A 10 anos del ycua bolanos

Una llamada anuncia la tragedia

“Algo explotó, no se sabe qué, pero hay fuego y personas atrapadas”. Eso fue lo que gritó desesperada una mujer cuando Hildeana Escobar atendió el teléfono de la Central de Alarmas del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Paraguay (CBVP) hace 11 años.

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Eran aproximadamente las once y treinta de la mañana, Hildeana no sabía, pero acababa de atender la primera de muchas llamadas que reportarían la tragedia: un incendio en el supermercado Ycuá Bolaños, ubicado en el barrio Trinidad de Asunción. Ella estaba en la Central junto con otro compañero, era un domingo más de guardia, nunca dimensionaron la magnitud de la tragedia en la cual ellos terminarían sumergidos ese 1 de agosto.

“En ese momento nosotros ni siquiera dimensionamos todavía lo que estaba pasando”, cuenta una década después, acomodada en su silla en la cabina de la Central, desde donde aquel día ordenaron que vaya una primera dotación. Fueron los bomberos de Trinidad los primeros enviados, ellos reportaron que el fuego era grande y que había gente atrapada, por lo que se comenzó a llamar a todas las compañías del interior, los capitanes e incluso a los aspirantes para ayudar.

La jornada de Hildeana, que había comenzado a las seis de la mañana debía terminar a las dos de la tarde, pero la situación la empujó a extender su trabajo por casi cuatro días de seguido. Cuando terminó su turno en la Central se dirigió al local siniestrado para ayudar. Llegó cerca de las tres y treinta de la tarde, el fuego estaba controlado pero el humo seguía saliendo, un grupo de voluntarios trabajaba en el enfriamiento de la estructura y debían comenzar a sacar los cuerpos, recuerda.

“Como soy voluntaria de la Primera (1º Compañía del CBVP), me acoplé al grupo que iba a ir ayudar en el lugar. Ahí fue otra cosa, al ver la situación era muy diferente a lo que uno percibe por teléfono, fue muy feo realmente todo... Nadie llegó a dimensionar que había muchísima cantidad de gente fallecida, heridas, y el trabajo continuó toda la noche, toda la madrugada”, dice.

Hildeana es una de los cientos de bomberos voluntarios que trabajaron ese día. Fueron ellos, los voluntarios, los que tuvieron que entrar al supermercado oscuro y asfixiante, con la estructura inestable y las estanterías reducidas a cenizas, para sacar los cuerpos. Recuerda que lo que más la impactó fue llegar a la sección de productos de bebés dentro del local, porque había niños y adultos muertos aglomerados en el sector.

Ya llevaba varios años como voluntaria, había visto incendios de autos, casas, fábricas, pero nunca había visto un incendio con tales consecuencias. En ese momento muchas cosas pasaban por su cabeza, como que el lugar donde estaba recogiendo cadáveres era el centro comercial donde solía hacer compras con su hija porque en esa época le quedaba bien venir de Villa Hayes –donde vive- hasta allí.

Como lo cuenta Hildeana, nadie dimensionaba en un primer momento que cerca de cuatrocientas personas habían visto la luz por última vez dentro de ese supermercado. La situación de alguna manera superaba el estado de conciencia de las personas, tanto que ese día ellos mismos, los bomberos, parecían no permitirse sentir para seguir ayudando, pero con los días, hubo compañeros que volvían al lugar y se quebraban en llanto.

Después de esa tragedia, hubo voluntarios que dejaron el Cuerpo por un tiempo, otros definitivamente, también hubo muchos nuevos aspirantes y hubo quienes como Hildeana, a pesar de todo nunca pensaron apartarse de su camino de servicio, porque para ella, esa es su cuota de solidaridad, su forma de servir. “Si te va a pasar algo te va a pasar en cualquier lugar y si uno puede hacer algo por el prójimo, yo pienso que se tiene que hacer. Nuestra misión es ayudar al prójimo sin distinción de color ni de religión”.

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