“Cultivar respeto y generar confianza”

El año pasado asumió la presidencia de Acción Social de la Asociación Rural del Paraguay y, junto con la Hna. Ramona Espínola, desde hace cinco años, asiste a los indígenas de la zona de Caaguazú.

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Siempre estuvo involucrada en actividades solidarias; desde pequeña sintió un fuerte llamado a ayudar a los necesitados. Cree que aún queda bastante camino por recorrer y siente que esa es una tarea de todos. “El amor que vive en nuestro corazón, a medida que se profundiza y ejercita, se desarrolla y agranda. Es como un círculo de afecto que traspasa fronteras familiares y se convierte en un estilo de vida, de felicidad sin límites, con el deseo de seguir el designio de la buena voluntad”, dice Yolanda Pelusa Moreno de Ruiz.

En 2008, durante el acto de apertura de la capilla de Mburuvicha Róga, conoció a la hermana Ramona Espínola Torales, hija de la Caridad de San Vicente de Paul. Recuerda que ese día la Hna. Ramona propuso que lo recaudado en la misa se utilizara para alimentar a unos indígenas que había visto frente al Hospital de Clínicas, donde trabaja la religiosa. La concurrencia aceptó la solicitud, pero Pelusa no solo asintió con la cabeza, sino que se acercó a la hermana para manifestarle su apoyo. Fueron hasta el lugar, cocinaron para los indígenas y desde hace cinco años trabajan para mantener su bienestar. Gracias a la ayuda de muchas personas, pudieron inaugurar el Hospital Escuela Indígena Tesãirã Rekávo.

¿Qué la llevó a esta actividad? Desde pequeña conocí la importancia de ayudar a los demás. Cursé la primaria en el Colegio La Providencia y veíamos cómo vivía la gente de la Chacarita, por lo que comenzamos a ayudar. Seguí mis estudios secundarios en el Colegio Santa Teresa de Jesús, en el que también aprendí valores significativos, enseñando catecismo y asistiendo a habitantes de barrios pobres. Después integré la comisión directiva del Banco de Ojos Fernando Oca del Valle y sigo en el Equipo Arquidiocesano de Laicos. Con Lilian Lebrón trabajamos en la Fundación Princesa Diana Duquesa de Württemberg. Siempre me sentí plena en estas actividades y creo que cuando conocí a la hermana Ramona estaba en un momento en el que necesitaba un cambio, dedicar mi tiempo a otras ocupaciones, ya que mis dos hijos comenzaron a formarse por su lado. Fue así como decidí dedicarme al Proyecto de desarrollo sostenible para comunidades indígenas, que creamos con la hermana y formamos equipo con la pastoral indígena de la diócesis de Coronel Oviedo y fortalecido por la unión público-privada. Este fue promocionado junto a otros dos de África e India por la Obra Episcopal de la Iglesia católica alemana, Misereor, como proyecto modelo para la lucha contra el hambre en el mundo. El año pasado me eligieron presidenta de la Acción Social de la Asociación Rural del Paraguay (ARP).

¿Cuáles fueron sus inicios en el Proyecto de desarrollo sostenible? Primero conversamos con Margarita Mbywangi, entonces presidenta del Instituto Paraguayo del Indígena, y conseguimos que los indígenas instalados frente al Hospital de Clínicas fueran a un terreno de 288 ha, en Caaguazú. Una vez alojados, los visitamos y asesoramos para una mejor convivencia en el lugar. En aquella época eran 26 familias, pero con el tiempo las comunidades indígenas guaraníes, como los mbyá, aché y avá guaraní, lograron organizarse y crear la Asociación Territorial Pueblos Originarios.

¿Qué siente cuando ve por televisión pedidos humanitarios? Lastimosamente no es posible abarcar todo, pero siempre es bueno que se animen a pedir y ayudar; Dios recompensa.

¿Cree que el paraguayo es solidario? Sí, pero a mi parecer le falta confiar en las buenas acciones de los demás; algunos dudan de que su donación llegue a destino. Debemos cultivar respeto y generar confianza.

