3762 drones en el Paraguay

Desde hace unos meses se percibe el aumento en el uso de drones en el Paraguay, comúnmente para fotografiar y realizar filmacines aéreas de eventos, también para trabajos de bienes raíces, tomas de edificaciones, control de avance de obras y cinematografía.

Hay quienes los emplean en la agricultura de precisión, puesto que ciertos dispositivos ayudan a medir el nivel de nutrientes y verificar el ataque de plagas; en la ganadería, para control de ganado y, también, en geología, minería e hidrología. “No hay un límite para todo lo que se puede aplicar. En otros países se utiliza hasta para el transporte de paquetes a lugares de difícil acceso”, dice Juan Carlos Spiess, presidente de la Asociación de Operadores de Multirrotores del Paraguay.

Recuerda que en las inundaciones registradas el año pasado los drones sirvieron para localizar a personas que aguardaban rescate sobre sus tejados.

Antes de avanzar, conviene aclarar qué son estos dispositivos. Para calificar la partida arancelaria, la Dirección Nacional de Aduanas (DNA) explica que la palabra drone o vant (vehículos aéreos no tripulados, en inglés) fue originalmente concebida para referirse a las aplicaciones militares, hasta que se trasladó para denominar comercialmente a los dispositivos de vuelo de radiotelemando con pequeña capacidad de carga (para grabación o filmación), como para designar a los artefactos voladores para entretenimiento, del tipo aeromodelismo.

Hecha la aclaración, los datos de la DNA señalan que estos aparatos provienen de los Estados Unidos y China, pero sobre todo del país asiático. La importación creció en gran magnitud, dado que en el 2013 ingresaron apenas 14 drones de juguete, lo que ascendió a 1194 en el 2014 y a 2552 en lo que va del año.

Spiess cuenta que hay empresas trabajando con estos equipos desde hace más de cuatro años. Entre los pioneros figuran los aficionados al aeromodelismo, pero su auge data apenas de un año atrás, debido al abaratamiento mundial.

El precio es relativo, pues obedece a la función que se le dará. Los domésticos, medianamente profesionales, van desde USD 1000 hasta USD 9000. Los profesionales llegan a costar hasta USD 30.000, conforme el tipo de cámara. Para la agricultura de precisión, rozan incluso los USD 60.000, indica Spiess.

DJI es hoy la marca más adquirida, cuyas versiones se adaptan a todo tipo de bolsillos. Gabba Hobby, de Ciudad del Este, empezó a traer drones para comercializar hace un año. Este negocio vende desde los más sencillos –de USD 50 a USD 70–, con cámaras fotográficas y de videos desde el aire, tan pequeños que caben en la mano y llegan a 40 m de altura, con una autonomía de batería de 8 min, hasta otros de más de USD 10.000, sobre pedido. Estas disponen de cámara de televisión, acceden a 300 o 400 m de altura y la autonomía de la batería dura 20 min. Pero los más vendidos son los que cuestan USD 500 en adelante, incorporan GPS y ofrecen mayor estabilidad. “Para hacer lo que hoy se hace con un drone, antes se necesitaba un avión o helicóptero, cuyo vuelo de una hora cuesta como USD 1500”, señala Mohamed Abad, gerente general de Gabba Hobby, firma que ofrece también servicio técnico para mantenimiento y reparación.

“El drone que compré me costó USD 1400 con una batería extra, pero ahora está a USD 1200, porque salió uno nuevo que se llama Phantom 3 Profesional (de la marca DJI), con muchas mejoras en la cámara”, acota, por su parte, Carlos Juri, jefe de Fotografía del diario La Nación, medio pionero en la implementación de esta tecnología para fotorreportajes desde hace un año.

Pese al boom de estos móviles aéreos no tripulados, hay aún puntos pendientes como el registro algo dispositivos y la legislación que regule los vuelos, de los que otros países ya disponen.