En intimidad con Roa Bastos

La casa de Augusto Roa Bastos se constituye en un verdadero museo, donde los objetos que acompañaron al fallecido escritor paraguayo cuentan historias detrás de su figura como literato.

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Ubicada sobre Agustín Barrios y Sargento Marecos, en el barrio Manorá, la vivienda guarda los objetos que rodearon al escritor en sus últimos años de vida, a su regreso del exilio que soportó desde 1947.

El escritor adquiere la vivienda en 1996, cuando decidió asentarse definitivamente en Asunción, ciudad donde nace el 13 de junio de 1917.

“Esta casa me parece importante porque ya vino por su propio gusto, porque lo llamaba el Paraguay. Tenía ganas de estar acá, ya que había pasado la dictadura”, cuenta Mirta Roa, una de las hijas del único paraguayo que se adjudicó Premio Cervantes, de categoría similar a un Nóbel.

La mujer recuerda que en este periodo su padre pudo acercarse más a la gente de la zona, lo que significó “una muy buena época para él”.

“Aquí estuvo sin el temor de la persecución, disfrutando del cariño de la gente que lo quería. Este departamento es su herencia. Por eso decidimos no vendérsela a nadie, porque sería como exiliarlo de nuevo”, expresa.

Comenta que surgieron varios proyectos para transformar la vivienda en un verdadero museo, similar a la Casa de Neruda, en Chile.

Las iniciativas partieron primeramente de la municipalidad, durante el periodo anterior, sin embargo todo quedó nuevamente en la nada con el cambio de administración, según explica.

“Ahora tal vez con el Congreso pueda hacerse”, estima Mirta Roa, quien no descarta el apoyo de alguna otra institución.

Señala que periódicamente estudiantes van a visitar el lugar a conocer el ambiente en que vivió el escritor y recrear su cotidianidad.

“Nos llaman para hacer trabajos prácticos, entonces filman, entrevistan. Da emoción saber dónde vivía él”, sostiene.

La vivienda guarda fotografías y pinturas de Roa Bastos, varias de las cuales retratan su vida desde parte de su infancia en Asunción hasta sus últimos días.

Igualmente, se aprecian algunas de las distinciones que recibió el escritor durante su estancia en Paraguay.

“Están sus objetos personales, algunos objetos que lo acompañaron siempre”, señala la hija del escritor.

Entre estos objetos figura una vieja caja chayera, al cual era aficionado así como al bombo y la armónica.

En el sitio igualmente se guardan antiguos relojes heredados de su tío, el obispo Hermenegildo Roa, con quien pasó parte de su niñez, en Asunción.

“Hay cartas que escribía cuando estaba en Asunción (a sus padres en Iturbe). Me escribía cuando era pequeña. No era un ser anormal, especial. Hay manuscritos, poemas, muchas cosas que se pueden mostrar”, detalla.

La vivienda también guarda algunos de los libros de Augusto Roa Bastos, en definitiva su principal legado.

“Con todo esto considero que él está más acá que en el cementerio mismo”, concluye Mirta Roa.

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