Con hambre es difícil la recuperación de presos

El Estado paraguayo tiene asignados G. 7000 para la alimentación diaria de cada recluso durante el 2019. Con ese monto se deben cubrir el desayuno, el almuerzo y la cena. De hecho es insuficiente y esto hace imposible recuperar a los reos para reinsertarlos a la sociedad. Actualmente el sistema penitenciario alberga a unos 15.000 internos en los diferentes reclusorios, tanto para adultos como menores.

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Evidentemente con hambre nadie puede aprender oficios o mejorar su conducta, más bien uno ha de buscar cómo poder conseguir un poco más de alimento, sin importar la forma, robando, asaltando o mendigando. Es más, muchos de los casos de asesinato en las cárceles efectivamente se dieron en el marco de ajustes de cuentas, siendo las víctimas, reos que fueron sorprendidos robando las provistas de sus compañeros de pabellón.

Nadie puede mejorar en medio de la miseria en la cárceles nuestro país. Principalmente en Tacumbú, las cosas se ven agravadas por el extremo hacinamiento y una terrible diferencia entre los privilegiados y los olvidados, camboyanos o pasilleros, como quieran llamarlos. Este grupo forman los maleantes que no tienen parientes y no cuentan con abogados. La mayoría son adictos a las drogas y constantes reincidentes, por lo que la única forma de sobrevivir que conocen es robar.

Los criminales de la clase VIP usan celdas con aire acondicionado, con muebles y hasta cocina. Tienen acceso a televisión con cable, celulares con internet y hasta visitas de jovencitas para paliar la “soledad”, todo acompañado de bebidas de su elección. El sistema les brinda la posibilidad de seguir delinquiendo en el mismo penal gracias a que con el estatus adquirido pueden conseguir todo.

De esa forma en Tacumbú operan grupos de extorsionadores a través de llamadas telefónicas, una red que se dedica a la explotación sexual de menores, bandas completas distribuyen todo tipo de drogas. Esta más, existen fundadas sospechas de que en algún lugar del penal está instalado un laboratorio para el procesamiento de sustancias prohibidas. Los presos VIP cuentan con guardaespaldas reclutados entre los mismos internos para que los libren de todo mal.

Por el otro lado, están los miserables, los pasilleros, estos hombres desnutridos vestidos con harapos que vagan descalzos y pálidos por los pasillos. Ni mantas tienen para cubrirse durante las noches y duermen sobre el frío y húmedo piso. El único consuelo que tienen es el crack que momentáneamente les hace olvidar la inmundicia en la que están inmersos. 

El Estado solo tiene G. 7.000 por día, para alimentar a cada uno de ellos. Con esa ínfima suma, las autoridades penitenciarias se tiene que diligenciar para darles el desayuno, el almuerzo y la cena, prácticamente imposible.

De ambos bandos, muy pocos son los que pueden salir redimidos y con ganas de iniciar una nueva vida en el marco de las leyes y las buenas costumbres. Más aún cuando la misma sociedad, al igual que el Estado, no ofrecen oportunidades para la superación personal. 

Por ello es que existe un grupo que entra y sale periódicamente de las cárceles, porque sin oportunidad lo único que le resta para sobrevivir es el robo.

brlopez@abc.com.py

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