Siete dudas recurrentes

Son ideas que han pegado fuerte en nuestra sociedad, dejándonos con la duda de si son ciertas o no, o cuánto hay de verdad en cada afirmación. Estos mitos alimentarios pueden condicionar nuestra forma de comer y, en ocasiones, conducirnos a cometer errores que pueden afectar nuestra salud.

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Infinidad de mitos alimentarios se cuelan en las decisiones que se toman al cocinar y, en no pocas ocasiones, resultan perjudiciales para la salud o provocan justo lo contrario que se pretende conseguir. Por lo general, son aseveraciones que no tienen bases científicas, afirman lo contrario de lo que realmente es y pueden ser perjudiciales para la salud o, en el mejor de los casos, no tener efecto alguno. Hoy, vamos a analizar siete de ellos.

1. Las controversias sobre la leche

“Solo deberían tomar leche los lactantes”.

“Siempre se debe tomar leche descremada porque la grasa saturada de la leche entera es mala”.

“La leche de soja es mejor que la leche de vaca”.

La leche es un alimento muy completo y la principal fuente de calcio en la dieta. Su contenido de agua es del 88 % y solo un 2 % corresponde a las grasas saturadas. Eso quiere decir que, en cualquier caso, sería más recomendable restringir los quesos y la manteca, en los cuales se concentra más la grasa.

La leche de vaca contiene lactosa, que requiere de la enzima lactasa para ser digerida. Con el tiempo, es posible que algunas personas dejen de fabricar esta enzima. Si es así, lo sabrán porque la leche les resultará indigesta y se puede sustituir por yogur o queso fresco. Si se tolera la leche, no hay motivo para dejar de consumirla.

La leche de soja, aunque se denomine leche, no es una gran fuente de calcio y vitamina D, como lo es la de vaca. Y estos son nutrientes esenciales para conservar sanos los huesos y los dientes.

Las recomendaciones de lácteos más altas (un litro de leche al día) se aconsejan durante el embarazo, la lactancia y la adolescencia. Los niños deben tomar tres vasos al día y los adultos, dos. Un vaso de leche puede sustituirse por dos yogures y, en este caso, el calcio se absorberá incluso mejor, por la transformación de la lactosa en ácido láctico.

2. Los mitos del huevo

“No se deben consumir más de uno o dos huevos por semana”.

“No se deben consumir los huevos crudos”.

“Los huevos marrones son mejores que los blancos”.

“Si se tiene colesterol alto, no se pueden comer huevos”.

Es cierto que el huevo contiene colesterol entre sus componentes, porque este es necesario para la vida y el desarrollo del futuro embrión. En el pasado, la creencia de que el colesterol de la dieta era causa de incremento del colesterol en sangre originó recomendaciones generalizadas de reducción del consumo de huevos, que hoy ya no se justifican con argumentos científicos. Múltiples estudios publicados en los últimos años confirman que a pesar de su contenido en colesterol (unos 200 mg/unidad) el consumo de huevos no eleva el riesgo cardiovascular en personas sanas, puesto que aporta fosfolípidos y grasas insaturadas en su composición, junto a algunas vitaminas y antioxidantes que favorecen la prevención de la arterioesclerosis. Según las más recientes recomendaciones, el consumo de hasta un huevo por día no supone factor de riesgo alguno en personas sanas con una dieta variada y un estilo de vida saludable. En caso de alteraciones metabólicas, se debe seguir el consejo médico. Los alimentos proteicos de origen animal de la dieta son las carnes, los pescados y los huevos. Es importante buscar un equilibrio entre los tres.

Una cocción adecuada asegura que el huevo alcance la temperatura suficiente para destruir la salmonella, bacteria que puede estar presente y que es capaz de provocar diarreas. Para ello, la cocción debe superar los 60 °C en todo el huevo.

El color de la cáscara de los huevos no influye en su valor nutritivo ni en su calidad. El tono simplemente varía según la raza de la gallina.

3. El desacreditado pan

“El pan engorda”.

“La miga del pan engorda más que la corteza”.

“En las dietas, solo se admiten las tostadas”.

El pan engorda en proporción a las calorías que aporta, que son bastante moderadas, como en el caso de las pastas, el arroz y las papas. Todos ellos son alimentos básicos y también algo insípidos, que siempre requieren de un acompañamiento. En general, los alimentos que acompañan al pan, la pasta o el arroz son los que aportan las grasas y, por tanto, más calorías.

