La música paraguaya, una mezcla de cultura e historia

“En la selva paraguaya, que de flores se perfuma, late un corazón de plumas que aletea una ansiedad”. ¿Te imaginás escuchando esto, recostado en una hamaca y tomando tereré después de un estresado día? La música paraguaya transmite tranquilidad y es una mezcla de cultura e historia. ¿Cómo no enamorarse de sus letras y las dulces melodías de la guitarra y el arpa?

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“En la actualidad, nuestra música se está empezando a valorar más que antes. Debemos seguir fortaleciéndola día a día para que las futuras generaciones persigan lo mismo; es la única forma de que esto continúe creciendo”, opina el joven requintista Roscer Díaz, quien ya participó de varios festivales artísticos, llevando siempre en alto el folclore.

Es una pena que muchas personas prefieran escuchar: “Yo sé que te gusta, yo sé que te encanta. Dale, mami, mueve, no te hagas la santa”, antes que una guarania. Tal vez, la culpa no la tengan estas, pues lo más cerca que estuvieron de percibir una música paraguaya fue en el colegio, cuando se sintieron obligadas a bailar el “solito”, únicamente porque valía puntos hacerlo.

Algunas canciones, como 13 Tuyutí, Campamento Cerro León, Acosta Ñu, entre otras, tienen contenidos ricos en historia; te hacen imaginar y comprender cómo fueron los días en aquellas épocas. Actúan como una máquina del tiempo que te transporta al pasado y te hace sentir un protagonista más de los hechos.

“Entre las flores que engalanan mi jardín, sos la más linda paraguaya, che kamba. Yo te idolatro, mujercita guaraní, y en mi suspiro voy diciendo roipota”. ¿Te imaginaste alguna vez llevarle serenata a esa chica tan especial para vos? Esta puede ser una buena opción y quizá resulte más eficiente que cantarle: “Ella quiere más, yo le doy más; muñequita linda, ven pa ca”.

Somos ricos en cultura y es nuestro deber transmitirla a las futuras generaciones; no permitamos que se extinga. Valoremos y mantengamos en alto la música paraguaya y sigamos deleintándonos con sus bellas melodías.

Por Valeria Candia (18 años)

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