Un club de la vergüenza

La organización especializada Global Financial Integrity publicó recientemente un estudio realizado con el objeto de medir el impacto que tienen los denominados flujos financieros ilícitos (Illicit Financial Flows and Development Indices: 2008–2012) sobre las economías más vulnerables del mundo.

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El estudio, que abarca el período de 2008 a 2012, compara cómo las cifras que mueven los flujos financieros ilícitos se relacionan con los indicadores tradicionales de desarrollo y crecimiento económico, como ser el tamaño del PIB, del comercio, la inversión extranjera directa, el total del gasto público que se destina educación y salud, recaudaciones impositivas y otros.

Las conclusiones del estudio —al que pueden acceder a través del link más abajo señalado— son contundentes: cuantos más flujos financieros ilícitos transiten por la economía de un país, menor es el desarrollo de este. El Paraguay está clasificado en todas las matrices de esta medición, además de ser el único de America del Sur que aparece en las mediciones de los top 25 en cada tabla.

La economía informal es la cantidad de dinero que mueve aquellos negocios que “no se declaran”. Los flujos financieros ilícitos son volúmenes de dinero que se mueven al margen y excluidos del control formal por parte de los bancos —es dinero que no se declara y que escapa al control y regulación formal—. Los flujos ilícitos están, por tanto, estrechamente vinculados y constituyen un porcentaje importante de la economía informal que, según los estudios de nuestra organización, representa el 39,5 % de nuestro PIB (aproximadamente, USD 11.700 millones).

En específico, el estudio de Global Financial Integrity revela una correlación positiva entre altos niveles de pobreza y mayores niveles de flujos financieros ilícitos (relativos al PIB). En otras palabras, los países con niveles altos de flujos financieros ilícitos son aquellos que tienen mayores niveles de pobreza e inclusión. También existe una relación positiva entre los flujos ilícitos y el nivel de desigualdad económica en el país. Es decir, los países que tienen un alto nivel de flujos ilícitos son aquellos que también observan desigualdad de riquezas.

Pro Desarrollo ya había publicado las conclusiones de un estudio (http://www.pro.org.py/informalidad/) que ilustraba este mismo punto: a mayor economía informal, menor el desarrollo humano de aquel país. El estudio de Global Financial Integrity no hace más que confirmar lo ya afirmado por Pro y lo que casi intuitivamente podríamos decir que percibimos al abordar sin conocimientos técnicos esta problemática.

Asimismo, el estudio demuestra que existe una correlación negativa entre el nivel de desarrollo humano y el nivel de flujos financieros ilícitos, lo cual significa que a mayor cantidad de flujos ilícitos, menor el índice de desarrollo humano, lo cual también resulta razonable atendiendo a que dichos flujos no se convierten en ingresos tributarios ni mucho menos en proyectos de desarrollo sostenible que genere fuentes de trabajo legal.

El Paraguay es el 11.º país del mundo en términos del número de flujos financieros ilícitos en relación a su PIB (en orden descendiente), precedido solamente por Togo, Liberia, Vanuatu, Djibouti, Islas Salomón, Guinea Ecuatorial, Samoa, Honduras, Nicaragua y Lesotho. Entendámoslo bien: en este ranking, solo estos mencionados países, con niveles bajísimos de desarrollo económico y humano, están peores ubicados que nosotros. Luego, nos siguen Zambia, Guyana, Malawi, Santo Tomé y Príncipe, Comoros, Chad, Armenia y Congo. Es importante darnos cuenta del entorno de los países entre los cuales estamos clasificados. Además, somos los primeros y únicos del continente en aparecer en la lista de los primeros 25 países de esta clasificación. No es cuestión de delicadeza ni mucho menos de discriminación, pero estoy seguro de que todos preferiríamos estar en un club de países con otros socios como Chile, Uruguay, Costa Rica, Singapur, Corea del Sur, solo por citar algunos ejemplos.

En cuanto a la relación entre flujos financieros ilícitos y el nivel total de comercio, el Paraguay es el 14.º país; en relación a población, el 4.º; al nivel de inversión extranjera, el 5.º; al nivel de lo que se gasta en educación, el 9.º; al nivel de lo que el Estado invierte en salud, el 18.º; al nivel de recaudaciones impositivas, el 6.º; al nivel de capitalización bursátil y reservas de capital, el 11.º, y en relación al nivel de cooperación y ayuda extranjera, el Paraguay clasifica primero.

Esto significa que, según el mencionado estudio, cuanto más flujos financieros ilícitos se mueven en un país, no solo menor será el desarrollo económico, social y humano de aquel país, sino que la competitividad se estancará o irá decreciendo en cuanto aquellos alimenten actividades de corto plazo y bajo impacto.

Sociedad y Gobierno tendemos a justificar la evasión de impuestos y el contrabando —dos pilares importantes de la economía informal— o a justificar el aumento en tasas de impuestos y no nos damos cuenta de que el problema está en la base: la tolerancia a las actividades informales como parte o hasta, a veces, estrategia de desarrollo.

La corrupción está presente en el Paraguay —su nivel de penetración es alarmante, intolerable, y debe ser atacada, rechazada y castigada ejemplarmente no solo por los órganos judiciales, sino socialmente—, pero su existencia no puede servirnos de justificativo para excusarnos de nuestro deber cívico —como habitantes en sociedad— de poner nuestra parte y hacer que de a poco las ruedas de nuestro país vayan moviendo para adelante.

Informes como el de Global Financial Integrity son los primeros que leen los eventuales inversores antes de llegar al Paraguay. ¿Queremos seguir apareciendo entre estos países? Algunos de estos Estados apostarían a que son desconocidos para muchos lectores.

El tema central es que este tipo de información es la que finalmente determina la calidad de la inversión extranjera, su permanencia y sostenibilidad a futuro en el país y la capacidad de generar fuentes de trabajo legales e incluyentes.

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