La única diferencia entre la corteza y la miga del pan radica en que la primera se deshidrata durante el horneado, mientras que la miga conserva el agua, manteniendo así su aspecto más esponjoso. Este hecho hace que la miga tenga menos nutrientes y, por lo tanto, su aporte calórico sea inferior al de la corteza. Esto significa que, contrariamente a la creencia popular, a igualdad de peso, la corteza aporta mayor cantidad de calorías que la miga. Es más, en una dieta de adelgazamiento, el pan fresco aportará más saciedad que el pan tostado, pero no se debe caer en la tentación de untarlo o mojarlo en la salsa.

4. El aceite, la manteca y la margarina: el bueno, el malo y el menos malo

“El aceite de oliva no engorda”.

“La margarina tiene menos calorías que la manteca”.

“Los fritos contienen demasiada grasa”.

El aceite de oliva aporta 9 kcal por gramo, igual que la manteca y la grasa de cerdo, pero, al circular en nuestra sangre, el aceite de oliva es más beneficioso que perjudicial, a diferencia de las grasas de origen animal. En general, los aceites (líquidos), incluidas las grasas del pescado, son más cardiosaludables que las grasas (sólidas), como la manteca, la grasa visible de la carne, la grasa del queso, otros. Las grasas a las que se debe prestar especial atención son las grasas trans, presentes en los alimentos manufacturados y/o precocinados. Hay que fijarse en las etiquetas y evitar los que mencionen que contienen “grasas trans” o “grasas hidrogenadas”.

La margarina proviene del aceite de semillas y la manteca es la grasa de la leche; una es de origen vegetal y la otra, animal. Por ello, en principio, podría pensarse que la margarina es más saludable que la manteca. Sin embargo, no es así. La margarina es aceite líquido solidificado, tratado de manera industrial, mediante la hidrogenación de las grasas. Y las grasas, como todos los alimentos, es mejor consumirlas en su forma original, es decir, en su forma natural. La margarina, por tanto, no es mejor que la manteca.

Respecto a los fritos, es curioso resaltar que el pollo frito puede contener menos grasa que el pollo a la plancha, si está bien cocinado, porque expulsa su grasa al freírse en el aceite. Muchas ensaladas, generosamente aderezadas con aceite, aportan una mayor cantidad de calorías.

5. Mitos en torno al agua

“No se debe beber durante la comida porque engorda”.

El agua no aporta calorías, por lo que es imposible que engorde, se consuma cuando se consuma. Y es positivo beberla durante la comida porque ayuda en la digestión.

6. Frutas que engordan o adelgazan

“La fruta, después de comer, engorda”.

“La piña y el pomelo adelgazan y son quemagrasas”.

“Los diabéticos no pueden comer bananas”.

Los alimentos no engordan porque se tomen en un determinado orden, sino porque el valor calórico de lo ingerido supera las necesidades del individuo.

Ninguna base científica respalda que haya frutas “adelgazantes” y en ningún caso es recomendable llevar una dieta a base de piña, pomelo o limón, por el solo hecho de considerar que ayudan a quemar las grasas.

Una banana pequeña aporta la misma cantidad de azúcar que una manzana mediana. Por lo tanto, no es cuestión de qué comer, sino de qué cantidad se come, aún siendo diabético.

7. Cuestión de márketing

“Los alimentos integrales son diet y no engordan, y los light, adelgazan”.

Los alimentos integrales aportan más fibra que los refinados, pero su composición en calorías no varía tanto. Es decir, a igual peso, el pan, la pasta o el arroz aportan las mismas calorías que sus versiones integrales.

En el caso de las galletas integrales, vale la pena mirar la etiqueta porque pueden contener bastante grasa para hacer más agradable su consumo y tener un valor calórico alto. En ese caso, estarían indicadas para una persona con estreñimiento, pero no para una persona con sobrepeso.

Los alimentos light aportan menos cantidad de calorías que sus equivalentes normales si se toma la misma cantidad, pero muchos alimentos light son calóricos por su propia naturaleza: mayonesa light, queso light. De hecho, algunos expertos opinan que son una causa importante del boom de la obesidad, porque, inconscientemente, se consumen sin medida.

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