Aromáticas y medicinales

Las plantas constituyen la farmacia de la naturaleza, y por ello los científicos las estudian constantemente, descubriendo día a día nuevas y prometedoras propiedades. En esta página, iremos analizando algunas de ellas, pero solamente en el sentido de presentarlas, para que el lector las descubra y las conozca. Antes de hacer uso de estas plantas en sentido medicinal, debe consultar a su médico de cabecera.

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Amapola (Papaver rhoeas)

Es una maravillosa planta que también se ve envuelta en tristes circunstancias hoy en día, ya que de alguna de sus variedades se extrae el látex de opio con el que se elabora la morfina y la heroína. La amapola tiene propiedades medicinales sedantes (por lo que también se la conoce como “adormidera”, y en pequeñas cantidades se utiliza para aliviar problemas de insomnio, ansiedad, depresión y nerviosismo. Los alcaloides de la amapola son rhoeadina, rearrubina y reagenina, se encuentran en alta concentración en sus pétalos y tallo, y tienen propiedades sedantes. También contiene mucílago, que es un antitusivo, y por su efecto calmante se puede utilizar para paliar cualquier trastorno derivado de una alteración nerviosa, por ejemplo, la tos seca, algunos dolores de estómago o de muelas. De la amapola se suelen consumir sus flores secas para aderezar ensaladas o para realizar infusiones junto con otras plantas relajantes, por ejemplo, hierbaluisa o valeriana.

Angélica (Archangelica officinalis)

Se la conoce también como “planta del espíritu santo” o “raíz de larga vida”. Se cultiva en países del centro de Europa, como Alemania, Holanda y Bélgica. Durante la Edad Media y hasta el siglo XVII se la consideraba una aliada para protegerse de malos espíritus y brujerías. Se tenía la creencia de que fue recomendada por el arcángel Gabriel para la curación de enfermos de la peste y otros males, por lo que, durante los episodios más duros de peste, cobró gran importancia, ya que la gente masticaba su raíz para no contagiarse y los ya contagiados tenían la esperanza de curarse gracias a la angélica. También se la consideraba un poderoso depurativo de la sangre, por lo que se usaba para repeler o curar los efectos de casi cualquier veneno. Desde entonces, los monjes europeos cultivaban esta planta para realizar con su raíz licores y remedios para curar casi todos los males, entre ellos, el licor Benedictine, muy popular en el siglo XIX y cuya receta han intentado mantener en secreto hasta hoy. Lo cierto es que según los científicos que analizaron sus aceites esenciales y los compuestos químicos de la angélica, no se justifica tal poder antibacteriano por el que era conocida en la antigüedad. La angélica está compuesta por felandreno (aceite esencial de olor agradable y sabor fuerte, beneficioso para la digestión, contenido también en el orégano, el jengibre, el limón y muchas otras plantas) y angelicina (poder sedante y antiespasmódico), taninos y otros ácidos flucósidos y orgánicos, lo que confieren a esta planta de un gran poder digestivo y relajante, que es por lo que se usa comúnmente hoy en día, es decir, para aliviar digestiones pesadas, para relajar los músculos estomacales o el sistema nervioso en general, en casos de ansiedad o insomnio. También tiene propiedades leves antiinflamatorias y analgésicas, por lo que se usa en baños o friegas para aliviar los dolores del reuma o la artritis. Se debe tener mucha precaución en su consumo, ya que en grandes dosis es tóxica si se ingiere, puede llegar a provocar parálisis (por su efecto sobre el sistema nervioso), hipersensibilidad a los rayos solares y ampollas durante su manipulación.

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