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La Lic. Dolly Ruiz Lahaye, psicóloga, refiere que “la violencia de pareja supone un atentado a la dignidad de la persona, a su integridad física, a su honor, a su libertad. No se trata solo de recibir golpes físicos, sino también menosprecio hacia los sentimientos, deseos u opiniones por el solo hecho de ser mujer. El atropello a la dignidad y la violencia se instala en el victimario, a partir de considerar a la mujer un objeto de su posesión y derecho”.
Informa la profesional que “existen ciertos factores que la retienen junto a sus parejas violentas, la creencia errónea de que un día, mágicamente él cambiará. Está basada en la idealización del amor romántico y sostenida por el entorno confidente de la víctima, donde tanto hombres como mujeres le orientan a adecuar su conducta para evitar ‘dar motivos’ a los actos de violencia, es decir, responsabiliza a la mujer de la conducta violenta de su pareja”.
En los casos de una violencia más marcada y sistemática, el factor de retención es el miedo. “Ese miedo es real y está bien fundamentado en amenazas, ya que el maltratador puede ser mucho más violento si ella no se sigue mostrando sumisa o si intenta romper el vínculo. Estas amenazas no solo incluyen la de atentar contra la vida de la mujer, sino también contra sus familiares e hijos”, describe la profesional.
La violencia no solo son golpes, también se considera el desprecio y los insultos verbales. “La violencia en la pareja es la que se da entre los dos integrantes, en la realidad este tipo de violencia no solo afecta al hombre y a la mujer, sino también a los hijos”.
La Lic. Carmen Guimaraes, psicóloga, indica que la violencia intrafamiliar es definida como el abuso físico, emocional, patrimonial o sexual ejercido por uno de los miembros de la familia a través del dominio, el control o la superioridad. Este delito afecta a cada uno de los integrantes de la familia y a la sociedad.
“Entre las consecuencias a nivel emocional de la mujer agredida se encuentran: cefaleas, trastornos de sueño, disfunciones sexuales, trastorno psicosomático, agresividad, irritabilidad, inseguridad, ansiedad extrema, depresión, pérdida de autoestima (con sentimientos de culpabilidad asociados)”, señala la psicóloga.
Además se añaden “el aislamiento social, dependencia emocional, estrés postraumático, dependencia de sustancias psicoactivas, inadaptación en diferentes áreas de la vida como el trabajo, la relación con la familia, cuidado de los hijos. También en las áreas social y sexual, con déficit en la solución de problemas, suicidio y síndrome de la mujer maltratada”.
darzamendia@abc.com.py