El disfraz del rey (1)

Ahora vamos a leer una historia sobre uno de los pecados capitales: la pereza.

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En la bella ciudad de Alepo vivía hace muchos años un bajá llamado Araxel, cuyas ocupaciones preferidas consistían en recostarse plácidamente en su cómodo diván, tomar café de Arabia y fumar tabaco.

Cuando una vez por mes recibía de Damasco la orden de enviar un millón de piastras, con destino al tesoro imperial como impuesto de bajalato, Araxel se limitaba a llamar a los más acaudalados mercaderes de la ciudad y les pedía dos millones de piastras. Si los mercaderes se negaban, eran castigados.

La mitad enviaba al sultán y la otra mitad se guardaba en sus arcas.

Y regresaba a su diván, y al siguiente mes aumentaba el impuesto.

Lo que más amaba Araxel, después de su diván y su dinero, era a su bella hija

Regalo de los ojos, tan indolente como su padre.

—Una digna hija de un bajá no debe estudiar o hacer un movimiento que la fatigue —solía decir, y su padre se sentía orgulloso de ella.

Un tiempo después, Araxel mando castigar a un griego muy rico, y como su país protestó ante el sultán, amenazando con tomar represalias, este resolvió despojar a Araxel de toda prerrogativa, y así contentar a los griegos.

El sultán quería confinar a Araxel y su hija en una playa abandonada.

Sin embargo, el ejecutor de la sentencia se apiadó de Araxel y su hija, y, vistiéndoles con ropa de esclavos, les ordenó que nunca más regresen a la ciudad.

Araxel y Regalo de los ojos se unieron a una caravana que se dirigía a Turquía.

Al llegar a Marasch, Araxel se encontró perdido, sin amigos, padeciendo hambre y viendo a su hija extenuada.

Un día se fijó en ciertos hombres que cargaban sobre su cabeza cántaros de aceite y los transportaban a un almacén próximo, en cuya puerta un encargado les entregaba una moneda por cada viaje que realizaban.

El pobre Araxel, deseando llevar algún alimento a su hija, hizo lo que nunca hubiera pensado hacer: se puso a trabajar. Tomó uno de los cántaros, se lo colocó en la cabeza, pero cuando se dirigía hacia el almacén, resbaló, cayó al suelo, el jarro se rompió y el aceite se desparramó.

Sobre el libro

Libro: Mis cuentos de hadas Título: El disfraz del rey Editorial: Cuenticolor

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