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Una noticia que apareció hace poco tiempo es el inicio de un convenio de G. 28.000 millones con Itaipú para remodelar las instalaciones del Mercado 4. El plan consistiría en la adecuación del edificio principal, el mejoramiento de los puestos de ventas y la creación de centros educativos para los hijos de los trabajadores del lugar. Según lo planificado, la obra tendría que estar terminada en el transcurso de los siguientes 30 meses.
La pregunta es: ¿estarán los comerciantes dispuestos a dejar que los trabajos se realicen? Esta probablemente sea la primera vez que se presenta un proyecto más o menos serio con respecto a la delicada situación del centro comercial. Sin embargo, en el pasado, las poquísimas veces que las autoridades municipales trataron de intervenir, los dueños de las casillas que copan todo el laberíntico mercado, no los dejaron trabajar.
Los infinitos puestos —que bloquean absolutamente todas las calles internas— hacen imposible el eventual ingreso de un camión de bomberos en caso de un siniestro. ¿Qué ocurriría, por ejemplo, si una galería ubicada justo en el corazón del centro de ventas se incendiara y hubiese cientos de personas adentro? ¿Cómo harían los rescatistas para ingresar hasta el lugar? Todo sería un absoluto desastre y estaríamos expuestos a una tragedia sumamente catastrófica.
Ya es hora de que el Mercado 4 se adecue a las exigencias de seguridad. Es inaceptable que este principal centro de abastecimiento represente un peligro para nuestras vidas. Son los propios comerciantes los que deben darse cuenta de esto, ya que ellos lo habitan todos los días y conocen sus peligros mejor que nadie. Su remodelación, siempre y cuando se realice de manera transparente, devendrá en beneficios para todos los que pisamos el lugar, tanto para vender como para comprar.
Por Rubén Montiel (20 años)