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Un paisaje inmenso, no se ven nada más que viñedos a la derecha y a la izquierda… Al fondo, la cordillera de los Andes, a unos 30 km. De repente, surge un muro de piedra, es la entrada a Piedra Infinita, ahí se entra y es como si del suelo surgiera una gran estructura de cemento y toneladas de piedras que se confunden con el paisaje de viñedos y piedras a montones por todas partes. Algo extraño en esa estructura, y que lo define como una construcción, es la cúpula que se eleva. Está hecha de metal y refleja los rayos del sol. Inmediatamente, todos nos dimos cuenta de que estábamos frente a algo imponente, realizado por la mano del hombre.
A medida que íbamos acercándonos, la majestuosa obra arquitectónica iba creciendo en tamaño. Solo se me ocurre una palabra para definirla: “imponente”. Bajamos del bus y la foto obligada era tomar una instantánea de todo el grupo, pero tantas fueron las ansias de algunos por entrar y conocer la bodega, que aunque lo intentamos, ya no fue posible ordenar a la tropa.
Degustación
Eran ya casi las 12:30, la visita a las instalaciones era después del almuerzo, en donde se aprovechó la ocasión para hacer la degustación de sus vinos “top”, mientras disfrutábamos de un asado mendocino. Comenzamos con un blanco de la cepa Chardonnay de la línea Q, envejecido 100 % en barricas de roble americano (el roble americano tiene los poros más grandes que transmiten más rápido los taninos, que son más suaves y con un menor tiempo de microoxigenación del vino) durante 12 meses, dejándolo bien cremoso y agradable al paladar.
Seguidamente, probamos un vino que está alineado totalmente en el espíritu de la tendencia de los vinos modernos: el Zuccardi Concreto, elaborado por el enólogo Sebastián Zuccardi. Sin adición alguna o contacto alguno con la madera, es un vino intenso en el que se sienten mucho los minerales, dejándolo muy interesante además de diferente para el paladar de muchos.
Continuamos degustando los vinos y almorzando el excelente asado (probablemente, uno de los mejores que hayamos tenido en el viaje), siguieron los vinos de la línea Aluvional. El que más me llamó la atención fue el Gualtallary, proveniente de un terroir con suelo de rocas aluvionales y polvo de roca triturada, ubicado a casi 1500 msnm; un vino explosivo en color, en boca y en aromas, como dicen algunos: “¡recomendadísimo!”.
Después probamos un clásico de esta bodega, el vino blend Zuccardi Z que, como siempre, denota sus características elegantes de aromas a fruta madura y, en boca, intenso. Llegó después uno de aquellos momentos que todos deseaban o aguardaban: descorchar el vino ícono Zuccardi Finca Canal Uco 2013. Creo que a esa altura del almuerzo, ya simplemente lo disfrutaron sin analizarlo, acompañado de un jugoso trozo de costillar vacuno.
La tarde continuaba corriendo y los vinos continuaban llegando, hasta el momento de encontrarnos ante un vino que no hay en nuestro mercado nacional, es diferente por donde se lo mire, de color dorado intenso, una botella fina y un vino dulce ideal para acompañar el postre. Como soy diabético, solo probé un sorbo y me encantó, pero, como dice mi señora: “Siempre todo lo dulce me gusta, ‘luego’”.
La visita
Una vez terminado el almuerzo fuimos a recorrer las instalaciones, como decimos, el lugar donde se hace el vino. Mucha modernidad y clasicismo mezclados (tanques ovales de concreto, fudres de madera, acero inoxidable y barricas de roble, tanto francesas como americanas) con lo que se nota que el enólogo tiene mucho con qué jugar y experimentar para ir produciendo vinos de gran calidad, con los que, como siempre y desde ya varios años, Zuccardi se destaca.
Queridos lectores, ojalá su imaginación haya viajado con nosotros en estas líneas y espero verlos a todos próximamente en la 10.ª edición de la Expo Vino 2018, los días 29 y 30 de mayo. ¡Salud a todos! y hasta el próximo sábado.