Explotación infantil, el sol que no se tapa con el dedo

Juan, un niño de 10 años, dejó la escuela para dedicarse a vender caramelos en la calle. Quiso seguir estudiando, pero sus padres ya no pudieron sostener los gastos de la casa y le dijeron que tenía edad para colaborar en el hogar. De chicos, muchos tuvimos el "privilegio" de aprender en la escuela y de divertirnos con travesuras, pero a otros solo les toca jugar con el papel de vendedor de la esquina o a la "criadita" de una casa.

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A pesar de que la esclavitud fue legalmente abolida, en nuestro país la práctica de someter a trabajos a niños sigue aún vigente. Tal vez no se dé con la misma intensidad que antes, pero es innegable el hecho de que existen muchísimos chicos presos de arduas jornadas laborales que, en vez de preocuparse por juguetes o ciencias y matemáticas, se ocupan de llevar pan a su hogar.

Según el último informe de la Dirección General de Estadísticas, Encuestas y Censos, en nuestro país existen 416.426 niños y adolescentes que trabajan, de los cuales el 94 % lo hacen en el campo o en algún hogar. La mayoría de los que tienen que laborar se encuentran privados de la educación, por lo que, en el futuro, es muy improbable que puedan acceder a una mejor calidad de vida.

El criadazgo es uno de los trabajos infantiles más populares. Las “criaditas”, en la mayoría de los casos, son enviadas por sus padres a trabajar en alguna casa, debido a que ellos no pueden sostener a toda la familia.

Es inevitable tropezar con niños vendedores o limpiaparabrisas de todas las edades que, desde tempranas horas hasta entrada la noche, se exponen a todo tipo de peligros en las calles. Además de soportar el calor abrasador que quema hasta los huesos, deben aguantar los malos tratos de la gente adulta e impaciente.

Tal vez el niño vendedor, carritero, limpiaparabrisas o la criadita sea común a la vista del paraguayo, puesto que somos un país tercermundista y estamos acostumbrados a ellos. Todo sería diferente si las autoridades, en vez de llenar sus bolsillos con dinero público, por lo menos intentaran erradicar este mal, producto de nuestra pobreza.

Por Dayhana Agüero (18 años)

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