Actitud ante los problemas

Mucha gente no vive con plenitud porque se siente abrumada por problemas, pero los problemas siempre existirán, es iluso pensar que algún día desaparecerán.

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Vivir la vida significa resolver problemas cada día, y debemos ser responsables y equiparnos para lidiar con estos.

Si los problemas no pueden ser eliminados, ¿qué hacer? Cambiar mis reacciones:

* Sentirse bien con uno mismo para acceder a recursos internos valiosos.

Cuando uno se siente mal, los problemas parecen más grandes de lo que realmente son. Sentirse bien es crucial. No es conveniente tratar de resolverlos desde lo peor de uno. Cuando nos sentimos bien somos más creativos, optimistas, tenemos esperanza y vemos a los problemas en su real magnitud. “Cuando nos sentimos mal, todo estará mal”. Estar triste o cansado no permite el estado mental adecuado para resolver problemas. No coincido con quienes piensan que es bueno enojarse con sí mismos al enfrentar problemas. El enojo y el negativismo cierran las puertas.

* No ponerse contra los problemas.

Hay que aprender a vivir bien, pese a los problemas concomitantes; no aceptarlos crea un terremoto interno del que uno sale estresándose y generando otros problemas, especialmente de salud emocional y física. Aceptar no implica estar de acuerdo con el problema, sino entrar en un estado mental desde el que se puede lidiar mejor con este.

* Ver a los problemas como desafíos, no como cargas.

Para ello, es necesario cambiar el chip de cómo vemos a los problemas. Quizá desde chicos nos enseñaron que estos son malos y que debemos evitarlos. Creo que la realidad es otra. Es mejor verlos como desafíos que precisan de nuestra atención e invitan a la acción.

* Cuidar nuestra conversación interna y externa.

La conversación con nosotros mismos y nuestro lenguaje debe alentarnos a enfrentar los problemas. Es inútil exagerar diciendo: “¡Qué horrible, terrible!”, etcétera. La mera pronunciación de esas frases causa un estado mental negativo que magnifica aún más la situación. Alguien dijo alguna vez: “Si el problema tiene solución, ¿para qué te preocupás?, y si no tiene solución, ¿para qué te preocupás?”. Otra buena estrategia es preguntarse: “¿Recordaré este problema dentro de cinco años?”.

* Acordarse de cómo resolvimos problemas pasados.

Desde hace años venimos resolviendo varios tipos de problemas y, pese a todo, salimos adelante. El problema actual también tendrá alguna solución.

* “Incubar” la búsqueda de soluciones.

Me refiero a mantener activo nuestro cerebro en la búsqueda de soluciones. ¿Cómo “incubar”? Es bueno dejar de pensar en el problema por un tiempo, hacer otras cosas y en 12 o 24 horas volver a examinarlo. Esto produce flexibilidad mental, pues permite ver la dificultad desde otros ángulos y generar nuevas soluciones.

Especialista en liderazgo, comunicación, coaching, gerenciamiento y crecimiento personal. Actualmente, es socio gerente de Sunergos.


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