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Cuantas veces te mataste de risa con los divagues de tus amigos, o cuando cuentan sus anécdotas superlocas, pero así como te causan gracia, te ponen nervioso y te irritan, debido a que a veces son pesados o hinchabolas. Te cirquean por algún hecho que te da pena que haya pasado, pues lo único que querés es olvidar ese suceso, pero tus socios viven recordándotelo y burlándose de vos.
Al pedo comprás sándwich, empanada o alfajor, porque enseguida vienen los buitres de tus amigos. Estando a 50 m de vos ya olieron tu merienda y como saben que no les podés decir que no, les invitás, luego llega otro socio para pedirte que le convides, así sucesivamente hasta que solamente te quedan tres bocados si te alcanza. Pero salvadores son los perros cuando tenés un terrible vare’a, porque de alguna manera consiguen plata para prestarte.
El verdadero amigo no te separa durante una pelea, aparece de la nada con una patada a lo Jackie Chan para defenderte, sin duda alguna estará a tu lado para proteger tu espalda. Es cosa de buenos compañeros vengarse y patear al contrario que te jugó mal durante el futbolacho.
En los que se destacan los muchachos son en los apodos, cada sobrenombre raro que se ponen entre sí es muy original en muchos casos, o muy estúpidos en otros. Tienen un dialecto que solamente vos y tus kapés logran comprender. Presente en todas las farras, a tu lado está tu fiel compañero, te fuiste con él y vuelve contigo. Las locuras que se mandan los perros, las veces que están juntos, evidencian que cuando se reúnen son un peligro para la sociedad.
Por Aristides Arámbulo (17 años)