¿Cree que el Gobierno ayuda lo suficiente? Está colaborando, pero los encargados no pueden trabajar solos; la ciudadanía debe involucrarse para generar nuevos cambios.

En su familia, ¿quiénes se vinculan con el proyecto? Mi esposo y mis hijos, Germán y Patricia; mi nieto de 10 años y mi nieta de 8. También mi mamá, María Stella Gorostiaga Pirotta de Moreno González, mis hermanas y mis tíos; ellos le dan sentido a mi vida.

¿Qué valores inculcan a los indígenas? Respetamos sus tradiciones y creencias. A veces, cuando damos gracias por nuestras grandes conquistas, cada uno reza según su ritual; es importante inculcar el agradecimiento.

¿Solicitan algo a cambio? Que estudien y trabajen. Para los niños hay nueve escuelas especiales con apoyo del Ministerio de Educación y Cultura. Con la ex primera dama Mercedes Lugo, hace años recurrimos a la Embajada de Taiwán para que les enseñaran piscicultura, agricultura, recuperación forestal y apicultura, y la embajada dictó una capacitación. La iniciativa resultó una maravilla y actualmente existen 40 estanques de tilapia para sustento de las comunidades indígenas; este año se realizó la tercera cosecha de tilapia, que fue de 18.000 peces.

¿Qué labores cumple en la Acción Social de la ARP? En mi presidencia incluí el Proyecto de desarrollo sustentable y agregamos otros planes, como ayudar a la Escuela Sagrado Corazón de Jesús, con internado para hijos de empleados de estancias en el Chaco. Además, creamos un proyecto modelo para pequeños productores campesinos, que consiste en la producción de piscicultura, engorde de ganado, agricultura, huerta familiar en una tierra de tres hectáreas. Atendemos las emergencias nacionales y asistimos en el tornado que azotó a Mariano Roque Alonso. También apoyamos la emergencia del lago Ypacaraí y queremos acercarnos a un asilo de ancianos.

¿Cuál era su pasatiempo antes? Participaba en torneos de tenis. Mi papá fue el hijo menor de Fulgencio R. Moreno, se dedicó al periodismo y fue un hombre de Estado; llevó el apellido materno y fue hermano de padre de Juan E. O’Leary. Mi tío Juan Carlos Moreno González, habiendo perdido ambas piernas muy joven, se destacó en la historia paraguaya mediante la música y es por eso que poseo un instinto musical muy fuerte. Ejecuto la guitarra y el piano, y a la vez canto. Al inicio de mi acercamiento a los indígenas era tan difícil la comunicación que llevaba mi guitarra y cantaba con ellos en el bosque. Estudié pintura y en mi casa coloqué 25 cuadros que pinté hace tiempo. Viví ocho años en la estancia de la familia de mi marido y entre mis recuerdos tengo guardadas las imágenes de la naturaleza.

Meses atrás cumplió 40 años de casada con su esposo, Germán Ruiz, presidente de la ARP, y asegura disfrutar de un matrimonio hermoso. Recuerda que tuvo una infancia feliz y afirma que Dios la bendijo con muchos logros.

Sanatorio para indígenas

Cuando Pelusa y la Hna. Ramona fueron invitadas a un programa radial para hablar acerca del proyecto que llevan a cabo, muchos oyentes se comunicaron telefónicamente y expresaron sus ganas de ayudar. Entre ellos llamó Marcos Oviedo y manifestó su confianza. Al día siguiente se reunieron con él, quien aportó un monto importante para la construcción de viviendas. Al finalizar el proyecto, las voluntarias demostraron a Marcos el resultado alcanzado en imágenes. “Al ver el fruto de su ayuda, nos propuso crear un proyecto de sanidad para los indígenas, entonces le presentamos un plano para la construcción de un hospital y aceptó colaborar con todos los gastos. Los propios indígenas eligieron el nombre del Hospital Escuela Indígena Tesairã Rekávo. Me gustaría nombrar a todas las personas que nos ayudaron y lo continúan haciendo”, finaliza Pelusa.

Texto dbattilana@abc.com.py

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