El restaurante

La palabra tiene su origen en una cita del evangelio que un mesonero parisino llamado Boulanger colocó en la puerta de su casa de comidas de la calle Des Poulies (actual Rue du Louvre) en 1765. En esta cita se podía leer: “Venite ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos”, que podría traducirse como: “Venid a mí todos los de estómago cansado y yo los restauraré”. Esta primera casa de comidas no era precisamente lujosa, pero presentaba ya mesas individuales y un menú en el que se podía elegir lo que se deseaba comer, principalmente guisos y, posteriormente, patas de cordero.

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El mismo propietario hacía de portero y ayudaba a los comensales a acomodarse y, lo que era aun más novedoso, tenía horarios fijos para el almuerzo y la cena. Entre sus clientes podemos citar al famoso Denis Diderot, que en alguna carta alababa el local por la calidad del servicio y la belleza de alguna empleada del mismo. Hay otras versiones, como la recogida en el Larousse Gastronómico, que dice que “restaurant” era una palabra del siglo XVI que designaba a un alimento que restaura y repone fuerzas, y que la frase que Boulanger colocó en la puerta de su establecimiento era en realidad “Boulanger, venta de restaurantes divinos”. Sea como fuere, el caso es que la frase tuvo éxito y las casas de comidas pasaron a llamarse desde entonces restaurantes, es decir, lugares donde nos aliviaban de nuestras cíclicas carencias de alimentos. Parece que, además, este señor Boulanger terminó haciéndose famoso por la calidad de sus pasteles y dulces, que antiguamente eran elaborados en los obradores de pan, por lo que el término “boulangerie” terminó por dar nombre también a las panaderías en Francia.

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