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En el hospital tanto el bebé como la madre son continuamente monitoreados durante la internación para asegurarse de que la evolución de ambos sea buena. “En la madre es fundamental controlar la presión arterial y demás signos vitales, la involución del útero que vuelve a disminuir de tamaño gradualmente después del parto. Las características de los loquios y la cicatrización de eventuales desgarros en el canal del parto, o de la herida operatoria en caso de una cesárea”.
En el recién nacido se controla “el peso, la coloración de la piel, si puede mamar y si presenta sus primeras micciones y deposiciones. Se le practica el test del piecito, y si tienen buena evolución, madre y recién nacido son dados de alta habitualmente después de 48 o 72 horas”, finaliza.