Células nerviosas en el “GPS” del cerebro

El “GPS” interno del cerebro, que hace posible la orientación en el espacio, posee un tipo de células específicas.

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LONDRES (EFE). Según revela una investigación publicada por la revista Nature el estudio, desarrollado por el Centro Alemán de Investigación sobre el Cáncer (DKFZ) y el Hospital Universitario Heidelberg, aporta más datos sobre el funcionamiento del mecanismo de orientación.

El descubrimiento fue premiado con el Nobel de Medicina en 2014. El noruego Edvard Moser y su esposa May-Brit Moser, junto al estadounidense John O’Keefe, recibieron el galardón por el hallazgo de ese “GPS interno” del cerebro, que nos permite orientarnos en el espacio. Para ello, el cerebro usa un conjunto de células nerviosas especializadas, como las de “posición”, que determinan la ubicación actual, y las denominadas de “rejilla”, que se suponía, hasta ahora, que miden distancias y desempeñan un papel clave en el proceso de “integración de ruta”, destacan los expertos. 

Los científicos tenían pruebas empíricas acerca del funcionamiento de las primeras, localizadas en el hipocampo, pero desconocían la función exacta de las segundas, situadas en la corteza entorrinal, lo que había generado diferentes teorías al respecto. Los expertos del DKFZ y del Heidelberg han estudiado su funcionamiento en ratones de laboratorio que presentaban células de “rejilla” defectuosas, y constataron que tenían más dificultades para navegar un espacio determinado cuanto mayor era el número de esas células dañadas.

El proceso de “integración de ruta”, explican, se refiere a la habilidad que tiene el cerebro para construir un mapa virtual de un espacio determinado a partir de la velocidad y dirección del movimiento. De esta manera, si una persona ha llegado desde un punto A a otro de destino C a través de B, también puede diseñar un camino directo entre A y C gracias al citado proceso de “integración de ruta”, destacan.

“Las aves migratorias que vuelan desde Alemania a África probablemente usen otros mecanismos de navegación. Pero creemos que, en los humanos, las células de ‘rejilla’ son también las responsables de que podamos encontrar la ruta más directa entre A y C”, señala Hannah Monyer, una de las autoras del estudio. 

Para llegar a esa conclusión, su equipo de expertos condujo experimentos con ratones para determinar sus habilidades orientativas en test acuáticos divididos de dos fases. En la primera, los roedores tenían que nadar hasta una plataforma a través de un pasillo recto o con forma de L, mientras que en la segunda se eliminaban ambas alternativas y debían llegar a su destino usando únicamente su orientación espacial. 

“Los ratones son buenos nadadores, pero no permanecen en el agua más de lo necesario y, en consecuencia, tratan de llegar a la plataforma tan pronto como pueden”, indica Monyer. 

Los experimentos, precisa, se desarrollaron a oscuras y con ruido de fondo para evitar que los animales pudieran usar referencias visuales o auditivas para llegar a la citada plataforma, situada a una distancia de en torno a un metro. 

Los animales con células de “rejilla” intactas resolvieron esta tarea sin problemas, mientras que aquellos con células defectuosas se topaban con dificultades en su navegación y se desviaban de la ruta ideal. “Nuestros experimentos demostraron que las células de ‘rejilla’ de hecho lograron la integración de ruta”, sostiene la experta, que recuerda que el comportamiento de los ratones se mantuvo constante durante los test y demuestra que la orientación no fue aprendida, sino que se trata de un “comportamiento innato”. 

El equipo del DKFZ y Heidelberg quiere investigar en el futuro el papel que desempeña este tipo de células en el aprendizaje espacial y en otros procesos cognitivos.

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