A 147 años de la célebre batalla de Curupayty

"¿No llegan hasta vuestro oído los aires marciales de una diana vibrante y arrebatadora? La batalla va a empezar. Mirad con vuestro pensamiento el soberbio panorama de aquella tarde inolvidable. Aquí, detrás de estas trincheras esperan nuestros leones, ávidos de pelear, devorados por la fiebre de una ansiedad incontenible".

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De esa manera, Juan E. O'Leary rememora y homenajea el valor del soldado paraguayo y el ingenio del Gral. Díaz en la batalla de Curupayty (El Libro de los Héroes, pág. 260: 1922), la más brillante y resonante victoria del Ejército paraguayo durante la guerra.

Luego de ser rechazado de las tierras aliadas el Ejército paraguayo, las acciones de la Guerra contra la Triple Alianza se desarrollarían totalmente en territorio paraguayo hasta finalizar en 1870. Tomaron el dominio de los ríos Paraguay y Paraná con el objetivo de llegar a Asunción, pero en el camino les esperaba la fortaleza de Curupayty y, más arriba, Humaitá.

Antes de la contienda, el 12 de setiembre, López y Mitre se reunieron en Yataity Corá para buscar una salida elegante al conflicto, acuerdo que no llegaría a causa de los brasileños. Entonces no quedó más que seguir con las acciones. El 22 de setiembre, Bartolomé Mitre, comandante de las fuerzas aliadas, ordenó el asalto de Curupayty que días antes 5.000 paraguayos fortificaron eficazmente.

El lodazal producido por una lluvia de tres días, la posición elevada, una laguna, el estero, las trincheras y las trampas que el Gral. Díaz ordenó que se plantaran rodeando la fortaleza fueron las murallas contra las que chocaron una y otra vez los soldados aliados en número de 9 y 8 mil argentinos y brasileños, respectivamente.

Carga tras carga eran rechazados. Los soldados aliados retrocedían y eran empujados de nuevo al frente por la retaguardia pasando por encima de los cuerpos de sus propios compañeros. Cuando Mitre ordenó la retirada, a las 17 h, sobre el campo de batalla quedaron alrededor de 9 mil muertos e incontables heridos aliados, entre ellos la mayoría de los jefes de batallones y cuerpos.

En el lado paraguayo, las bajas fueron un jefe, tres oficiales y 19 soldados. La victoria fue completa y el efecto sobre la moral de los aliados fulminante. Varios cambios se produjeron como resultado de la batalla: el Brasil cambió a sus jefes principales, Mitre tuvo que volver a la Argentina a enfrentar revueltas internas a causa del desacuerdo con la guerra y las acciones se detuvieron por 10 meses aproximadamente.

Fue el tiempo corto de una paz impensada, de la calma que precede a la tormenta. Al año siguiente las situación cambiaría y los aliados, repuestos de su derrota y aprendida la lección, atacarían de nuevo y ya no pararían hasta entrar sobre Asunción el 5 de enero de 1869.

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