin trabajar, lo lleva a no descansar adecuadamente, la preocupación laboral le produce insomnio, sufriendo obviamente de una creciente ansiedad, inquietud e irritabilidad.

Al trabajólico no precisamente le gusta su empleo, de hecho es común que su trabajo ya no lo motive y le suponga un esfuerzo casi insoportable realizarlo. La sicóloga Marisa Bosqued en su libro “The Burnout Syndrome” describe el síndrome del workaholic como una enfermedad laboral que va en aumento en estos días.

Hay varios tipos de trabajólicos, algunos necesitan de la aprobación del jefe y el reconocimiento de sus colegas, pues de lo contrario pueden llegar a caer incluso en depresión. Otros sufren cuando pierden el control de la situación, detestan descender en su rendimiento laboral, son personas independientes y ambiciosas, por lo que al no alcanzar sus metas se vuelven fácilmente ansiosos e irritables.

El cuadro más peligroso para la salud del adicto al trabajo radica en el narcisista controlador, quien posee una personalidad desequilibrada y en situaciones de tensión puede llegar a la despersonalización, esa sensación de no ser uno mismo, y a la desrrealización que sería la sensación de ver y experimentar lo que lo rodea como si fuera un sueño.

El workaholic puede sufrir también de una conducta egocéntrica, convencido de que todo gira en torno a él, se siente responsable e incluso culpable si no resulta perfecto el trabajo realizado, lo que lo lleva a estar tan angustiado que no tiene otro tema de conversación que no sean los problemas o dificultades que vive en su entorno laboral, sintiendo tanta alegría ante un éxito que cuando sucede lo repite una y otra vez buscando la valoración de sus seres queridos por cada logro.

Como toda adicción, el reconocimiento de quien la padece es el primer paso para iniciar una terapia de sanación. La familia y el entorno pueden ayudarlo estableciendo un programa de actividades alternativas, a fin de ir reduciendo paulatinamente las horas que le dedica al trabajo para que de esa manera pueda redescubrir su valor como persona independiente a su rol de trabajador, ir cambiando su actitud ante la vida, rediseñar su orden de prioridades y desterrar ideas sobre el perfeccionismo o la necesidad de éxito. Sigamos hablando de dinero, así aprendemos a manejarlo mejor.

Adicto

El cuadro más peligroso para la salud del adicto al trabajo radica en el narcisista controlador, quien posee una personalidad desequilibrada.

Ayuda

La familia y el entorno del trabajólico pueden ayudarlo estableciendo un programa de actividades alternativas, a fin de ir reduciendo horas de trabajo.

gloria@ayalaperson.com.py

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