FILADELFIA

En este distrito de casi 14.000 km2, el motor económico es la ganadería, para producción de carne y leche, impulsada sobre todo por la colonia menonita, aunque el mayor porcentaje de su población es indígena. Además, prosperan los cultivos ideales para tierras semiáridas.

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En la agricultura, el sésamo, el maní, el tártago, la chía y otros rubros especiales para el tipo de tierra del Chaco son los principales que se suman a la ganadería y generan ingresos para esa comunidad. Gracias a ello, el comercio es floreciente.

También cuentan con la procesadora de maní, de la Cooperativa Fernheim, que durante tres a cuatro meses da trabajo a más de 200 personas, en su mayoría indígenas. Pero sobre todo, la planta láctea de la marca CO-OP, de la sociedad entre las cooperativas Neuland y Fernheim, emplea a los lugareños.

El ingreso de la gente en la zona urbana es mayor al resto del país y llega, promediando, a alrededor de USD 15.000 a USD 20.000, mientras que el de los menonitas asociados asciende a USD 40.000 anuales, revela el intendente de Filadelfia, Holger Bergen.

En esta localidad, se está extrayendo madera que luego se procesa en la Región Oriental, dice en tono quejoso el jefe municipal. “Se extrae la madera porque es muy buena; una de las más apreciadas es el palo santo, pero legalmente no se puede comprar más en la zona. Se está trabajando también con quebracho amarillo y otras que hasta hace unos años no se usaban porque se pensaba que eran inútiles”, manifiesta.

El carbón fue durante un tiempo el rubro que generaba ingresos, sobre todo en las comunidades indígenas, pero por disposiciones de la Secretaría del Ambiente se lo abandonó y afectó bastante a la economía local.

La afición fotográfica de áreas silvestres, los museos de la colonia menonita, científico e indígena, así como los negocios, atraen el turismo hacia esta zona de polvareda en verano y barros intensos en épocas de lluvia. Para recibirlos, cuenta con tres hoteles y algunos locales gastronómicos.

La estructura de la ciudad resalta por sus calles anchas, instituciones centralizadas en un pequeño cuadrante, y la gran integración entre rubios de ojos azules y morochos de baja estatura, además de los paraguayos latinos e inmigrantes argentinos, brasileños y uruguayos.

La zona urbana está cotizada desde G. 18.000 hasta G. 300.000 el m2, dependiendo de su ubicación, mientras que el área rural va desde USD 1.000 hasta USD 2.500 la ha, de acuerdo con su infraestructura. En la última década, el precio de la tierra se triplicó o incluso cuadriplicó con la llegada masiva de compradores argentinos y uruguayos.

Costo de vida. En los supermercados y tiendas, los costos de los productos de la canasta familiar son 20 % a 30 % más elevados que en Asunción debido a la distancia. El costo del flete que debe transitar 500 km desde la capital hace que se registre este fenómeno. De todos modos, se desarrolla el comercio tanto de productos de consumo diario como de implementos agrícolas, vestimentas, vehículos, entre otros.

Hay grandes desigualdades en el lugar donde conviven prósperos colonos y familias indígenas pobres. Estos últimos tienen de 10.000 a 12.000 ha de tierra que no saben aprovechar, pero se está trabajando con ellos para que logren autosustentarse, dijo el intendente.

60 % de la población de Filadelfia es indígena; el resto son menonitas, brasileños, argentinos, uruguayos y paraguayos latinos, según el intendente Holger Bergen.

15.000 habitantes tiene la localidad, el 65 % está en la zona urbana y periurbana; los demás en zona rural, incluyendo las 20 comunidades indígenas.

 

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