Calvario en las calles

El tema más debatido la semana pasada fue el de los limpiavidrios.

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Se debe poner en contexto lo ocurrido. Era una mañana de día hábil, por supuesto, de tránsito concurrido, en una zona donde los limpiavidrios se tornan muy molestosos. Estamos hablando de la intersección de la avenidas Mariscal López y San Martín, allí donde está la plaza de las Américas, sitio en donde por lo general convergen jóvenes, y no tantos, con actitud hostil, producto de las drogas.

La oportuna filmación muestra a una persona mayor que forcejea con un limpiavidrios.

Esta persona resultó ser un juez electoral de nombre Pedro Arias que reconoció su reacción vehemente producto de la agresión de una limpiavidrios identificada como Marlene Larroza.

El caso terminó en un acuerdo entre partes en el cual el magistrado tuvo que pagar para cerrar la situación que se tornó mediática.

Es reprobable que una persona con una formación arregle a los golpes sus problemas en la calle. Si no era un limpiavidrios, iba a ser un cuidador de autos o alguna otra situación. Es sabido que esto padece diariamente el que transita por Asunción.

Por otra parte, los limpiavidrios, por resolución municipal, no deberían estar en las calles, realizan un servicio no requerido y violentan los bienes de los automovilistas.

Pero la solución no es la represión porque eso va a derivar en otros problemas.

Tiene razón el intendente Mario Ferreiro cuando dice que hay que atacar la pobreza y la drogadicción.

El Estado, el cual incluye a la comuna de Asunción, no se puede desentender de este problema.

El mismo director de Policía de Asunción, Walter Vázquez, lo resumió de esta forma: 

“En otros países se los lleva a un albergue. Se les da una profesión. El Estado les compra su producto de carpinteros u otras cosas. Yo creo que no solamente la Policía y el intendente deben trabajar en esto”, señaló.

En un momento en que los políticos se llenan de la boca con promesas sería bueno escuchar una propuesta para salir de este problema.

Los limpiavidrios y los cuidacoches tienen en común que son agresivos y su actitud, sino supera, raya la extorsión a los automovilistas.

Pero no es menos cierto que este tipo de gente es producto de una exclusión social, por varias causas (entre ellas la imposibilidad de acceder a un trabajo), que al tiempo de estar hundido en la pobreza, con todo lo que conlleva, también está sumido en el resentimiento social, muchas veces estimulado por la droga.

Igualmente es muy cierto que no se le puede achacar este problema al ciudadano, sobre todo aquel que está con sus obligaciones al día.

En realidad tanto automovilistas como limpiavidrios son víctimas de una falta de planificación gubernamental, que de seguir así, podría derivar en una explosión social. Asunción está rodeada de un vasto cinturón de pobreza del que la clase política se avale para pedir votos a cambio de invadir plazas municipales o predios privadas, permitir conexiones eléctricas y, sobre todo, mantenerlos resignados a vivir en la inmundicia, sin posibilidad de progresar.

En este caso, tanto automovilista como limpiavidrios son víctimas de la imprevisión.

Lo ocurrido tiene que servir para buscar una solución que libere de ese estrés al automovilista, que dignifique las condiciones de vida al que vive en la calle y ayude a mejorar la imagen de una ciudad saturada por la improvisación y la inseguridad.

ocaceres@abc.com.py

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