Ser fan de un mundo ficticio y ayudar en la vida real

Es común creer que quienes ven animé están inmersos en un mundo de fantasía y no tienen vida social; en cambio, Liz Mendoza (20) demuestra que esto es solo en prejuicio, ya que se encarga de organizar eventos otakus con fines benéficos. Afirma que “se visten de monstruos y recorren las calles recogiendo víveres para necesitados y refugios de animales”.

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Otaku es un término japonés que se utiliza para denominar a quienes tienen alguna afición, en especial a los animé. Liz es una fanática de las series animadas, como Fullmetal Alchemist. Aunque no es una cosplayer, quienes con un disfraz encarnan a personajes, ella se encarga de cubrir la parte publicitaria de los eventos de este tipo.

Estudia comunicación audiovisual y trabaja en el ámbito en una empresa privada. Además, es publicista de Gwendy Guppy, una cosplayer bastante conocida en el país. Asevera que tiene un buen relacionamiento con sus amigos y familiares, y que el hecho de ser otaku no distorsiona sus vínculos afectivos.

Además de divertirse, se dedica con sus compañeros otakus a realizar eventos benéficos muy peculiares. “Trajimos el formato argentino denominado Monster Walk, pero lo adecuamos a nosotros y le pusimos un nombre paraguayo: Guata Póra. Nos vestimos de monstruos y recorremos las calles recogiendo víveres para necesitados y también para refugios de animales”, afirma.

Comenta que la primera edición se llevó a cabo en noviembre del año pasado y tuvo muy buena aceptación de la gente. Expresa que la actividad que realizan, además de ser sana, ayuda a los necesitados, cada vez tienen más adeptos. Asimismo, cuentan con el apoyo de la Dirección de Arte y Turismo de Asunción.

“Ser fanático de los animé no te hace menos maduro, ellos te cuentan una historia, como lo hacen las películas, y uno ve filmes hasta viejo y no por ello su mente es retrasada”, opina. Afirma que uno puede ser aficionado a las series animadas de forma sana. Finaliza diciendo que lo importante es no dejarse llevar por el mundo de fantasía.

Por Dayhana Agüero (18 años)

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