Entre un Mercosur populista y una Alianza sensata

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El Paraguay vive un momento clave en el camino de su desarrollo, buscando socios serios con quienes tratar, hasta que el populismo que ha arraigado en el Mercosur desaparezca y la anquilosada idea de control estatal dé lugar a la pujanza que trae la libertad económica.

Si en el Mercosur las economías mayores (Brasil y Argentina) no cambian de actitud, este organismo no terminará nunca de alcanzar sus objetivos; mientras, en la región va surgiendo un nuevo grupo, la Alianza del Pacífico, que, de continuar al ritmo con el que ha iniciado, llegará pronto a ser uno de los principales bloques económicos del planeta.

El Paraguay se encuentra ante una coyuntura típica de la “diplomacia pendular”.

Sin necesidad de abandonar el Mercosur (por ahora no hace daño, y algunas cosas buenas tiene), el Paraguay debe mantener ventanas abiertas a otras integraciones económicas, como en este caso la Alianza del Pacífico.

Movida diplomática

El gobierno actual del Paraguay ha dado un gran paso al sumarse como país observador de ese bloque, y solicitar su admisión como miembro.

Esta muestra de independencia y fortaleza diplomática ha lanzado un claro mensaje a los gobiernos del Mercosur.

Acostumbrados Brasil y Argentina a dictar sus normas dentro del bloque (y en esta oportunidad, con la alianza espuria del actual gobierno del Uruguay), se encuentran en la actualidad ante una situación que sale de los parámetros a los que están acostumbrados.

Hipocresía moral

Desconcertados, siguen queriendo aplicar la prepotencia, buscando intimidar al Paraguay.

En esta oportunidad, pretenden “hacerlo correr con la vaina”, con la amenaza de la exclusión internacional.

Sin argumentos jurídicos. Pues quienes están en falta con el derecho internacional son ellos... y lo saben... y Europa se los ha hecho recordar.

Con discursos de nobles principios democráticos, condenan a un país por cambiar, constitucionalmente, su gobierno, mientras defienden a la dictadura más antigua del continente, el régimen castrista de Cuba.

Juicio histórico

El paso del tiempo continúa inexorable.

Cuando estos gobiernos populistas que han brotado en nuestra región pasen a la historia, podrán realizarse negociaciones serias y respetuosas entre todos los Estados.

Y, además, quedará patente que en esta época histórica el Paraguay es el único país, hasta ahora, que no ha bajado la cabeza ante la aplanadora de esos gobiernos autodenominados “bolivarianos” o probolivarianos.

Grosera “suspensión”

El Protocolo de Ushuaia (Carta Democrática del Mercosur) establece en su Artículo 4: “En caso de ruptura del orden democrático en un Estado parte del presente Protocolo, los demás Estados Partes promoverán las consultas pertinentes entre sí y con el Estado afectado”.

Tras el juicio político de junio de 2012, que destituyó al presidente Fernando Lugo, los socios del Mercosur “suspendieron” al Paraguay irregularmente, al no respetar el mismo Protocolo que alegaban aplicar.

Si consideraban que el nuevo Ejecutivo no era legítimo, entonces debían tratar con el gobierno destituido “ilegítimamente”; porque el Protocolo exige tratar con el Gobierno del país afectado.

Pero los países que intentaron dictar qué Presidente debía tener el Paraguay quedaron al desnudo cuando el propio Fernando Lugo declaró durante el desarrollo del juicio político: que no renunciaría, pero que se sometía “con absoluta obediencia a la Constitución y las leyes; ante el juicio político, con todas sus consecuencias”.

Luego, aprobada su destitución, declaró: “Me someto a la decisión del Congreso y estoy dispuesto a responder siempre por mis actos”.

Pero, nada de todo esto valió para que los presidentes Dilma Rousseff (Brasil), Cristina Fernández de Kirchner (Argentina) y José Mujica (Uruguay), quienes pisotearon los principios que decían defender, cuando decidieron “suspender” al Paraguay. Como lo confesara públicamente el propio Mujica: en esa decisión “lo político superaba ampliamente lo jurídico”.

Visión

Mientras el Mercosur se debate entre gobiernos populistas, con superados conceptos de control estatal, pujantes economías liberales marcan la senda del desarrollo, en una América que está viviendo un tiempo determinante en su historia.

El gobierno anterior, de Federico Franco, ha dado un gran paso al sumarse como país observador de la Alianza del Pacífico, y solicitar su admisión como miembro pleno.

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