Me visto de negro: soy diabólico, ¡cháke!

 Somos muchas las personas que acostumbramos a vestir diariamente solo de negro y no nos gustan las ropas colorinches que nos hagan parecer un arcoíris. “Seguramente, tu alma está negra como tu ropa”, nos dicen los que no nos conocen y, probablemente, piensan que nuestra vida es triste y amargada. Consideran que, por ello, vestimos oscuro siempre, siendo que el día a día es igual a cualquier otro.

Cuando vamos a salir con nuestros amigos, vemos que todos tienen ropas con colores que los hacen ver como pavos reales, mientras que nosotros vestimos totalmente de negro y somos “el bicho raro” del grupo. Otro problema se da al ir a la iglesia, en donde la mayoría, en especial las señoras, nos miran con cara de espanto a la par que se santiguan y prestan más atención al atuendo que llevamos que a la homilía del cura.

El inconveniente mayor se da cuando el termómetro marca 40 °C y nos encontramos con el hecho de que solo tenemos ropas negras: el color que atrae más calor. Las opciones varían entre ponernos un atuendo colorinche o quedarnos en nuestra pieza, bajo ventilador o aire acondicionado. Obviamente, optamos por la segunda alternativa.

Pensar que el negro simboliza el mal es una creencia que poseemos los que vivimos en Occidente, ya que la Biblia dice que “al principio todo era oscuro y había tinieblas”, por lo que suponemos que este tinte simboliza la mala suerte y “el lado maligno”. Pero esa costumbre solo la tenemos nosotros, ya que en otras culturas, como la china, este color es de los jóvenes, y en África significa sabiduría.

La mayoría que vestimos de negro, lo hacemos por el estilo de música que escuchamos o porque, simplemente, no nos gustan los demás colores. Algunos optan por atuendos oscuros por estar a la moda o porque pueden combinarse con cualquier otra prenda. El carácter o la forma de ser de una persona no se demuestra mediante el color de la ropa que usa, eso solo es externo y no significa que vendiste tu alma al diablo o que realices brujerías en el cementerio.

Por Brian Cáceres Verón (17 años)