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La costumbre de añadir sal al café, o incluso elaborarlo con agua salada, está extendida en varios países y culturas, de hecho, este truco se emplea a todo lo largo y ancho del mundo. La razón para añadir sal al café es que el sodio del cloruro sódico interfiere en la percepción del sabor amargo. Incluso añadiendo sal se puede suprimir el sabor amargo del agua tónica. El amargo es un sabor característico del café, pero cuando predomina, puede arruinar el aroma de esta bebida. Temperaturas demasiado elevadas durante la extracción, tiempos prolongados, o incluso algunos métodos de elaboración (como el de las cafeteras italianas) pueden producir cafés demasiado amargos. Pero no solo para estos casos merece la pena añadir sal. Un puntito de sal disminuye el amargor y cambia el sabor del café, sin que llegue a tener un sabor “salado”. Parece que en el norte de Suecia es tradición comer jamón curado u otras carnes saladas, con café. Es que, además del potencial de la sal de enmascarar el sabor amargo del café, esta combinación podría estar sustentada en que café/chocolate y carne cocinada comparten algunos compuestos aromáticos, y es de hecho una combinación que funciona. Los científicos han explicado cómo sucede esto. Un estudio de la revista científica Nature descubrió que los iones de sodio suprimen la amargura y mejoran el sabor del café. Además, la sal no añadirá calorías a la bebida, como sí lo hacen la leche y el azúcar.