Qué importa si te dicen maricón por reclamar tus derechos

En cada situación denigrante que afrontamos o de la que somos testigos, se nos hacen más visibles los atropellos a los que podemos estar expuestos y la manera en cómo una sociedad atrasada es cómplice de esto. Defenderte enérgicamente puede significar que te miren como bicho raro o tilden de maricón, mientras que el hecho o la persona reprochada pasan desapercibidos, producto de la costumbre de vivir en la prepotencia y el conformismo.

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Más de un estudiante joven fue obligado a bajar del colectivo, o habrá pasado algún maltrato por parte del chofer que lo lleva a su lugar de estudios, o de regreso a casa al querer pagar medio pasaje, ante la mirada cómplice de los pasajeros que no se movieron ni protestaron. El prepotente es ignorado y, si la víctima decide acaso reaccionar y discutir reclamando su derecho, se lo mira como bicho raro sin que nadie lo apoye.

¿En qué parte de la existencia tolerar un abuso se volvió costumbre para nuestra gente? Por sentido común deberíamos indignarnos y defender los derechos que nos corresponden. Apoyar a alguien en su reclamo legítimo tampoco nos debería avergonzar, a menos que aplaudamos los atropellos. Vivimos habituados a que la norma sea el abuso y a creer que el que se defiende es un rebelde o maricón, totalmente al revés de lo que debe ser.

Permitimos que se den, constantemente, injusticias sociales e individuales, siendo víctimas o cómplices al no apoyar al prójimo. Es inherente a toda persona, desde su nacimiento, no dejarse pisotear y levantarse ante los abusos. Nuestros padres nos enseñan, desde chicos, a no dejarnos avasallar y hasta Luis Fonsi nos dice que nadie nos prohíbe gritar. No hay ley que favorezca a los opresores o nos obligue a renunciar a nuestros derechos.

Tal vez estén quienes van a desanimarte, calificarte despectivamente o criticarte. Seguro ni tienen la culpa, porque la errada corriente de la mayoría es muy fuerte, impulsada por el argumento del individualista: “Que se defienda solo” o el conformista: “Eso ocurre siempre”, y ya se nos hizo habitual escuchar al prepotente despreciativo que dice: “Dejá de quejarte, maricón”. Dejemos de creer que lo normal es ignorar o avalar atropellos con el silencio y defendamos nuestra dignidad como personas.

Por Daniel Matías Miranda Bareiro (18 años)

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