Los pilares del campeón

Cerro Porteño, campeón del torneo Apertura, merced a una gran regularidad y efectividad en la caza de puntos, tuvo en su estructura a hombres vitales que sostuvieron el barco azulgrana en los momentos más críticos.

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Desde la llegada de Roberto “Tiburón” Torres, el Ciclón fue un equipo que siempre jugó de acuerdo al poderío del equipo de enfrente. Fue un equipo demoledor en juegos en los que sabía que era superior, se mostró equilibrado e inteligente para no perder o arriesgar resultados ante rivales del mismo nivel fubtolístico y fue práctico, contundente y sabio para conseguir resultados auspiciosos como el juego ante Guaraní en la segunda rueda, un partido en el que aprovechó su momento y dio estocadas letales al máximo contricante por el cetro.

Estaban los partidos en que sabía que iba a ganar por una u otra virtud, ya sea colectiva o gracias a alguna “locura individual” de algunos de sus talentosos. Dos de los partidos más recordados sin dudas son los disputados ante Sportivo San Lorenzo, un rival que en los papeles previos era inmensamente superior, pero que en la cancha hizo sufrir al equipo azulgrana. En la primera rueda, un demoledor Bruno Valdez salvó “la plata” y en el juego de coronación, Cecilio Domínguez y su peculiar talento decidieron el título número 31.

Después estuvieron los juegos en los que era consciente durante el trámite de que tenía un rendimiento inferior como los dos clásicos, principalmente el primero, al que apeló a las fantasías de su nueva joya: Sergio Díaz. Fue aún bajo la batuta de Leonardo Astrada y, tras ponerse en ventaja, quiso contrarrestar el nuevo Olimpia de “Chiqui” con una actitud defensiva en el segundo tiempo y, aunque sufrió una enormidad, el resultado salvó al equipo.

También estuvieron los encuentros en los que enfrentó a equipos de igual ambición como Guaraní y Libertad. Fue astuto ante ambos rivales para no arriegarse en demasía y buscó los momentos exactos para atesorar puntos claves que hoy en día dejaron atrás a sus competidores directos y coronaron como el mejor a Cerro.

Toda la campaña del Ciclón se vio sustentada en hombres claves, considerados como los pirales fundamentales de la corona número 31.

Diego Barreto: Siempre cuestionado, pero siempre salvando en partidos claves al equipo. Es ineludible hablar de sus deslices y falsas salidas aéreas, pero esto no tapa lo fundamental que fue en la campaña azulgrana. Primeramente, se apostó por Rodolfo Rodríguez; este, con condiciones excelentes, no respondió en los juegos cruciales de Copa y se terminó recurriendo al eterno “bombero”. El experimentado y múltiple campeón portero azulgrana ratificó que en achique, velocidad y corazón nadie lo supera.

Bruno Valdez: Tremendo y completísimo zaguero. Rápido, seguro, inteligente en los cruces, con la rudeza necesaria y un impecable juego aéreo lo hacen quizás el mejor zaguero central de la actualidad. El exdefensor de Sol de América no solo aportó evitando goles en su arco, sino que posee la virtud de pesar aún más en el área rival, anotando goles muy importantes.

Fidencio Oviedo: Un caso aparte. Fue castigado por Astrada por indisciplina y Cerro fue un gran vacío sin él. Llegó “Tiburón” Torres, lo desempolvó y se cargó al equipo sobre el hombro con la voluntad y el espíritu guerrero que lo hace diferente. Pero ojo, el “Gladiador” no solo fue una pieza fundamental para destruir al rival, sino que en los últimos tiempos se fue notando la pulida en sus cesiones y llegó a ser fundamental para habilitar a los delanteros, pues, en muchos casos, los adversarios solo se preocupaban por Fabbro o Díaz.

José Ortigoza: El hombre gol y el que tiene que derribar cada muralla que se le pone enfrente. Fue el artillero del equipo, quizás no tan efectivo para todas las ocasiones que se le presenta en cada juego, pero cada vez que convirtió salvó a Cerro de momentos duros. Cuando tenía enemistad con las redes, igual siempre fue un hombre estratégico. Es el que se carga a dos o tres zagueros, el que aguanta todo tipo de patadas y uno de los mejores delanteros que tienen la virtud de saber jugar de espaldas. Quizás su defecto es el exageramiento en la caídas y muchas infracciones quiso cobrarlas él mismo, un hecho que le repercutió en contra, pues los árbitros le terminaron poniendo la cruz y a consecuencia de ello le “debieron” varios penales al equipo.

Roberto Torres: Desde su llegada, Cerro Porteño cambió 180 grados. Volvió la motivación al equipo, la humildad volvió a sentirse en Barrio Obrero desde la cabeza y los jugadores se comprometieron con él y por él. Tácticamente no revolucionó, pues poco cambio en cuanto a esquema. Rescató a Fidencio Oviedo de la desidia, lo comprometió a ser el líder no solo del medio sino del equipo y logró solidificar una “tripleta” ofensiva temible: Díaz-Fabbro-Ortigoza. Nunca habló de más y su trabajo fue mucho más allá de la responsabilidad, lo tomó con una pasión única, reflejada en cada festejo.

Hablamos de la columna vertebral del Cerro campeón, pero ese pilar se apoyo en innumerables ocaiones en otros hombres, quizás no tan constantes, pero oportunos y que aportaron de gran manera para coronar la brillante campaña.

Uno a los que hay que aplaudir de pie hasta después de retirarse es al gran capitán Carlos Bonet. Profesional en todo sentido, sin hablar demás y siempre justificando su titularidad a los 37 años. Da cátedra de cómo debordar y dar el pase al medio para que algún compañero defina. Su liderazgo quizás no se note tanto en palabras, sino más bien en acciones.

Muchos lo critican y no lo valoran, pero Junior Alonso volvió a demostrar su rendimiento equilibrado, muchas veces sin sobresalir demasiado, pero salvó a Cerro jugando de zaguero y de lateral izquierdo. El público azulgrana siempre busca algo para criticarlo, pero tuvo que terminar callándose al ser uno de los más regulares.

Jonathan Fabbro y Sergio Díaz fueron sin dudas otros dos hombres que lucieron alto en la estructura de “Tiburón”. Fabbro salió de su libreto habitual en este Cerro y hasta se puso a colaborar defensivamente, aunque en muchos encuentros se le cuestionó sus lagunas futbolisticas como todo talentoso. Por su parte, el nuevo “niño maravilla” de Barrio Obrero, llegó de las selecciones menores y ni se inmutó para ser la joven estrella al que todos quieren ver. Maduró una enormidad en los últimos meses, no rehuye a las responsabilidades, le “encanta” toparse con zagueros rústicos que pegan y a sus habituales gambetas indescifrables le agregó mayor serenidad y juego en equipo.

Por último no nos podemos olivdar del siempre enigmático Cecilio Domínguez, un delantero del que se puede esperar cualquier cosa, te soluciona el partido en una jugada o te puede desperdiciar una ocasión clara de gol frente a la portería rival. Sus "locuras" salvaron en partidos claves como ante Libertad, Guaraní y por supuesto en el último partido, cuando pudo destrozar el cerrojo sanlorenzano. 

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